19/07/2020
Todos tienen derecho
En los años 90 se descubrió que las ratas se ríen. Cuando juegan o se les hacen cosquillas, sus risas ultrasónicas develan el disfrute que experimentan, generando lazos emocionales y buscando activamente a sus compañeros de juegos para volver a repetir la experiencia.
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Las ratas no solo viven en el presente, también pueden revivir experiencias pasadas, así como planear mentalmente y con anticipación una ruta que seguirán en el futuro. Cuando toman una mala decisión, exhiben un comportamiento que luce muy similar al remordimiento.
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Desde los años 50, experimentos han mostrado que las ratas tienen una gran capacidad de empatía. Se niegan a empujar una palanca que les daría comida si el hacerlo también le da un choque eléctrico a una rata en una jaula adyacente. Prefieren pasar hambre que ver sufrir a otra rata.
En otro experimento se vio que hacen grandes esfuerzos cognitivos y de habilidad para liberar a otras que están atrapadas en tubos, o que son más propensas y actúan más rápido para ayudar a una rata que se está ahogando si ellas mismas han pasado por eso. Las ratas también ayudan a otras ratas atrapadas incluso cuando ellas pueden escapar y evitar la situación, cosa que muchos humanos no harían en su lugar.
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Las ratas son empáticas y se preocupan por las demás, mientras nosotros las seguimos sometiendo a experimentos que les causan dolor, miedo y angustia. Todo esto con el objetivo expreso de crear poblaciones de ratas mentalmente enfermas, traumatizadas y con sufrimiento emocional.
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La lógica detrás de estos estudios es paradójica: las ratas son lo suficientemente parecidas a nosotros para servir de modelos de psicopatologías humanas, pero lo suficientemente distintas para estar fuera de cualquier consideración ética.
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Link del artículo completo en inglés:
https://aeon.co/essays/why-dont-rats-get-the-same-ethical-protections-as-primates?fbclid=IwAR3ZEFschjDAbIDrvZY6Lp1U7lyprz7NL5d_SejmjfAruGg2tK8jPd8DIqY