Colectivo Ciudadanos de la Región Leonesa CCRL

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Desde CCRL invitamos y animamos a los habitantes de León, Zamora y Salamanca a unirse a la concentración por la autonomí...
14/12/2024

Desde CCRL invitamos y animamos a los habitantes de León, Zamora y Salamanca a unirse a la concentración por la autonomía de la Región Leonesa que se celebrará el próximo domingo,15 de diciembre, a las 12:00 horas frente a la Diputación de León.

El objetivo principal de este acto es instar a las Diputaciones de León, Zamora y Salamanca a dar los pasos necesarios para que la Región Leonesa disponga de un gobierno autonómico propio, una medida clave para avanzar en su desarrollo socioeconómico.

¡Os esperamos a todos! ¡Por la autonomía de la Región Leonesa y por nuestro futuro!

Hoy un nuevo artículo de la colaboración de CCRL con La Opinión de Zamora, esta vez sobre las setas, con información del...
10/11/2024

Hoy un nuevo artículo de la colaboración de CCRL con La Opinión de Zamora, esta vez sobre las setas, con información del experto micólogo Felipe Alonso, escrito por nuestra compañera Cristina Manías.
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SETAS, EL TESORO DE LOS MONTES ALISTANOS

Las recientes lluvias y la llegada del otoño vuelven a convertir Aliste en un paraíso micológico.

La estación otoñal va tomando cuerpo y mientras la arboleda explosiona en una colorida paleta de tonos ocres, rojos y amarillos, en el suelo brota como por arte de magia una sorprendente variedad de setas que convierte a Aliste en una de las comarcas con mayor diversidad micológica de España.

Felipe Alonso Garrido, natural de Mahide y experto conocedor de las setas, nos habla sobre estos singulares frutos del bosque, que no pertenecen ni al reino animal ni al vegetal.

En realidad, los hongos son grandes desconocidos, estimándose que existen entre dos y cuatro millones de especies diferentes en el mundo. Algunos son tan diminutos que resultan inapreciables a simple vista. Otros tienen aspecto de moho. Y también existen numerosos hongos con micelios subterráneos y floraciones en forma de setas, algunas de ellas altamente tóxicas y peligrosas, otras con valor medicinal que son utilizadas por la industria farmacéutica y otras son sencillamente deliciosas y de gran valor culinario, siendo muy apreciadas por la gastronomía zamorana moderna.

Felipe comenzó a interesarse por las plantas y por las setas desde muy joven, realizando un herbario con el que trataba de identificar todos los ejemplares que encontraba en el campo. En aquella época su familia acogía a viajeros itinerantes y mendigos que recorrían la provincia, aportándoles cama y comida caliente a su paso por Mahide. Allí pernoctaron el popular Pepechurra y otros muchos viajeros que traían conocimientos de costumbres de otras tierras. Con este intercambio cultural pudo llegar a su familia el conocimiento de cómo preparar las setas en unos tiempos en que pocos alistanos se atrevían a probarlas. Cogían la Macrolepiota procera, conocida como cucurril o roquete, y la preparaban a la brasa para disfrutar de todo su sabor ensalzado con unas gotas de aceite y unas arenas de sal.

Más tarde, en la década de los 80, los campos de cultivo empezaron a abandonarse y proliferaron las jaras. Y con ellas, el Boletus edulis, el exquisito boleto de las jaras. En aquellos años, un empresario valenciano recorrió distintos pueblos de Aliste buscando personas que lo recogieran para comercializarlo. En Mahide fueron pioneros en recolectar esta especie Felipe, su padre Leoncio y un amigo, Guillermo Domínguez. El boleto era entonces tan abundante que incluso llegaron a utilizarse tractores con remolques para su transporte. Estas ventas aportaban unas pesetas extra que venían muy bien para completar los precarios ingresos de muchos alistanos. Decían en algunos pueblos que las setas recogidas eran destinadas a la exportación, por lo que acababan siendo degustadas en Italia y otros países europeos.

Fue precisamente a partir de la fiebre de los boletos de las jaras, cuando en Aliste se empezó a apreciar la riqueza micológica y comenzó también el consumo y comercialización de otras especies abundantes en la comarca, como el boleto pinícola, la chantarela y el níscalo.
Felipe es miembro de la Sociedad Micológica de Zamora y resalta los amplios conocimientos de muchos de sus compañeros, como los destacados micólogos Julio Cavero, experto en hongos hipogeos como las trufas, o Augusto Calzada, experto en boletos y autor de la Guía de los boletos de España y Portugal, ambos con varias publicaciones científicas.

Felipe lleva ya más de veinte años realizando actividades para la difusión de la riqueza micológica de Zamora, como excursiones y exposiciones en la Fiesta de la Castaña de Sejas de Aliste, en las Jornadas de Exaltación de la Castaña y Setas Alistanas en Trabazos y en algunos pueblos de La Carballeda. Solo en estas comarcas ha identificado más de 600 especies diferentes de setas. También realiza excelentes fotografías de sus hallazgos, algunas de las cuales ilustran este reportaje.

Cuenta este experto en micología que el organismo vivo más grande del planeta es precisamente un hongo, la Armillaria ostoyae, que vive en un bosque de Oregón, en Estados Unidos, cuya edad se calcula en varios miles de años. La mayor parte de este hongo se encuentra situada bajo tierra con una estructura de filamentos llamados micelios que se extienden por más de 965 hectáreas, casi diez millones de metros cuadrados.

En realidad, así son gran parte de los hongos, tienen un cuerpo principal subterráneo que se va extendiendo y las setas que afloran son los cuerpos fructíferos del hongo, cuya misión es producir las esporas que darán lugar a nuevos micelios.

Insiste Felipe en que es muy importante la precaución a la hora de ir a coger setas al campo, ya que existen muchas especies venenosas y tóxicas que pueden llegar a causar daños hepáticos, renales o neurológicos graves o incluso la muerte. Algunas especies no causan daños de inmediato, sino que los síntomas se pueden manifestar varios días después de la ingesta, cuando ya los efectos tóxicos son irreversibles.

Por ello es necesario formarse primero para saber cómo identificar las setas y nunca consumir ejemplares de los que no se tenga la certeza de qué especie se trata. Además, es importante recoger solo los ejemplares que se vayan a consumir, transportarlos en cestas para que no se magullen o estropeen y se facilite la dispersión de las esporas mientras transitamos por el monte y, por supuesto, respetar las normas de recolección y contar con los permisos necesarios para recolectar setas en los montes acotados y en los parques micológicos. Las personas que quieran recoger setas para su consumo privado pueden adquirir permisos recreativos que les permiten recolectar entre tres y cinco kilogramos de setas por día a precios asequibles.

Hay alrededor de sesenta especies de setas silvestres consideradas comestibles y con valor culinario, algunas realmente exquisitas, pero hay que disfrutar de ellas con seguridad y sentido común. Y en la duda, consultar a los expertos.

Autora texto: Cristina Manías Fraile.
CCRL (Colectivo Ciudadanos de la Región Leonesa)

Os compartimos otra leyenda tradicional, en este caso de la Tierra del Pan de Zamora, recreada por nuestro compañero Gus...
10/11/2024

Os compartimos otra leyenda tradicional, en este caso de la Tierra del Pan de Zamora, recreada por nuestro compañero Gustavo Rubio, publicada en La Opinión de Zamora el pasado 1 de septiembre. Es la tercera de la serie "Cuentos, dicires y Leyendas zamoranas (III)":

■ LA LEYENDA DEL BRUJO Y EL MOLINO DE LA TÍA CLAUDIA ¹

Cuenta la leyenda que en lo más profundo del zamorano bosque de Valorio, donde los árboles parecen susurrar antiguos secretos que acompañan el musical murmullo del arroyo que parte en dos la centenaria foresta semurensis, se hallan las ruinas de un molino que, en tiempos ya muy lejanos, vestía diariamente sus muelas de vida para convertir el grano en pan y el trabajo en sustento.

Aquella frenética actividad de los habitantes de la Tierra del Pan en torno a este molino, conocido por todos como el de la "Tía Claudia", con el transcurrir de los años pareció verse truncada, y la gente de la comarca comenzó a evitar pasar cerca de sus "murias", no sólo por temor a encontrarse con un camino difícil, sino porque creían firmemente que aquel lugar había quedado ma***to, de hecho, hasta los más escépticos podían percibir como si un ambiente de tristeza y desolación abrazara aquel paraje, como si algo oscuro acechara entre las sombras de esas paredes y los negrillos que las circundaban. No era nada raro sentir a las gentes decir que quien se atreviera a caminar por esos lares podría perder su alma o sufrir innumerables desgracias.

Entre los numerosos relatos que corrían de boca en boca, uno en particular hacía estremecer incluso a los más valientes. Se contaba que en el molino habitaba un hechicero, un ser maligno cuya presencia se sentía especialmente al ponerse el día. Este hechicero, de figura deforme y rostro grotesco, aparecía a menudo al anochecer, emitiendo aullidos que cortaban el aire y hacían temblar a quienes se encontraban cerca. Algunos decían haber visto cómo, tras sus espantosos gritos, el hechicero era tragado por la tierra, desvaneciéndose entre chillidos que resonaban en el silencio nocturno.

Pero este "bruxu" no se contentaba con adoptar una única forma. En otras ocasiones, se transformaba en un enano de aspecto siniestro, que cabalgaba un cuervo negro como la noche. El cuervo, con sus alas extendidas, volaba sobre las aldeas cercanas, y su sombra proyectada sobre las casas era presagio de mala suerte y desgracia. Los habitantes, al escuchar el batir de sus alas en la oscuridad, se apresuraban a cerrar puertas y ventanas, temerosos de lo que pudiera suceder si aquel "trasgu" los veía.

Aún más temible era otra de las formas que el hechicero adoptaba según otras versiones. A veces se transformaba en un moro corpulento, de piel grisácea y ojos encendidos de furia. Este moro portaba en su mano derecha un sable resplandeciente, y en su izquierda sostenía, con gesto sombrío, la cabeza de una hermosa mujer. Esta mujer no era otra que Zahara, una mora de belleza incomparable, cuya vida había sido truncada por la ira de su esposo, y es que el moro, cegado por los celos, había decapitado a Zahara al descubrir que su corazón pertenecía al rey cristiano Alfonso III, ése que cual Jano bifronte fue el último monarca ovetense y el primero de León.

Decían que cada noche, cuando la luna se alzaba sobre las murallas del alcázar de Zamora, el espectro del moro aparecía, clamando venganza y lanzando terribles maldiciones contra los zamoranos y especialmente contra el rey Alfonso. Los oriundos, atemorizados por esta aparición, se escondían en sus casas, incapaces de enfrentarse a aquel ser tan lleno de odio y dolor. La figura del moro, con su tétrico semblante y su espada desenvainada, se convirtió en un símbolo de terror, un recordatorio de que incluso en la tierra más bendecida, lo sombrío puede alzarse para reclamar lo que considera suyo.

Sin embargo, entre todos los habitantes había uno que no se dejó amedrentar por aquel hechicero: el propio rey Alfonso III. El monarca, famoso por su valentía y por haber defendido su reino en innumerables batallas, no podía permitir que su pueblo viviera bajo la amenaza de aquel espectro maligno, y decidido a acabar con la maldición que pesaba sobre Zamora, el rey tomó su daga y se dirigió al molino, dispuesto a enfrentarse al hechicero y liberar a su pueblo de su influjo.

Era una noche fría y oscura, con la luna apenas visible tras un manto de nubes. El viento zumbaba entre las ramas de los árboles, y el arroyo de Valorio corría con un murmullo inquietante. Alfonso esperó a que el hechicero hiciera su aparición, y tras pasar unos pocos minutos, que en verdad parecieron horas, finalmente, entre las sombras, emergió la figura del moro. Sus ojos brillaban con un fuego de odio antiguo, y su voz resonó con la furia de siglos de rencor.

Sin titubear, el rey Alfonso avanzó hacia el espectro, y con un movimiento rápido y preciso, clavó su daga en el pecho de la criatura. Un grito desgarrador llenó el aire, y el olor a azufre inundó el lugar mientras el hechicero, que en realidad era el mismísimo demonio, se desvanecía en una nube de humo y fuego. El rey había triunfado, y con él, los habitantes de estas latitudes nuestras del Reino de León recuperaron la paz que tanto anhelaban.

¹ Leyenda inspirada en la versión versificada en el año 1881 de Prudencio Bugallo de Rivera, que apareció en la revista “Zamora Ilustrada” y que más tarde volvió a publicarse en su libro “Fases de la edad. Colección de cuentos, tradiciones, romances caballerescos, moriscos, jocosos, satírico-burlescos y poesías varias.”

Os compartimos hoy el segundo artículo de nuestro compañero Gustavo Rubio publicado en La Opinión de Zamora sobre leyend...
25/10/2024

Os compartimos hoy el segundo artículo de nuestro compañero Gustavo Rubio publicado en La Opinión de Zamora sobre leyendas zamoranas, fruto de la colaboración de CCRL con este periódico. En este caso nos habla de "El cura condenado", una leyenda sanabresa.
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■ Cuentos, “dicires” y leyendas zamoranas (II)
El cura condenado ¹

Érase que se era un joven de Lubián llamado Simón que trabajaba como sirviente para un labrador. No muy lejos de su pueblo, en la pequeña aldea de Aciberos, vivía su amada, ambos eran pues, habitantes rayanos de la Sanabria zamorana con la Viana orensana, y del reino leonés con su homólogo gallego. Cada día, Simón recorría largos senderos para visitarla, pero una noche, mientras caminaba por su habitual camino bajo la luz de la luna, se percató de la existencia de unas huellas brillantes como hechas de fuego, y a la par pareció sentir el estruendoso eco de unas cadenas siendo arrastradas.

“¿Quién será que deja estas huellas flameantes? ¿Y por qué estaría aquí a estas horas y con cadenas?” se preguntaba mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.

Al acercarse más, Simón vio que las huellas parecían ser las de unos pies humanos y dondequiera que estos se posaban, iban dejando un rastro de fuego. Con el corazón acelerado, siguió las huellas hasta que, de las sombras, apareció una figura vestida con pardos harapos. Y entonces una débil y melancólica voz habló:

“Soy el espíritu de un sacerdote. No puedo hallar descanso ni en el cielo ni en el in****no, pues siento que aún hay algo que me retiene aquí. Fui una persona avara y consagré toda mi vida al dinero, depositando enteramente mi fe y mi esperanza en tener toda suerte de riquezas. Pensé que poseía bienes, pero en verdad fui poseído por ellos. Me distancié de mi familia, de mis feligreses, de mis prójimos y de Dios mismo, por eso necesito que me ayudes a expiar mis culpas.”

Asustado, Simón decidió no continuar hacia la casa de su novia y, en cambio, regresó apresuradamente a Lubián. Allí fue directamente a la iglesia de San Mamed y le contó al cura cuanto había visto. El anciano sacerdote escuchó con atención, no pudiendo ocultar en su rostro la profunda preocupación que la narración le causaba. Luego, tras un momento de silencio, le dijo:

“Simón, esa alma en pena necesita ser liberada. Si no lo haces, te causará grandes problemas. Debes ayudarlo a liberarse de cuanto sea que lo ata a este mundo.”

El sacerdote explicó a Simón que debía volver al sitio donde había encontrado al espectro. Allí, debía dibujar un círculo en el suelo y una cruz en su interior, y luego pararse en el centro. Con un lazo y un palo con una punta, debería quitarle las vestiduras al espíritu, comenzando por los pies y terminando por la cabeza.

Aunque temeroso, Simón siguió las indicaciones del sacerdote. Regresó al lugar donde había visto al alma en pena y, bajo aquel cielo estrellado que presidía la noche, dibujó un círculo y una cruz en el suelo. Se colocó en el centro y esperó, con el lazo y el palo en la mano.

Aquel viento que susurraba entre los carbayos (robles), las castañales y las urces (brezos), creaba una atmósfera verdaderamente inquietante. Y después de lo que pareció una eternidad, Simón escuchó el familiar sonido de cadenas y vio acercarse las mismas huellas ardientes de la jornada precedente. El espíritu apareció, cubierto nuevamente de harapos. Simón, con manos temblorosas, comenzó a retirarle las ropas al espectro, comprobando que con cada prenda que quitaba, el espíritu se hundía más y más en la tierra.

A medida que se acercaba el final, el espectro murmuraba: “¡Maldito sea quien te enseñó a hacer esto!” incapaz aún de ver el bien que se le estaba haciendo, y dejando que fuera la avaricia desmedida la que por su boca una vez más siguiera hablando.

Simón, apresurándose, le quitó el último farrapo a "la pantasma". Y así, en ese mismo instante aquella alma en pena pareció desvanecerse, como absorbida por la tierra; El cura había quedado liberado de su más pesada condena, el pernicioso amor profesado a todo lo material y mundano, y cuya última reminiscencia fueron esos desgastados harapos sustraídos por Simón y que antaño fueron los más finos terciopelos y la mejor y más cara de las sedas.

Simón quedó en silencio, abrumado por lo que había sucedido. Luego se arrodilló y murmuró una oración de agradecimiento, sintiendo una paz que lo envolvía. Después, regresó al pueblo para contarle al sacerdote lo que había ocurrido y agradecerle por su guía. El sacerdote le sonrió y dijo:

“Has hecho una buena acción, Simón. Has liberado a un alma atormentada y te has librado de una carga peligrosa que quien sabe si tal vez no podría haber desembocado en tu propia muerte”

Desde entonces cuentan por la contorna que Simón vivió en paz y sin temores y continuó visitando a su amada cada tarde sanabresa, hasta que llegado el día ambos se casaron.

Y aquí se acabó el cuento, como me lo contaron te lo cuento.

(¹) Relato inspirado en el recopilado por Luis Cortés Vázquez en su obra: "El dialecto galaico-portugués hablado en Lubián (Zamora). Toponimia, textos y vocabulario"

23/10/2024
Desde hace algunas semanas nuestro compañero Gustavo Rubio viene publicando en La Opinión de Zamora leyendas zamoranas e...
23/10/2024

Desde hace algunas semanas nuestro compañero Gustavo Rubio viene publicando en La Opinión de Zamora leyendas zamoranas en el apartado de Raigambre, fruto de la colaboración dominical de CCRL con este periódico. Hoy te compartimos la primera leyenda.

■ Cuentos, "dicires" y leyendas zamoranas (I). El Roble de Codesal ¹

En un tiempo remoto, cuando los bosques eran densos y los castillos dominaban los paisajes, tres arrieros partieron desde la pequeña aldea carballesa de Codesal en busca de fortuna. Cabalgaron durante días hasta llegar al valle de Verín, donde las tierras eran fértiles y la gente hospitalaria, y fue tal su buena suerte, que en poco tiempo hicieron buenos negocios y se granjearon la amistad de los jóvenes del lugar. Sin embargo, una noche en la que se encontraban en la fonda, después de beber más vino del que la prudencia recomendaba, comenzaron a criticar al Señor de Verín, acusándolo de oprimir a sus vasallos con tributos que en su natal Carballeda eran poco menos que desconocidos.

Aquellas palabras llegaron rápidamente a oídos del señor, un hombre de corazón duro, vengativo y orgulloso, ordenando éste de inmediato que los arrieros fuesen encarcelados y sus mulas confiscadas. El carcelero del castillo, un hombre severo, tenía una hija joven y bella que lo ayudaba en sus tareas diarias, incluida la de llevar la comida a los prisioneros. Tal fue el caso.

Con el paso de los días, la joven comenzó a encariñarse con los tres arrieros, y especialmente con el más alto de ellos, cuyos ojos castaños brillaban con una calidez tal que contrastaba con la frialdad de su celda; rápidamente surgió entre ellos un amor profundo y silencioso. Y así, llegada la Nochebuena, durante el transcurso de la cena, la hermosa rapaza escuchó como el señor de Verín daba órdenes a su padre para que antes de que acabara el año expulsara a los arrieros del valle verinés, no sin antes azotarles y confiscarles cuantos bienes poseyeran.

Desgarrada por un profundo dolor, fingió estar enferma y pidió retirarse temprano de la cena, rumiando en sus adentros que podía hacer ella para que lo que había escuchado en la mesa no tomara carta de naturaleza. Y así, y ya con la quietud de la noche, robó el manojo de llaves de su padre y, con sigilo, liberó a los arrieros y sus mulas, y justo antes de partir en aquella noche oscura, el arriero de ojos castaños besó la mano de su amada, después sus labios y le prometió un amor eterno que ni la muerte siquiera podría quebrantar.

Al amanecer, la fuga fue descubierta. El carcelero, humillado y acusado, fue desterrado de Verín y se vió obligado a buscar refugio en los montes de Valdeorras. Él sabía en sus adentros que la única culpable compartía su misma sangre. Sin embargo, y a pesar de las amenazas y castigos impuestos por su progenitor, la joven nunca confesó su participación en la fuga. Desesperado y furioso, su padre la maldijo, y ella, con el corazón aún más roto y devastado, se unió a una cuadrilla de segadores que se dirigían desde las tierras gallegas hacia las leonesas de la Carballeda zamorana en busca de trabajo.

Los segadores y la rapaza probaron sin suerte a obtener empleo primero en Sandín, luego en Manzanal de Arriba, después en Sagallos, más tarde en Linarejos y acto seguido en el Pedroso, pero no sería hasta que recabaron en Codesal cuando la fortuna les sonreiría, pudiendo obtener allí la ocupación pretendida así como posada. No obstante la bella galleguina no estaba acostumbrada a aquellas tareas tan arduas y duras, y al llegar la puesta de sol apenas podía tenerse en pie, a lo que también se sumaba la pena tan grande que sentía por no poder tener a su lado a su amado, y así, sucedió, que en el tercer y último de los días de faena, la muerte la reclamó.

Los segadores, obligados como estaban a seguir su camino, pues sus jornales eran exiguos y sus rentas inexistentes, no tuvieron más remedio que dejar el cuerpo en aquella aldea donde nadie la conocía, por lo que los codesalinos tuvieron que debatir en conceyu (concejo) que hacer con el cadáver; tras unas pocas horas determinaron enterrarla en una esquinica del viejo cementerio, con el único ornamento de una diminuta rama de un carbayo (roble) coronando su discreto sepulcro.

Pasados unos pocos días de aquello, el arriero de ojos castaños regresó a Codesal, y al escuchar lo acontecido con la joven fallecida, supo de inmediato que se trataba de su amada. Raudo acudió al camposanto y postrado sobre la tumba lloró amargas lágrimas que cayeron sobre la tierra aún fresca bajo la que se encontraba su amor. Sumido en el dolor, no encontró más salida para sí que la de ingresar en un monasterio, donde dicen que vivió en devoción y penitencia hasta el final de sus días.

Cuentan por la contorna, que fueron las lágrimas del arriero las que hicieron brotar la ramica de roble de la tumba de su amada, llevándola a convertirse en el majestuoso árbol que aún hoy se yergue fuerte y frondoso como símbolo del amor eterno y la promesa de lealtad que ni siquiera la muerte pudo romper. Cada hoja y cada rama parecieran susurrarnos la historia de aquellos que se amaron más allá de la vida, dejándonos un legado imperecedero que inspira a todos los que conocemos su relato.

¹ Narración inspirada en la leyenda versificada recogida en el libro "Memorias y Leyendas" de Argimiro Crespo Pérez

Autor: Gustavo Rubio Pérez.

Nuestro compañero Alberto Zamorano presentó el pasado jueves en Zamora una interesante ponencia donde demuestra con dato...
20/10/2024

Nuestro compañero Alberto Zamorano presentó el pasado jueves en Zamora una interesante ponencia donde demuestra con datos estadísticos la nefasta influencia que esta comunidad ha ejercicido en las provincias de la Región Leonesa. Adjuntamos un enlace al artículo de La Opinión de Zamora que recoge la información.

El análisis por comarcas permite vislumbrar la alarmante situación de la Raya

¿Una pintora zamorana en el Museo del Prado?  Y nada menos que con 4 cuadros. Nos lo cuenta nuestra compañera Cristina M...
20/10/2024

¿Una pintora zamorana en el Museo del Prado? Y nada menos que con 4 cuadros. Nos lo cuenta nuestra compañera Cristina Manías en el artículo de Raigambre, fruto de la colaboración de CCRL con La Opinión de Zamora.
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Joaquina Serrano, una zamorana en el Museo del Prado.

Nacida en Fermoselle a mediados del siglo XIX, cuenta con cuatro obras en la Colección del Museo del Prado.

Joaquina vino a nacer en una época en la que no todas las mujeres podían acceder a estudios artísticos reglados y mucho menos ejercer como artistas profesionales. La presencia femenina era minoritaria en las escuelas de Bellas Artes, y para ello debían contar además con el permiso de su tutor, padre o marido. El rol de la mujer asignado por la sociedad consistía en dedicarse a cuidar de los hijos y del hogar, por lo que el ejercicio del arte se entendía como un entretenimiento para jóvenes de buena sociedad, pero nunca con la pretensión de ejercer profesionalmente. En ese contexto, tiene aún más mérito el hecho de que esta pintora zamorana tenga nada menos que cuatro obras en la Colección del Museo del Prado.

Joaquina Serrano y Bartolomé nació en Fermoselle en 1857. Desconocemos cómo comenzó su pasión por la pintura, pero sin duda el hecho de que su tía estuviera casada con el famoso pintor Joaquín Espalter facilitó que la sayaguesa pudiera convertirse en su discípula. Ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para continuar su formación como pintora.

En 1876 presentó tres obras a la Exposición Nacional de Bellas Artes. Aunque no ganó ningún premio, la desilusión inicial debió dejar paso rápidamente a la emoción al enterarse de que sus cuadros habían sido considerados de gran mérito y el Estado había decidido comprarlos para que formaran parte de la Colección del Museo del Prado. Joaquina tenía tan solo 19 años y se acababa de convertir en una de las pocas mujeres artistas con obras en la prestigiosa pinacoteca madrileña.

Se trata del lienzo titulado Una charra, que muestra a una elegante mujer ataviada con indumentaria tradicional, que estuvo en depósito durante años en la Diputación de Murcia; y dos naturalezas muertas, Una perdiz y pimientos, en depósito en el Museu d’Art de Girona, y Un racimo de uvas, expuesta en el Museo del Prado.
Una cuarta obra de Joaquina forma parte también de la Colección del Museo del Prado, la copia de El Duque de Montemar, destacado militar español que conquistó Nápoles y Sicilia, en depósito en el Instituto de España, en Madrid.

Este año de 1876 fue sin duda el de la fortuna para Joaquina, pues también fue nombrada socia de mérito en la Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid por un retrato que realizó del pintor Mariano Fortuny y fue premiada con mención honorífica en la Exposición de Escritores y Artistas. Además se registró como copista en el Museo del Prado, actividad que siguió realizando durante varios años.

Fue una de las pocas mujeres que en el siglo XIX pudo dedicarse a la pintura de forma profesional. Pintaba cuadros por encargo y siguió participando hasta 1893 en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes.

Trabajó también como profesora de pintura y colaboró como docente con la Asociación para la Enseñanza de la Mujer. Se trataba de un proyecto educativo para impartir formación académica a mujeres de clase media. Una de sus alumnas fue la pintora y escritora María Vinyals y Ferres, “la Marquesa Roja”, una pionera del feminismo en España.

En el año 1991 se recuperó la figura de Joaquina a raíz de la investigación del profesor y pintor Pedro Santos Tuda, quien decidió averiguar algo más acerca de esta mujer que pintaba cuadros tan notables durante el reinado de Alfonso XII y a la que descubrió al encontrar un lienzo suyo expuesto en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, el Retrato de Espalter, en el que había representado a su tío.

Recientemente, la obra de Joaquina ha vuelto a la palestra en la exposición “Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931)” que tuvo lugar en el Museo del Prado entre los años 2020 y 2021, donde se mostraron los cuadros Un racimo de uvas, Una perdiz y pimientos y Una charra, además de un cuadro de su tío Joaquín Espalter que la representa a ella, titulado Joaquina Serrano pintando, actualmente expuesto en el Museo del Romanticismo de Madrid.

El hecho de que su tío Espalter inmortalizara a Joaquina en su atelier pintando a una modelo supone un reconocimiento del pintor hacia su discípula, mostrando que la consideraba una artista creadora, dando un paso adelante para alejarse de ese mundo que discriminaba a la mujer dejándola encasillada en roles secundarios.

De entre las pintoras contemporáneas a Joaquina, tenemos noticias de otra artista en la Región Leonesa, Soledad Garrido de Arrando y Agudo, una salmantina autora de cuadros de gran mérito que también presentó obras en las Exposiciones Nacionales y se especializó en pintura histórica, temática que entonces se consideraba poco adecuada para las mujeres por su gran dificultad técnica.

Fueron mujeres valientes y pioneras, que se atrevieron a levantar la mano y a reivindicar el reconocimiento de su posición como pintoras profesionales.

Autora texto: Cristina Manías Fraile

Hoy 17 de octubre, a las 20:00 horas, nuestro compañero Alberto Zamorano dará una conferencia en el salón de actos de la...
17/10/2024

Hoy 17 de octubre, a las 20:00 horas, nuestro compañero Alberto Zamorano dará una conferencia en el salón de actos de la Alhóndiga de Zamora: "Entre la persistencia y el olvido: Un análisis de la despoblación en las comarcas de Zamora". Este evento, organizado por el Colectivo Ciudadanos de la Región Leonesa (CCRL), abordará el desafío más crítico para el futuro de la provincia y de la región, la despoblación, un fenómeno que amenaza a la propia supervivencia de las comarcas de Zamora.

Durante la charla, el politólogo y sociólogo Alberto Zamorano presentará en primicia la primera clasificación comarcal de la despoblación, una herramienta desarrollada desde cero, que arroja nueva luz sobre la situación demográfica de cada una de las 344 comarcas españolas.

Y analizará en profundidad la situación actual y las causas que han llevado a Zamora a ser una de las provincias más afectadas por el problema, con tres de sus comarcas –Sanabria, Aliste y Sayago– entre las diez más despobladas de España, habiendo experimentado una alarmante pérdida demográfica de un tercio de su población desde el año 2001.

La ponencia también profundizará en el papel que ha tenido la integración de la Región Leonesa en Castilla y León en el proceso de despoblación. Para ello, se realizará un análisis cuantitativo para examinar la situación sociodemográfica de Castilla y de León en 1983 y su evolución durante los últimos 40 años.

Esta parte del estudio tiene como objetivo desmentir el mito de que la Región Leonesa partía de una situación demográfica más desfavorable en comparación con el resto de la Comunidad Autónoma.

A través de datos y estadísticas, se mostrará cómo las políticas públicas han impactado de manera desigual en el territorio, revelando que el efecto de estas decisiones ha sido especialmente perjudicial para las comarcas de la Raya Leonesa. En conjunto, la conferencia permitirá entender mejor las causas de la despoblación y abrir un debate sobre posibles soluciones para revertir esta preocupante tendencia.⬇️

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