19/04/2022
Con frecuencia machacona vemos en los panfletos del sector cinegético titulares como este de ayer mismo: “Un lobo entra en un pueblo y se lleva a un perro: «¿Y si hubiera sido un niño?»”. A pesar de la evidencia abrumadora de que los lobos salvajes no representan un peligro para las personas, este tipo de alarmismo irracional sigue siendo una de las tácticas favoritas de los cazadores para justificar su obsesión por matar lobos. Y para colmo esa dialéctica absurda la escuchamos una y otra vez en boca de políticos populistas.
En realidad estaría mucho más justificado redactar titulares en el sentido contrario, como por ejemplo: “Los cazadores matan miles de animales inocentes y además causan decenas de muertes de personas por arma de fuego cada año: ¿y si un día muriera un niño?”. Pero este titular se quedaría corto, porque los horrores que describe ya ocurren, lo que pasa es que la sociedad los ha aceptado de manera sumisa como el precio que hay que pagar por el pasatiempo de una minoría que no se puede aguantar sin ejercer la violencia contra otros seres vivos. ¿Cuándo reclamará la ciudadanía que la naturaleza se libere del secuestro cinegético y vuelva a ser el patrimonio de todos, como dicta el artículo 45 de la Constitución? Ojalá que ocurra más pronto que tarde.