23/03/2022
Garrapatas
Parte 2
De acuerdo con sus características
morfológicas y fisiológicas, las garrapatas se agrupan en dos grandes fami-
lias, garrapatas duras (ixódidos) y blandas (argásidos), de las cuales, las duras son las principales transmisoras de
enfermedades tanto a los animales como a las personas. Dichas enfermedades son actualmente más frecuentes que en pasadas décadas; este aumento en la frecuencia se debe, en parte, al cambio climático, el cual ha favorecido la difusión de especies de garrapatas propias de climas templados y tropicales hacia regiones climáticas muy diferentes de las de origen. Junto al cambio climático, el explosivo aumento de las poblaciones de determinados animales salvajes ha contribuido no sólo a una mayor dispersión geográfica de las especies de garrapatas, sino también a un aumento significativo de sus poblaciones, facilitando la aparición de los denominados “paisajes patógenos”. Estos paisajes se generan como consecuencia de nuevas interacciones entre la tierra, las personas, los vectores y sus hospedadores, todo lo cual determina una faceta específica para la epidemiología de las enfermedades transmitidas por garrapatas. Como consecuencia, el número de patógenos (nuevos ó re-emergentes) que se está demostrando que son transmitidos por garrapatas (entre ellos numerosos virus, bacterias y protozoos), está en continuo aumento, quedando ya lejana en el tiempo la idea de que las picaduras por garrapatas sólo provocan molestias; por el contrario, actualmente se considera que estos parasitismos son los responsables directos del creciente riesgo de adquirir enfermedades de importancia para la salud.
BIOLOGÍA Y CICLO DE VIDA DE LAS GARRAPATAS
A lo largo de su vida, una garrapata pasa por varias fases evolutivas, en concreto las de huevo, larva, ninfa (o varios estadios ninfales en el caso de los argásidos) y adulto, pasando la mayor parte de su tiempo alejadas de su
hospedador, refugiadas en las madrigueras/nidos de sus hospedadores o en el suelo y la vegetación, a la espera de alimentarse. La actividad de las garrapatas tiene un marcado carácter estacional y depende, entre otros
factores, de la temperatura ambiental; en líneas generales ésta comienza al principio de la primavera, cuando tiene
lugar la alimentación de los ejemplares que han sobrevivido al invierno (principalmente adultos), y alcanza un
máximo durante el verano, tras la eclosión de los huevos y la aparición de una nueva generación de larvas, disminuyendo progresivamente durante el otoño, momento en el que se alimentan las ninfas. Durante los meses del
invierno la mayoría de las especies entran en un estado de hibernación denominado diapausa, inducido por la baja temperatura y las escasas horas de luz. No obstante, algunas especies permanecen activas también en invierno,
siempre y cuando el suelo no se cubra de nieve o se congele, alimentándose incluso en esos meses, lo que les
permite colonizar regiones subárticas. Aunque es menos probable recibir una picadura de garrapata durante el
invierno, no se debe excluir la posibilidad de haber adquirido una enfermedad transmitida por garrapatas si se
advierten sus síntomas (como por ejemplo el TIBOLA/DEBONEL, causada por Rickettsia slovaca y transmitida
por Dermacentor.).
Las garrapatas no saltan, ni vuelan, ni se dejan caer de los árboles. Cuando nos encontramos una garrapata fijada a nuestro cuerpo, lo más probable es que, tras pasar a su lado, haya trepado por nuestras piernas hasta alcanzar las ingles, las axilas y/o el cuero cabelludo (que son sus lugares preferentes para fijarse) y nos haya picado sin que lo percibamos, ya que su picadura es indolora en la mayoría de ocasiones. En los animales, las garrapatas
trepan igualmente desde sus patas hasta las orejas, cuello y zona perianal, lugares donde la piel es más delgada, lo
que facilita su alimentación, o bien donde los animales apenas alcanzan a rascarse, lo que les impide deshacerse de estos parásitos. En los países tropicales y subtropicales, los animales sufren