15/12/2024
Hoy se cumplen dos años desde que Pay dejó este mundo, y no hay un solo día en el que no lo extrañe. Pay no solo fue un gato, fue una parte esencial de mí, mi compañero más fiel, el guardián de mis días y noches. Su partida dejó un vacío que aún no logro llenar, pero también dejó un legado que sigue vivo, transformando mi vida y la de muchos otros.
Recuerdo todo como si hubiera sido ayer. Su fortaleza durante su enfermedad, su lucha incansable y ese último instante, cuando intentó pararse al verme, aún con el poco aliento que le quedaba. Se dejó caer en mi brazo, como si en ese gesto quisiera decirme que estaba cansado, que ya no podía más, pero que me amaba. En ese momento supe que debía dejarlo ir, aunque mi corazón se rompiera en mil pedazos.
Al principio, el dolor era insoportable. Todas las noches, antes de dormir, le pedía al universo irme dormida para poder estar donde él estuviera. La vida perdió sentido sin él, y si sigo aquí es solo porque mis otros gatos me necesitan. Ellos fueron mi ancla cuando sentí que no podía más, y poco a poco, con sus travesuras y su amor, me ayudaron a seguir adelante.
Fue por Pay que comencé a alimentar y rescatar a los gatitos que viven en la calle. Verlos comer me alivia el corazón, como si cada bocado que toman fuera una forma de honrar su memoria. A veces pienso que Pay me dejó esta misión, que su existencia me enseñó a ver más allá de mi dolor y a cuidar de aquellos que también necesitan amor. Cada vez que un gatito come, siento que Pay está ahí, de alguna forma, feliz y diciéndome que estoy haciendo lo correcto.
Gracias a él, he aprendido a amar más profundamente. Su vida, aunque breve, ha dado tanto incluso después de su partida. Ahora tengo a Stella, a Pepi, a Lunita, y a los demás gatos que llenan mi espacio con su amor. Stella llegó como un regalo inesperado, y aunque tiene su corazoncito delicado, ha sido una fuente de alegría. Pepi, con su resiliencia, me recuerda que incluso en los momentos más oscuros hay esperanza.
Pay, si pudieras escucharme, quiero que sepas que te extraño cada día. Que tu partida me destrozó, pero tu memoria me impulsa a seguir. Nunca dejaré de buscarte, en los ojos de otros gatitos, en sus ronroneos, en sus pequeñas alegrías. Sigues vivo en cada plato lleno que pongo para los gatitos de la calle, en cada mirada que me regalan. Tu amor ha trascendido el tiempo y el espacio, dejando una huella imborrable en mi vida.
Hoy, en tu aniversario, te recuerdo con lágrimas en los ojos, pero también con el corazón lleno de gratitud. Porque aunque ya no estés físicamente, tu espíritu vive en cada acto de amor que hago por otros gatos. Gracias, Pay, por todo lo que me diste, por enseñarme a amar sin medida, por darme un propósito incluso en medio del dolor.
Te amo, mi Pay, y siempre te amaré. Algún día, espero volver a encontrarte, de alguna forma, en algún lugar. Hasta entonces, seguiré aquí, honrando tu memoria, cuidando de quienes más lo necesitan, y llevando en mi corazón el regalo más hermoso que me dejaste: tu amor.