01/08/2022
Vacunación de Perros contra Leptospirosis
La prevención de enfermedades en perros y gatos mediante la vacunación, debería ser en TODOS los casos una práctica veterinaria individualizada (Tizard, 2020).
En sintonía con esta premisa, nunca debiéramos asegurar que todos los animales que son presentados en los consultorios veterinarios para un programa de medicina preventiva responderán de la misma forma a un ÚNICO esquema de vacunaciones.
En un mismo sentido, los Lineamientos de Vacunación de WSAVA (2016) refieren que NO existe un único esquema de vacunaciones que pueda cubrir las necesidades de todos nuestros pacientes frente a todos los posibles escenarios de riesgo de una enfermedad. De la misma forma, tampoco podemos asegurar que la duración de la inmunidad (DDI) luego de la vacunación, será la misma para todos los animales.
Dentro de lo que llamamos “evidencia científica”, existen diferentes niveles de evidencia y grados de recomendación. Entendiendo que algunos estudios experimentales que poseen alto riesgo de sesgo, en lo posible NO deberían ser usados para realizar recomendaciones generales.
Por otro lado frente a la falta de evidencia de calidad, la opinión de expertos en el tema puede representar algún grado de evidencia (EB4). En relación a esta diversidad, interpretamos que podrían existir más de una postura y recomendación sobre un mismo tema.
Con respecto a la vacunación contra Leptospirosis en caninos, se han presentado algunos estudios en condiciones controladas, sobre duración de la inmunidad luego de la vacunación inicial (dos dosis), que aseguran la protección por 1 año. De todos modos, que algunas vacunas protejan contra la enfermedad y la excreción renal en condiciones experimentales (André-Fontaine, 2003), no significa que lo vayan a hacer todas, ni que lo vayan a hacer siempre, frente a un desafío de campo. Con anterioridad, se ha informado sobre la posibilidad de transmisión de leptospiras desde perros inmunizados a humanos (Feign et al, 1973).
Algunos expertos internacionales por otro lado (Hartman, 1984; OIE, 2018), plantean dudas en relación a la protección anual de la vacunación (André-Fontaine, 2003) en perros y sugieren considerar enfoques diferenciados en animales que pueden estar expuestos a escenarios de mayor riesgo de enfermedad.
Creemos que este posicionamiento debería ser tenido en cuenta ante el desafío de prevenir esta enfermedad en animales individuales, pues estamos frente a un criterio que es independiente de la utilización de cualquier producto comercial disponible en particular. Se trata de un postulado válido sobre vacunación cuando debemos utilizar un producto (bacterina) que presenta algunas limitaciones (inmunidad serogrupo/serovar específica) en condiciones de campo en donde el responsable del desafío infeccioso, pocas veces coincidirá con el serovar vacunal.
Que un animal en particular o un grupo reducido de animales respondan de determinada forma dentro de un estudio de laboratorio en condiciones controladas (ideales), no significa que esta información la podemos extrapolar en todos los casos a nuestra práctica cuando debemos diseñar una estrategia de vacunaciones.
La presencia de anticuerpos circulantes en suero coincide con la reducción de la leptospiremia en animales enfermos y podría ser de cierta forma una medida de protección, no solo para evitar la enfermedad clínica aguda, sino también para prevenir la colonización renal y el estado de portador crónico (Levett, 2001; Koizumi et al. 2005). En este sentido el estudio de Gorordo y col. (Casilda) señala que 90 días luego de la vacunación contra L. interrogans un escaso porcentaje de los animales permanecerán serorreactivos a la prueba de microaglutinación (MAT).
La leptospirosis es una enfermedad zoonótica, por lo que debemos agregar criterios relacionados con la salud pública cuando necesitamos proteger a un animal que posee la capacidad de enfermar a otros animales y también a los humanos. En un estudio, se ha estimado que cerca del 10% de las personas enfermas han sido relacionadas al contacto con perros (Meytes, 2004).
Ante la falta de unicidad de criterios y recomendaciones, y por tratarse de una enfermedad zoonótica con impacto en salud doméstica, entendemos que aplicar el “principio de precaución” utilizando medidas menos restrictivas en la prevención de la infección mediante la vacunación de animales con riesgo elevado, podría ser una aproximación adecuada.