09/02/2024
Hernia discal en perros. ¿Se debe administrar dexametasona?
Se trata de una patología en la que se produce una compresión de la médula espinal cuando el material discal sale del canal medular (extrusión) o se abulta (protrusión).
La hernia, generalmente, produce dolor y disfunción en la médula espinal, que según el tipo de hernia, producirá en el perro diferente sintomatología.
Para el diagnóstico de la hernia discal en perros se pueden emplear diferentes técnicas de imagen; la radiografía no es suficiente. Se opta por una mielografía, que es una técnica que permite ver el estado de la médula a través de la administración de un contraste. También se utiliza la TAC o la RMN.
Para clasificar la gravedad de la hernia en perros hay diferentes grados en función del estado del disco intervertebral:
• Grado I: No daño neurológico, únicamente se produce dolor.
• Grado II: Daño neurológico incipiente pues la hernia empieza a comprimir la médula. Inicia cuadro de dificultad para la movilización.
• Grado III: Se produce compresión grave de la médula. El perro va a presentar una falta de fuerza, denominada paresia. Afecta a ambas patas traseras.
• Grado IV: Empeoramiento de la paresia, incluso parálisis total, y afectación esfinteriana (retención de o***a).
• Grado V: Es el más grave. A la parálisis y la retención urinaria se le suma una profunda pérdida de la sensibilidad de los miembros afectados.
Tratamiento
Si bien es una patología compleja, en numerosas ocasiones el pronóstico es positivo. Es crucial actuar con rapidez pues a medida que pasa el tiempo la lesión es más grave y el daño neurológico es más difícil de recuperar.
Para la prevención es primordial un control del peso, así como evitar sobrecargas y tensiones.
En cuanto al tratamiento de la hernia discal en perros existen dos opciones: conservador y quirúrgico.
La intervención quirúrgica es el tratamiento de elección para los casos de grado III, IV y V. Se trata de una operación que generalmente ofrece un buen pronóstico, consiste en la extracción del material discal herniado para así provocar la descompresión de la médula espinal.
El tratamiento de la hernia conservador queda reservado para los grados I y II. Se basa en reposo absoluto y en la administración de antiinflamatorios.
La finalidad de los antiinflamatorios es reducir la inflamación que el material discal causa sobre la médula. Los antiinflamatorios más usados son los esteroides (prednisona, prednisolona, dexametasona, metilprednisolona) y los antiinflamatorios no esteroideos. Nunca se deben usar de forma concomitante pues aumenta el riesgo de úlceras gástricas y daño a órganos como hígado y riñones.
Uso de dexametasona
La dexametasona es el esteroide más potente, con numerosos efectos secundarios, entre ellos poliuria y polidipsia, fatiga, somnolencia e incluso letargo, inmunosupresión, hiperglucemia, insuficiencia suprarrenal y enfermedad de Cushing, miopatía, úlceras gástricas, etc. No debe administrarse durante períodos largos de tiempo ya que los cambios metabólicos y hormonales que conlleva pueden ser muy graves.
Con respecto a ello, se llevó a cabo un estudio en 161 perros en el que el objetivo era determinar las complicaciones y seguimiento neurológico asociado con la administración de dexametasona a perros con tratamiento quirúrgico para hernia discal toracolumbar comparados con perros control. Se constató que el grupo que había recibido dexametasona tenía 3,4 veces más probabilidades de tener una complicación (infección del tracto urinario principalmente, y diarreas), comparado con los grupos de otro-glucocorticoide o no-tratamiento. Concluyeron que el tratamiento con dexametasona antes de la cirugía estaba asociado con más efectos adversos, comparado con tratamiento con glucocorticoides diferentes de la dexametasona o sin tratamiento con glucocorticoides, en perros con una hernia discal intervertebral toracolumbar. En el grupo de perros del estudio, No había diferencias en la función neurológica en el momento del alta o en las revisiones entre los tres grupos. (https://vetsandclinics.com/es/2102) .
Autor: MV Josep Campmany. Vets and clinics.
Imagen: © Ruben PH / Shutterstock
El uso de corticoides en trauma medular genera controversia tanto en medicina humana como veterinaria, debido a sus efectos adversos y, en muchas ocasiones, por su manejo inadecuado. En algunos estudios se han reportado buenos resultados por su correcta administración y monitoreo, como sucedió en el presente caso, en el que el paciente recibió corticoides como parte de su terapéutica, con base en el proceso inflamatorio- inhibitorio que cursaba. No se evidenciaron efectos colaterales manejando dosis mínimas y conservatorias en frecuencia, además de proteger la mucosa gástrica permanente.
En cuanto al uso de estos medicamentos en medicina veterinaria, su aplicación se ha registrado durante muchos años e incluso, tradicionalmente se utilizan para el tratamiento de hernias o extrusiones discales (Garola,2017-2018; Morales, 2016). Esto se debe a los beneficios que generan en la prevención de las lesiones secundarias de la médula espinal, que son: impedir la vasoconstricción y la formación de ácido araquidónico en el lugar de la lesión, favorecer la transmisión sináptica, reducir la irritación de la médula espinal e inhibir la secreción de endorfinas a nivel hipofisiario (Forner, 1982; Parra y León, 2017).
Como se ha mencionado anteriormente, el uso de los corticoides no es nuevo; hasta se han presentado estudios en los cuales se recomienda el uso de metilprednisolona o succinato sódico de metilprednisolona (SSMP) en las primeras ocho horas post trauma para proteger la médula espinal de la peroxidación lipídica (Garola, 2017- 2018). También se reporta que estos antiinflamatorios ayudan a mejorar el intercambio iónico, los efectos antioxidantes, el flujo sanguíneo y, a prevenir la isquemia y degeneración de neurofilamentos (Garavito y León, 2015; Moschen, 2017; Parra y León, 2017). Por otro lado, los corticoides también son utilizados en otras enfermedades, como el embolismo o tromboembolismo fibrocartilaginoso de la médula espinal y la enfermedad medular compresiva crónica (Garavito y León, 2015; Martín, 2016; Rios y Reyes, 2019).
A pesar de estos estudios, el uso de corticoides para mejorar la lesión secundaria después de un trauma medular es muy debatido en la actualidad, porque no existen suficientes evidencias sobre los beneficios en la función neurológica de los pacientes (Lillo et al., 2019; Moreno, 2015; Postigo, 2006). En otros casos, se requieren dosis muy altas para alcanzar los efectos deseados (Lillo et al., 2019), y se presentan efectos adversos, como la interrupción de los procesos de regeneración, ya que dificultan la entrada de glucosa a las neuronas y debilitan la estructura del anillo fibroso (Garola, 2017-2018); también se presentan otros signos, como depresión, emesis, melena, úlceras gástricas, dolor abdominal e insuficiencia renal (Moschen, 2017; Rios y Reyes, 2019).
Por esta razón, los perros que reciban corticoides en su tratamiento deben ser monitoreados, y el médico veterinario encargado debe limitar su aplicación a aquellas enfermedades en las que los beneficios superen los riesgos. No es cuestión de excluir estos medicamentos, sino de conocer su correcta aplicación y sus respectivos riesgos.
Miguel Angel Matiz Herrera. Jimena Becerra Velasquez. Erika Valentina Arango Sandoval. Revista de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, Universidad de La Amazonia, Colombia. ABORDAJE MÉDICO-QUIRÚRGICO Y FISIOTERAPÉUTICO EN PACIENTE PEKINÉS CON TRAUMA MEDULAR AGUDO: REPORTE DE CASO