07/06/2022
En la cultura occidental no está extendido el duelo por la muerte de un perro. Sin embargo, es un hecho que puede afectar de forma similar a la de un ser humano querido. Son muchas las personas, sobre todo las que no conviven con animales, que consideran desproporcionado este hecho, aludiendo a frases “no era más que un perro”. No obstante, la empatía, alegría y amor incondicional del can genera un vínculo único que deja un vacío cuando desaparece.
Quien decide integrar a una mascota en su familia es consciente de que la esperanza de vida del animal es menor que la nuestra. Pero, aunque esta realidad se tenga presente, su pérdida puede desencadenar sentimientos de tristeza profunda.
Cuando los perros se convirtieron en animales domésticos (parece que por voluntad propia) hace miles de años, se parecían mucho más a los bebés humanos que a sus antepasados lobos. La domesticación dio a los perros un nuevo tipo de inteligencia social”, indica Brian Hare, antropólogo que ha desarrollado una teoría sobre cómo estos animales cuentan con habilidades sociales y tienen más que ver con otras personas que con otras especies. Puede leerse en su libro The Genius of Dogs . Este es uno de los motivos por los que quienes conviven con ellos experimentan un duelo cuando ya no están.
Los perros son especialistas en captar los estados de ánimo de sus dueños. “Si nos encontramos tristes o preocupados, pueden identificarlo y su forma de ayudarnos es tumbarse a nuestro lado, sentarse delante nuestra mirándonos… Estas son algunas de las razones por la que los humanos cada vez nos sentimos más cercanos a los perros, llegándolos a considerar un miembro muy importante dentro del círculo familiar”.
A nivel cognitivo, un perro mejora el estado de ánimo, disminuye la ansiedad y el estrés y contribuye a crear, fortalecer y potenciar la autoestima. “Genera en su dueño una sensación de utilidad, autonomía, evita la soledad y es un antídoto para la depresión”, Todo ello genera una relación fuerte en la que las emociones son las protagonistas.
La relación anteriormente expuesta es la responsable de que cuando se pierde a una mascota, se desencadenen las mismas fases que las que se producen por la muerte de alguien cercano: negación, ira, depresión y aceptación. “Esto ocurre por la creación del vínculo afectivo que se desarrolla con el perro a lo largo de su vida”.
Lo que sí varía es la gestión que se produce tras la pérdida y la intensidad de los sentimientos que se asocian. “Dependerá de la clase de relación que se tenía con el animal. Si era un apoyo para combatir la soledad, ha sido el primer perro o se han compartido con él momentos importantes, las emociones serán más fuertes”, También si murió de forma repentina puede afectar más que si lo hizo tras un proceso de enfermedad.
Hay personas que consideran desproporcionado el duelo por un perro suelen tener dos características. La primera es que nunca han convivido con uno y la segunda, que no le gustan. “Son demasiado objetivos y ven al perro sólo como lo que es: un animal que dura un tiempo determinado de edad”, Pero esta visión no sólo la tienen quienes no tienen perro. Dentro de una misma casa, los miembros de la familia pueden establecer diferentes vínculos con la mascota. “Esto podría hacer que algunos viesen desproporcionada la reacción de los que han sido más cercanos y han mantenido sentimientos más fuertes con el animal”, continúa.
Suele ser difícil que estas personas entiendan la reacción de tristeza que provoca la pérdida. “Para que se hagan una idea, sería conveniente explicarles primero cual ha sido la relación que la persona ha desarrollado con el perro, poniéndole ejemplos como si ha colaborado en la mejoría del estado anímico”,
Lo más importante es normalizar el proceso. Es necesario aceptar las emociones que se desencadenen. “Hay que reconocer que los sentimientos de dolor surgen de manera normalizada ante la pérdida, ya que a veces nos callamos por no sentirnos juzgados. Si podemos expresarlos de forma natural y abierta es muy probable que la fase de aceptación llegue antes de lo que esperamos”,
Hay que rodearse de personas que entiendan estos momentos, evitando aquellas que no tienen sentimientos afines y que probablemente den una respuesta poco adecuada. “Si tenemos su cama, juguetes, s**o de comida, .... podemos donarlos a una protectora para perros que los necesiten. Esa acción nos puede ayudar como acto simbólico”.
Otro aspecto importante es esperar el momento adecuado para integrar otra mascota en la familia. Recordar que hay que evitar tener una semejante físicamente y no ponerle el mismo nombre. “Esto daría lugar a comparaciones entre ambos, afectando a la creación del vínculo, incluso llegando a producir rechazo hacia el nuevo. Un perro nunca va a ser igual que el anterior”.