02/04/2024
En las antiguas calles de Jerusalén, vivía un leal perro Schnauzer llamado Rigo. Este fiel compañero pertenecía a un humilde pescador que se convirtió en seguidor devoto de Jesús. Desde entonces, Rigo acompañaba a su amo en cada paso de su camino de fe.
Cuando llegó el día fatídico de la crucifixión, Rigo estuvo presente en el Gólgota. Con ojos llenos de tristeza, observó cómo clavaban a Jesús en la cruz. Su corazón canino se llenó de compasión y amor por aquel hombre que irradiaba bondad y paz.
Después de que Jesús entregara su espíritu y fuera colocado en la tumba, Rigo se negó a alejarse. Instintivamente, sintió que la historia aún no había terminado. Durante tres días, el valiente Schnauzer permaneció junto a la tumba, ignorando el peligro y la desolación que lo rodeaban.
Y al tercer día, ocurrió el milagro. Jesús resucitó de entre los mu***os. Rigo, que había estado esperando con paciencia y fe, fue recompensado con la visión más gloriosa. Jesús salió de la tumba, radiante y lleno de vida. Sus ojos se encontraron con los de Rigo, y en ese momento, el perro sintió una alegría indescriptible inundar su ser.
Jesús extendió sus manos y abrazó a Rigo con ternura. El perro saltaba de alegría y ladraba feliz, sintiendo la presencia divina y el amor infinito que emanaba de aquel ser celestial. Jesús le confió a Rigo la importante misión de llevar las noticias de su resurrección a todos aquellos que lo necesitaban.
Con el corazón rebosante de emoción, Rigo corrió por las calles de Jerusalén, compartiendo la buena nueva con todos los que encontraba. Su lealtad y fe inquebrantables habían sido recompensadas, y ahora, como mensajero de la resurrección, llevaba consigo la esperanza y la promesa de vida eterna.