16/08/2024
Argos y su lealtad inmortal hacía su amo Ulises.
Después de veinte años de aventura y lucha, Ulises, el legendario héroe de la Odisea, finalmente regresó a su hogar en Ítaca. Pero no fue su esposa Penélope, ni su hijo Telémaco quienes lo reconocieron en su arribo. Envuelto en los harapos de un mendigo, disfrazado por la astuta diosa Atenea, Ulises pasó desapercibido entre las sombras de su propia patria. Solo un ser, olvidado por los años pero no por el corazón, supo de inmediato quién era ese desconocido: Argos, su perro fiel.
Argos, quien en su juventud fue un perro ágil y vigoroso, había pasado dos décadas esperando el regreso de su amo. Desde el día en que Ulises partió hacia la guerra de Troya, Argos permaneció en silencio, resistiendo el paso del tiempo, aferrándose a la esperanza de ver a su dueño una vez más.
Los años lo convirtieron en una sombra de lo que fue, abandonado y descuidado, pero su lealtad nunca flaqueó.
Cuando Ulises pisó nuevamente los suelos de Ítaca, envejecido y cubierto de cicatrices, Argos, ya casi ciego y debilitado, lo reconoció al instante.
En un esfuerzo monumental, el perro se levantó de su lecho de miseria y se arrastró hasta los pies de su amo. Con su último aliento, agitó la cola en señal de bienvenida, mostrando con ese gesto que, a pesar de todo, siempre había esperado el regreso de Ulises.
Ulises, a pesar de estar disfrazado y de tener que ocultar su verdadera identidad, no pudo contener las lágrimas. Ver a Argos, quien había soportado dos décadas de abandono solo para esperarlo, conmovió su corazón.
No pudo acercarse ni acariciarlo, pues debía mantener su disfraz, pero en su silencio, le ofreció un tributo de lágrimas y dolor.
Argos, habiendo cumplido su misión de vida, cerró los ojos por última vez y murió a los pies de su amado dueño. Su muerte fue un símbolo de lealtad eterna, un recordatorio de que, incluso en los tiempos más oscuros, la fidelidad y el amor trascienden el tiempo y el olvido.
Así, Ulises continuó su camino, sabiendo que en la espera de Argos, había encontrado el más puro y devoto amor.