06/02/2022
Y hay muchos mas
22 Secretos que no te contarán los Veterinarios.
1. Antes de que lo preguntéis: sí, todos hemos metido la mano por el ano de una vaca.
Aunque tengamos intención de especializarnos en animales pequeños, eso forma parte de nuestra formación. Lo hacemos por varias razones y, sí, resulta extraño. Además puedes acabar lesionándote si la vaca se mueve repentinamente, y hay muchas posibilidades de que te dé una coz. Muy divertido.
2. A menudo, acabamos coleccionando animales.
A veces, los clientes no pueden quedarse con un animal o no vuelven para recogerlos después de una cirugía. Es muy tentador llevártelos a casa “una temporada”. Por eso muchos veterinarios acaban con una colección extraña de mascotas con un ojo y tres piernas.
3. Gastamos bromas con bastante frecuencia para aligerar el ambiente.
Es difícil resistirse a la tentación de esconder los testículos recién extirpados de un gato en el sitio que menos se espere un colega tuyo. Como en su taza preferida…
4. Nos preguntas cosas realmente estúpidas.
“¿Podéis castrar a mi perra en vez de esterilizarla? ¡Es más barato!” No podemos, a menos que tu perra tenga testículos. Esterilizar significa extraer el útero de un animal. A menudo nos preguntan: “¿Tengo que traer a mi mascota a la consulta? Pues mire, sí.
5. No podemos evitar cobrar gastos, pero intentamos que sean lo más justos posibles.
Sabemos que las tarifas del veterinario pueden resultar elevadas, y no disfrutamos cobrándoos por nuestro trabajo. Si pudiéramos ayudar a los animales gratuitamente cada día, lo haríamos, pero tenemos que pagar nuestras propias facturas.
6. Aunque a menudo cobramos menos de lo que deberíamos para que podáis permitiros el tratamiento de vuestras mascotas.
Pero nunca te lo diríamos directamente.
7. Realizar una eutanasia, jamás, se hace más fácil.
Sufrimos por cada animal que perdemos. Por supuesto, no formaban parte de nuestra familia, pero a menudo acabamos conociendo a vuestras mascotas (y a vosotros). Por eso nos duele perder a alguno.
8. No obstante, nos esforzamos mucho para que no se nos note.
Nuestra labor más importante es cuidar de vosotros y de vuestras mascotas. Y eso implica mantener la cordura. No os va a hacer sentir mejor que nos pongamos a llorar. Aunque a veces es imposible evitar que se nos escape la lagrimita. Al fin y al cabo, somos humanos.
9. Hay partes de nuestro trabajo que nos hacen plantearnos nuestra elección profesional.
Los dueños de perros deberían saber que el olor de una glándula a**l también nos provoca arcadas. Simplemente tenemos más práctica fingiendo que no es así. Compadeceos de nosotros: vosotros podéis iros, mientras que nosotros tenemos que conformarnos con ambientador.
10. Y nos muerden y arañan todo el rato.
Cuando nos llevamos a una mascota que lucha por liberarse a la sala de atrás para hacerle un análisis de sangre o para revisarle los dientes, sabemos exactamente que vamos a salir de allí con un trozo de piel menos. Estamos acostumbrados y, a veces, sentimos que nos jugamos la vida.
11. Sabemos que no nos estáis contando toda la verdad.
Es obvio que ese bulto no ha aparecido de la noche a la mañana o que habéis sacado por primera vez el cepillo de dientes de vuestro perro del fondo del armario unos día antes de venir a la renovación de la vacuna. No somos tontos.
12. Pero nos esforzamos mucho en no juzgaros.
Entendemos que tenéis unas vidas muy ocupadas. También nosotros. Simplemente sed sinceros con nosotros y contadnos vuestros problemas de tiempo e intentaremos adaptarnos a ellos.
13. Nosotros tampoco somos perfectos, y eso ayuda.
Deberíais hacer lo que os decimos, no lo que nosotros hacemos. La mayoría de nosotros olvidamos cambiarle el agua a nuestras mascotas o actualizar los datos de su microchip. Una vez más, somos humanos.
14. Sin embargo, nos enoja mucho ver mascotas obesas.
Alimentar a vuestra mascota hasta que tenga sobrepeso NO es amor. Si nos dieran un euro por cada dueño que nos ha dicho que si dejan de darle premios a su mascota, ésta va a pensar que no la quieren, podríamos dejar de cobraros por nuestros servicios.
15. Y a veces los propietarios nos sorprenden enormemente.
A menudo nos piden que acabemos con la vida de mascotas sanas porque los dueños tienen que irse de vacaciones (aunque no nos digan la verdad directamente). Existe una diferencia entre la eutanasia y el as*****to. No nos dedicamos a lo segundo.
16. En realidad, nunca dejamos de trabajar.
Aun cuando nos vamos a casa, nos seguimos preocupando por nuestros casos y los investigamos en internet. Y eso cuando no estamos de guardia con el teléfono pegado a la oreja.
17. Si, nos molesta mucho que no reconozcan nuestro trabajo y dejen de pagar algún servicio realizado.
Créannos, no es por el dinero, cuando deciden irse sin pagar y no regresar a pagar o tardarse mas de tres meses en hacerlo. Nos enfada sobremanera, no por el dinero, si no que crean que es nuestro deber pagar los gastos médicos de su mascota.
18. A veces, los clientes nos cuentan cosas que van mucho más allá de nuestras competencias.
Un compañero o compañera que daña a una mascota puede ser una señal de maltrato familiar, y si la persona admite que ese es el caso siempre intentamos esforzarnos para ayudarles.
19. Algunas de las cosas que hacéis nos hacen reír a carcajadas.
Aparecer (o marcharse) por accidente sin tu mascota es, definitivamente, una de esas cosas. También lo es venir con el transportín pero olvidarse del animal que debería ir dentro.
20. Otras cosas son tremendamente raras.
Entrar en la consulta, poner a vuestra mascota en la mesa e iros no ayuda. Ellos no pueden decirnos qué les pasa. Necesitamos hablar con un humano.
21. En resumidas cuentas, nuestro trabajo es como una montaña rusa ajetreada, agotadora y emotiva.
Un día típico de trabajo para un veterinario es una jornada intensa y sin interrupciones que se saca adelante con café y (si tenemos suerte) un tentempié rápido. Celebramos los días en los que tenemos 10 minutos para sentarnos y comernos un bocadillo o prepararnos una cena en condiciones.
22. Pero, al final del día, vuestra gratitud nos mantiene al pie del cañón.
Ayudar a un animal a superar una enfermedad y ver que luego viven vidas plenas es la mejor recompensa que existe. Saber que lo valoráis es incluso mejor. Es lo que nos hace capaces de tolerar esas jornadas de 14 horas al día (y las preguntas extrañas).
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