27/08/2024
Es un poco de cajón, pero cualquier muestra de agresividad que sucede en relación al contacto físico, debe ser interpretada como una agresividad de tipo defensivo. Ya sea esto por una sensibilidad al contacto táctil (touch sensitivity), por miedo a la manipulación, por anticipación de situaciones negativas en base a experiencias previas, por dolor o lo que sea.
En esa situación, el castigo por mostrar agresividad resulta todavía más inútil y nocivo, ya que por definición el castigo es algo que aumenta la necesidad de defenderse (o, dicho de otra forma, antagoniza la percepción de seguridad), es decir, aumenta la causa del problema.
Algunas veces resulta desconcertante que un animal se sienta amenazado por un contacto que él mismo ha solicitado, solemos pensar, “jolín, que no hubiera venido”, pero lo cierto es que ni siquiera en nosotros, si toleramos el contacto de caricias, eso significa que todo tipo de caricias y duración de las mismas nos vaya a resultar cómodo.
En los animales, cosas como determinadas zonas o determinados gestos que hacemos para acariciarles (la mano desde arriba, inclinarnos como envolviéndolos sin querer) pueden hacer que de pronto el contacto se vuelva inquietante.
Aprender a detectar los signos leves de incomodidad, evaluar cuales pueden ser las formas y maneras de contacto físico que nuestro animal disfruta de verdad y utilizar la regla del consentimiento continuado (parar cada pocos segundos y esperar a la reacción del animal antes de decidir si continuar o no) pueden ser medidas útiles para evitar generar malas experiencias mutuas en una situación que debería ser agradable para todos.