13/11/2017
No sé dónde estarás; pero quiero que sepas lo mucho que te extrañamos. Hicimos lo imposible para cuidarte y quererte, porque eras parte de nosotros. Si existe un cielo en el más allá, seguro que Dios te llevó para tenerte junto a él, por tu bondad y cariño, por la mirada tierna de tus pequeños ojitos que se fueron poniendo cada vez más tristes.
Te oigo andar por la casa. Siento el peso de tu cuerpo sobre mis pies, tu cálido aliento a la mañana junto a mi cama. Abrirse suavemente la puerta; pero no estás.
Lloro y no tengo el consuelo de verte acercar lentamente como cuando me veías triste, o mordisquear los nudillos de mis manos, ladrando contenta cuando regresábamos a casa.
Pero llegó el día que tanto anhelabas y que siempre temimos.
Con la muerte lograste tu libertad, escapaste hacia lo desconocido, como muchas veces, ante nuestro descuido lo hacías en busca de aventuras. Pero esta vez, marchaste hacia donde nunca podríamos detenerte.
No te olvidaremos jamás y tal vez, algún día, nos encontremos allí donde estás.
P.D.: Sé que a muchos le parecerá ridículo que te escriba una carta; pero sé que vas a leerla.