30/07/2023
“Cuando lo ignorancia toma la palabra”
Por Juan José Romero Zúñiga , epidemiólogo
28 julio, 2023
Hace poco decía, en este medio, que hay gente que no ha entendido. Parece que algo les faltó en su formación profesional; o se los ofrecieron, pero no lo tomaron. Lo serio de esa situación es que, con el tiempo, estas personas se convierten en generadoras de opinión o, en un caso extremo, en tomadores de decisiones que afectarán la vida de miles y hasta millones de personas.
En una alocución a un grupo de personas en Guanacaste, el pasado martes 25 de julio, Víctor Carvajal Porras, ministro de agricultura y ganadería, se dejó decir que una forma de apoyar a los pequeños productores de leche, que la transforman en queso, es eliminando requisitos como las regencias veterinarias, que encarecen el proceso de producción. Don Víctor, quien ya ha dado muestras muy serias de desconocer el sector del cual es el máximo jerarca, hace pública una joya que viene puliendo, en contubernio con la subdirección del Senasa y la asesoría jurídica del MAG, para eliminar, del todo, las regencias médico-veterinarias de las plantas de sacrificio de animales para el consumo humano, así como de las plantas de procesamiento y producción de alimentos para el consumo de las personas, tales como lácteos y cárnicos.
Como un ejercicio informativo, hay que decir que una regencia médico-veterinaria es la actividad que, de forma técnica y científica, de forma regulada por la normativa costarricense actual, por el Colegio de Médicos Veterinarios, siguiendo las recomendaciones y guías internacionales de los órganos competentes en estos temas, realizan profesionales en medicina veterinaria. Eso es lo que ha permitido que Costa Rica haya progresado, de forma envidiable para la mayoría de países latinoamericanos, y de muchas partes del mundo, hacia la producción de alimentos seguros.
El ministro del MAG, economista de profesión, pretende abaratar los costos de producción eliminando un requisito sanitario que lo que busca, por encima de todo, es la salud pública, no solo de los costarricenses, sino de los millones de turistas que nos visitan a cada año de todas partes del mundo. Como economista, me deja mucho que desear en su manejo de los datos y, en especial, en la estimación de los riesgos, materia en que debería ser experto.
El ministro olvida -o parece hacerlo- que, si las personas se enferman por productos de origen animal que no guardan inocuidad, la sociedad toda sufre las consecuencias de forma directa e indirecta. De forma directa, quien enferma puede tener complicaciones desde leves hasta fatales; siendo especialmente graves en los niños y los adultos mayores. Además, puede haber pérdida de tiempo lectivo, incapacidades, gasto de bolsillo en atención de la enfermedad, por citar los aspectos más evidentes. Pero la sociedad toda pierde cuando, por enfermedades evitables por una regencia médico veterinaria a todo lo largo del sistema de producción, desde la finca hasta el plato, ocurren y colman al sistema de prestación de salud con personas que deben ser atendidas por diarreas, reacciones alérgicas, enfermedades zoonóticas como brucelosis, tuberculosis, parasitosis diversas, etc. Pero más serio aún es el problema con la resistencia a los antimicrobianos que es, sin duda, una de las peores pandemias de la actualidad, con grandes probabilidades de empeorar en los próximos años, y que cobrarán millones de vidas anualmente.
Precisamente, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), han venido trabajando en la agenda mundial de Una -sola- salud (One Health), que busca identificar los principales peligros que afectan a la salud global, poniendo en comunión la salud humana, la animal y la ambienta, en el entendido de que no es, sino a través de un enfoque inter y transdisciplinar, que se pueden evitar las consecuencias que las zoonosis, las enfermedades transmitidas por los alimentos y la resistencia a los antimicrobianos producen anualmente.
De forma preocupante, el ministro del MAG, así como sus subalternos y asesores, dan una terrible muestra de ignorancia o de desprecio por la ciencia y, con ello, de menosprecio por la salud pública y todo lo que ello implica. Lo más irónico de esto, es que pretenden, con este paso tan descabellado, mejorar la salud pública. Eso es como potabilizar el agua con tierra.
A propósito, conversando esto con una persona experta en construcción me hizo la siguiente comparación: es como decir que, para abaratar los costos de las casas de interés social, y para que alcance la plata del bono, o que paguen menos intereses por el préstamo, no se deba contratar a un ingeniero o arquitecto para el diseño y la inspección de las obras, porque esos profesionales encarecen el proceso.
Triste es que tales ideas se proclamen a los cuatro vientos; como triste es que tal ignorancia tome la palabra y lo haga con micrófono, altoparlantes, grabadores de audio y vídeo, y cámaras de televisión en frente.
Parece que aquellas máximas de que “lo barato sale caro” y que “más vale prevenir que curar”, no fueron parte de las enseñanzas que aprendieron. O, quizás, es que no lo han entendido aún. Tal vez alguien le deba explicar mejor al ministro de qué se trata la parte del negocio que le tocó gerenciar.