01/12/2024
Hoy corrí la Maratón de San José 🏃♂️🇨🇷. Y la disfruté como si estuviera en Berlín, Valencia o cualquier otra ciudad de glamursh maratonista, solo que con un aire bien tico. Fue demasiado chiva escuchar un par de gritos de “¡BORIS!” o “¡CHAINEEE!” durante el recorrido. Eso no pasa en las maratones de afuera. ¡Eso es puro amor!
El circuito, eso sí, estaba hardcore. Un loop de cuatro vueltas que te metía los mismos cañazos una y otra vez: “la Nissan”, “el bulevar”, “el San Juan de Dios” y el famosísimo pichasito de Avenida Segunda. Cada vuelta era una cachetada de humildad, pero papi, sin arrugarse. 💪 Fue como mi vida últimamente: golpes aquí, alegrías allá, pero siempre pa’delante. Algo que me llegó al alma fue pasar por el Hospital de Niños. Cada vez que lo hacía, le pedía a Dios que me dejara llevarme aunque fuera un poquito de la angustia de quienes están ahí. Porque la maratón tiene eso: un aire espiritual, algo que te conecta con tus límites, tus miedos y hasta tus oraciones más profundas. Muchos me preguntan por el tiempo, porque claro, a los corredores nos encanta andar viendo el reloj. Antes, yo también medía la maratón por los minutos y los segundos. Ahora la mido por la alegría que me da. ¿El tiempo importa? Claro, porque uno es un mordido 😅. Y sabe que sé que viene muchas más. (Dato curioso: se me olvidó parar el reloj, pero creo que fue como 3h con 18 minutos, o algo así). Hoy fue la maratón más dura que he corrido, pero también la más hermosa. Me recordó que, incluso en los momentos más gachos, nunca estoy solo. Ni en el kilómetro 42, ni en la vida. Gracias a Alito, Mau, Mari y El Deivid por estar ahí con su apoyo y asistencia. A la barra brava que llegó a apoyar a Gio. Tian y Leito incondicionales.Y gracias a la maratón, que me sigue enseñando que correr no es solo mover las piernas: es mover el corazón. ❤️