Micho Nostro

Micho Nostro Gatos rescatados de situación de calle, abandono o vulnerable.
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15/08/2022

¡FELIZ DÍA ( #2) DEL GATO!
08/08/2022

¡FELIZ DÍA ( #2) DEL GATO!

El bichito que llegó para quedarse.Como buena mamá de gatetes, cuando agarré cov-bicho me puse en cuarentena, alejada de...
01/04/2022

El bichito que llegó para quedarse.
Como buena mamá de gatetes, cuando agarré cov-bicho me puse en cuarentena, alejada de los michis - tocó dormir en la sala por 10 días -. 😆

Sin pareja, esclava, porque a quien dos señores sirve con uno queda mal.
10/03/2022

Sin pareja, esclava, porque a quien dos señores sirve con uno queda mal.

FLORES DE BACH PARA MICHISParte 2No miento cuando les aseguro, con la mano en el pecho nomás de recordar la felicidad qu...
05/03/2022

FLORES DE BACH PARA MICHIS
Parte 2

No miento cuando les aseguro, con la mano en el pecho nomás de recordar la felicidad que me dio, que las gotas surtieron su magia en un día. ¡UN DÍA!
Las indicaciones dictaban darle cuatro gotas cada cuatro horas al animalito durante las primeras 24 horas. Por supuesto que era algo imposible con ese par de gatos. Así que me limité a colocar la cantidad indicada para uso diario en el tazón de agua.
Lo siguiente que supe fue que por la mañana Keanu salió de debajo de la cama, aunque agazapado y tímido, a comer de uno de los platos y a utilizar el arenero, aunque regresó después a su escondite.
Seis meses después, una noche cualquiera, él se acercó a mí mientras guardaba ropa en un cajón y frotó su cabeza en mi rostro. Fue algo mágico y me puse a llorar – y por supuesto saqué la selfie pa’ recordar el momento –.
Habían transcurrido ya 14 meses desde que lo había sacado de las calles.

En cuanto al otro michinervioso, Miki, su cambio sucedió dos días después de tomar las gotas. Estaba acostada en la cama y sólo brinco, se aceró y maulló. Acaricié su cabeza y se volvió loco, completamente fascinado de conocer lo que eran las caricias de una mano. Ahora, cada noche, no me deja dormir si no lo acaricio por unos buenos y largos diez minutos, como cuota mínima. Una semana después ya no corría a esconderse si pasabas cerca de él y, lo mejor, dejó de golpear michis cuando se frustraba – usualmente cuando me tardo en dejarlo salir del cuarto por la mañana –. Hoy en día puedo decir que es un gato normal.
Y, como las gotas estaban distribuidas en los tazones de agua que todos bebían, en realidad a todos les hizo bien. Otra de las gatas, se tornó en una súper cariñosa y comenzó a permitir que la cargara por largos ratos, ahora el problema es que me deje hacer mis cosas sin tenerla encima.

En vista de las maravillas de estas gotas, comencé a utilizarlas en otros de los gatos que fui rescatando y les aseguro que en cada uno surtió un efecto casi mágico. No sólo les ayudó a bajar sus niveles de estrés por el secuestro-encierro sino que a los pocos días me permitían acercarme a ellos y disminuyó casi en su totalidad la agresividad – propia del miedo –.
Así que comencé a recomendar estas gotas con cuanta persona se me atravesaba y con cuanto rescatista se presentara la oportunidad en los grupos de FB. Y no fueron pocas las personas que me comentaron las maravillas ocurridas en sus propios casos o con sus gatos residentes.
Estas gotas también sirven para perros, pero al ser más grandes, parece que el efecto es mucho más lento. No puedo decirlo de primera mano porque yo sólo las he probado en felinos domésticos.

En estos días ya hay varias marcas en el mercado y, para las maravillas que logran, el precio es accesible, especialmente si sólo vas a emplearlas en uno o dos gatos, pues un frasquito te puede durar un par de meses.
Lo mejor es que con el tiempo puedes suspender su uso cuando se haya logrado la rehabilitación. En mi caso las estuve utilizando por unos 20 meses aproximadamente hasta que los cambios en Miki fueron permanentes.
También sirven mucho si sus gatos sufren infinito cada que van de visita al veterinario. Si se las dan un par de días antes de ir a la cita, claro, suponiendo que es algo programado y no una emergencia, van bastante relajados.
Y, otro producto que me sirvió fue el uso de feromonas sintéticas, de las que hablaré después porque ya me alargué demasiado.

Estrenando cuenta en Instagram. Tengo una sorpresita por revelar en las próximas semanas.
04/03/2022

Estrenando cuenta en Instagram. Tengo una sorpresita por revelar en las próximas semanas.

FLORES DE BACH PARA MICHISParte 1 La medicina alternativa y la homeopatía tienen muchísimos detractores. No voy a entrar...
04/03/2022

FLORES DE BACH PARA MICHIS
Parte 1

La medicina alternativa y la homeopatía tienen muchísimos detractores. No voy a entrar en debate. Sin embargo, México es uno de los países más ricos en plantas medicinales cuyo uso y efectividad está comprobado. La UNAM, incluso, tiene un extenso compendio sobre herbolaria mexicana y han dedicado tiempo en su investigación. Pero, ese no es el tema aquí.
La mayoría de los médicos aseguran que el efecto de este tipo de medicina alternativa es enteramente placebo, y en muchos casos no están errados. Pero, ¿qué pasa cuando quienes ingieren estos preparados no lo saben o, mejor aún, ni siquiera son sujetos que puedan ser sugestionables? Estoy hablando, por supuesto, de los animales no humanos.
Lo que voy a contar es mi propia experiencia utilizando algunos preparados a base de flores de Bach, y otras plantas, en mis propios gatos. No voy a mencionar la marca que estuve empleando porque esto va a parecer un comercial pagado – pero, si les interesa, pueden enviarme mensaje privado y con gusto les proporciono información –.

A lo largo de la última década fui adoptando gatos que llegaron a mí de distintas formas y, por supuesto, cada uno tenía su propia historia.
Uno de esos gatos, quien ahora tiene nueve años, fue un gato que rescató otra persona de un caso de negligencia. En resumen, él y sus hermanos crecieron con poco contacto humano, aunque su madre sí tenía tutores – que no se le puede llamar hogar porque vivía en un taller mecánico en completo abandono –, y como sabrán, a diferencia de los perros, los gatos tienen pocas semanas para socializar con otras especies, incluido el humano, antes de que se tornen en gatos parcial o totalmente ferales – aunque también influye la genética –.
Cuando este gato llegó a mí ya tenía cuatro meses de edad y era un manojo de nervios. Por fortuna el par de gatos que entonces tenía lo recibieron bastante bien y la más joven lo adoptó como a un hijo y se encargó de terminar su crianza – una tradición que después el pagó al encargarse de la formación de la siguiente gata que adopté, y ésta a su vez hizo lo mismo con la siguiente, y así sucesivamente –.
El pobre gato no se dejaba tocar y todo el tiempo tenía la vista con esos ojos desorbitados llenos de miedo. Era imposible pasar a su lado sin que emprendiera carrera a esconderse debajo de algún mueble. Con el paso del tiempo se relajó un poco, pero era tan nervioso que desarrolló gastritis nerviosa.
Siempre le di su espacio y le permití estar tan cerca de mí como él quisiera sin atosigarlo, pero era triste ver que se asustaba con el mínimo movimiento, a pesar de que le gustaba mucho jugar a perseguir juguetes y cordones. En general era un gato normal aunque digamos, miedoso.

Años después, cuando introduje a otro gato a la familia. Este gato, a diferencia de la mayoría que habían llegado a mí, era un gato ya prácticamente adulto – calculo tendría 16 meses cuando lo rescaté –. Keanu, como se llama, me conocía desde pocos meses de edad, pero básicamente era semi feral y durante el año que lo estuve alimentando en la calle, nunca pude acercarme a él a más de metro y medio de distancia. Tuve que sacarlo de la calle de emergencia cuando noté una herida infectada que no le permitía ya ni comer. Después de la esterilización, no tuve corazón para regresarlo a las calles.
Lo tuve aislado algunos meses en otra zona de la casa, con la esperanza de rehabilitarlo y socializarlo, pero no había habido muchos avances realmente. Sin embargo, una remodelación en la vivienda me obligó a sacarlo de aquel cuarto y llevarlo a mi habitación, con el resto de mis gatos.
No hubo tiempo para presentaciones ni formalidades felinas. Algo que en general no debe hacerse, no obstante estaba segura que ninguno de los otros gatos lo atacaría – aunque ese error me costó que en la actualidad un par de ellos sólo lo toleran pero no permiten que se les acerque –.
No quiero alargarme demasiado en esta historia, como tengo por costumbre, pero aseguro que tanto rollo tiene un propósito.
Las prisas por llevarlo de un cuarto a otro y la falta de ejercicios de introducción ocasionaron que el pobre gato se sintiera terriblemente asustado. Así que eligió el lugar más seguro que encontró en la pequeña habitación: debajo de la cama – que por fortuna no es pequeña y le dejaba un, relativamente, gran territorio –.
Como no salía de allí abajo ni para comer o beber agua durante el día sino hasta la noche cuando creía que estaba seguro porque todos dormíamos, tuve que ponerle tazones para que comiera y no se deshidratara. Y esto es lo peor que se puede hacer porque fomentas su actitud, pero necesitaba tiempo para que se acostumbrara a todos. El problema era que la pobre criatura salía de noche para usar el arenero, pero por supuesto no podía aguantarse todo el día y constantemente tenía que limpiar o***a y heces del suelo.
Como por aquel entonces tenía otros gatos en rehabilitación, en realidad no me quedaba mucho tiempo para atenderlos a todos. Así que me limitaba a hacer lo mejor que podía por Keanu.
Por suerte, entre una de las visitas a la clínica veterinaria, salió el tema de este par de gatos con altos niveles de estrés y la médico me recomendó unas gotitas de terapia floral grado veterinario de las que, por aquella época, la clínica era distribuidora. Y como de cualquier manera no tenía nada que perder, las compré.

¡Feliz Día Internacional del Gato!El primero del año. A darle amor y comida deli a sus amos.Espero ya pronto retomar est...
20/02/2022

¡Feliz Día Internacional del Gato!
El primero del año. A darle amor y comida deli a sus amos.
Espero ya pronto retomar este proyecto. Tengo en mente muchas cosas, pero tuve que poner todo en pausa por motivos de salud mental.

Día del gato negro y día de ofrenda para los amigos no humanos que se nos adelantaron.
28/10/2021

Día del gato negro y día de ofrenda para los amigos no humanos que se nos adelantaron.

Él era invisible. Tan invisible como está cualquiera en situación de calle.No tenía hogar. No era el gato de nadie. Pero...
09/07/2021

Él era invisible. Tan invisible como está cualquiera en situación de calle.
No tenía hogar. No era el gato de nadie. Pero no es que fuera nadie, sólo que a nadie le importaba su existencia. Excepto a mí.
Apareció una noche de la nada. Encontró el pequeño comedero en la puerta de mi casa para otro par de invisibles que, a diferencia suya, no confían en el animal más peligroso: el humano.
Ese fue su error… y el mío.
Era un animalito curioso y pronto aprendió que yo no era un peligro.
Comenzó a aparecerse cada día más temprano. Ese fue el primer signo de alerta.
Había hecho migas con aquella gata semi feral y, no tantas, con otra pequeña mucho más confiada que él quien sin aviso entró en mi casa y no quiso salir más. La que se adoptó sola, le digo.
Esto sucedió un par de meses atrás.
Él lo notó. Él supo de aquello. Lo sé.
De pronto se volvió aún más amigable. De pronto se aparecía no sólo más temprano sino a cualquier hora del día. Así. Sin más. Confiado. Ni le importaban los transeúntes, ni los automóviles a una velocidad imprudente en una zona residencial, ni los perros… Segunda señal de alarma.
Él simplemente quería una oportunidad. Quería un hogar. Lo estaba intentando.

Como los hay en todos lados, aquí también hay vecinos irresponsables que pasean a sus perros sin correa, pero los que viven junto a mi casa son peores aún: de los que sacan al perro a la calle para que se vaya a pasear solo.
No fueron pocas las veces que persiguió a estas pobres criaturas quienes, con mucha hambre, llegaban un poco antes de que le sacaran a ella a que se paseara sola.
No podía evitar sentir desagrado por la pobre perra, aunque es su instinto y es enteramente culpa de sus tutores. Simplemente no me agradaba que se le echara encima a los pobres e infortunados gatos que, desesperados por saciar su hambre, a veces se distraían lo suficiente para no notar su presencia o se aventuraban a acercarse a la puerta de mi casa esperando que esta enorme criatura no los notara.
Pasaba largo rato al pendiente del momento en que la dejaran salir a la calle para meter el plato de comida y así evitar que los pobres gatos intentaran acercarse a la casa. Pero Rubencito era torpe, confiado. No importaba que la perra estuviera a escasos metros de él, tenía hambre y llegaba puntual para la cena. No puedo recordar cuántas veces a la semana debía ahuyentarlo para que se escondiera en la otra casa vecina o, en el mejor de los casos, se metiera a la cochera de mi casa hasta que estos vecinos se dignaran a meter a su perra, lo cual podía ocurrir a los veinte minutos de sacarla o más de una hora después.

El lunes por la tarde, este lunes que apenas pasó, fue cuando se decidió a hacer su primera movida. No me di cuenta a qué hora entró a la tienda, estaba distraída leyendo. A veces echo un vistazo a la calle para ver quien pasa.
Y allí estaba él. Echado cerca de la puerta, a la sombra. Descansando plácidamente, sin preocupaciones. Es raro ver un gato en situación de calle así de relajado.
Después de comer se tumbó nuevamente en un lugar más cómodo. El mismo lugar que eligió Nox dos meses atrás cuando decidió que ella viviría aquí conmigo.
Estaba allí, tranquilo, en silencio, invisible. Vivo.
Un par de clientes entraron en la tienda, él apenas les prestó atención. Ellas ni siquiera lo notaron porque era invisible. Cuando se acercaron hasta donde estaba, se levantó con calma y salió de la tienda. Ellas ni siquiera se percataron, porque era invisible.
Se fue a acostar debajo del automóvil estacionado afuera de la tienda. Allí, debajo de la banqueta. Al calorcito del pavimento. Tranquilo. En silencio. La gente pasaba y no lo miraban, porque era invisible.
Me senté en la entrada del local y lo invité a pasar, pero ya no le apetecía. Y nos miramos. Y me dijo “te quiero” en lenguaje de gato; “yo también te quiero”, respondí. Estuvimos un rato así, parpadeando lentamente, porque nos queríamos. Porque yo sí podía verlo. Porque Rubencito no era sólo un gato más, era “mi callejerito”.
Pero de afecto no vive nadie. Y menos alguien en situación de calle.

Esta mañana salí temprano, como todos los días. Rubencito no estaba por allí ni tampoco Diana, como lo habían estado haciendo las últimas semanas a espera del ahora obligado desayuno.
Siempre siento esa punzada en el estómago cuando alguno no sigue la rutina, porque ellos son seres de rutina, y si no se aparecen podría ser una mala señal. Pero a veces no están a tiempo. A veces llegan más tarde. A veces andan lejos.
Lo cierto es que hubo algo raro antes de eso: el plato de comida estaba casi lleno.
Regresé de hacer la compra y no estaban por aquí.
Seguí con mi rutina.
A medio día un familiar notó manchas de sangre en la banqueta, el rastro corría por toda la extensión de la casa.
Otra punzada en el estómago. Mi ansiedad se activa.
Intento no pensar en ello. “No es mucha sangre.” “Probablemente cazaron un pequeño animalito.” “No puede ser de alguno de ellos.” Me repetí varias veces intentando convencerme.
Barrí la calle.
A lo lejos mi familiar conversa con un vecino de lado a lado de la acera.
Alcancé a escuchar la última parte de la conversación antes de que el hombre se despidiera. Ahora no puedo recordarlo, o no quiero porque sé que alguien ha mu**to atacado por unos perros.
Mi familiar regresa. En su rostro puedo ver que no va a decirme nada bueno.
El vecino le explicó que cinco perros atacaron a un gato y se lo llevaron.
Eran las tres y media de la mañana.
Intentó ahuyentarlos con piedras, pero evidentemente no funcionó.
Y yo sé que fue Rubencito. El gato bobo y confiado quien parece no entender que los perros son sus enemigos naturales.
Intento no pensar en ello. Tengo la esperanza de que aparezca en cualquier momento. En silencio y tranquilamente entre a la tienda sin que me dé cuenta. Que llegue a descansar y a comer. Pero no llega.
Cierro la tienda porque no puedo parar de llorar cada que no puedo evitar pensar en ello.
Y como no me queda más que aceptar que no volverá, quiero encontrarlo para que no termine en la basura porque no hice lo que debí haber hecho cuando había tiempo y ahora ya no puedo hacer nada más por él.
Y allí estaba, a una cuadra del que había intentado convertir en su hogar. Rígido, sobre un pequeño charco de sangre. Invisible.
Y ahora ya no existe, pero a nadie le importa porque era invisible.
Sólo era visible, anónimamente, cuando había qué culpar a alguien por algunos estragos en el jardín y la cochera de algún vecino quejoso.
Era sólo un gato más.
Y no nos volveremos a encontrar más que en mi memoria.
Sin importar cuánto perdón le pida o cuántas lágrimas derrame, no volverá.

Ya no volveré a verte, pero para mí nunca serás invisible porque dejaste tu marca en mi corazón.

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