20/11/2023
Glosario de resistencia animalista.
Ya no cabe, en verdad, acudir al dudoso comodín que ha sido la idea de “animalidad”, confeccionada muy a nuestra medida, para intentar fundamentar en ella el supuesto derecho que nos asiste a apropiarnos y utilizar a los animales para nuestros fines. Ese otro, mal llamado “animal” –tal nombre no es sino una pobre abstracción conveniente solo para dominar mejor la in- abarcable diversidad de lo viviente–, nos clava ahora su mirada incisiva y acusatoria, devolviéndonos una imagen insoportable de nosotros como una especie narcicista. Ciertamente, cuando la cuestión (del) animal se vuelve insoslayable, son todos esos rasgos, certezas y privilegios erigidos durante tanto tiempo en torno a lo que se ha concebido como propiamente humano, los que de repente se desdibujan uno a uno, dejándonos expuestos sin merced ante esa mirada que desnuda y reclama: ¿quién eres tú? y ¿quién dices que soy yo? Reclamo ante el que parece que no podemos sino guardar silencio. Un silencio culpable, pues nos faltan las palabras.
Este glosario es, pues, un intento oportuno, y más que nece- sario, por restituirnos la palabra. Todavía más, un intento por dotarnos de nuevas palabras. Palabras que desenmascaren las razones pretextadas para escribir esa larga historia de negación y violencia que heredamos y continuamos, que permitan iden- tificar, sin mitigarlos, los efectos catastróficos de un régimen de dominación que hemos construido sobre los llamados animales, sobre lo animado, en últimas, sobre todo lo viviente (biopoder). Un orden que es tiempo ya de nombrar sin ambages como especismo, pues nombrarlo como se debe es condición necesaria para crear las condiciones de posibilidad para su superación. Palabras nuevas que permitan enhebrar otras historias acerca de un nosotros que no esté únicamente compuesto por el círculo privilegiado de los humanos, sino un nosotros que se reconozca transido por vínculos multi-especies o inter-especies. Palabras capaces de motivar comportamientos que no estén más cimentados en el antropo-poder que nos hemos arrogado como especie “supe- rior”, y cuyo corolario ha sido, paradójicamente, la puesta en marcha de una máquina imparable de exclusiones entre los seres humanos mismos, por cuenta de las cuales hay tantos que se han visto arrojados a las márgenes, considerados inferiores, subhumanos, en últimas, vidas meramente animales y por eso mismo sacrificables.
En efecto, como bien señalan los autores, la idea normativa de lo propiamente humano no ha servido únicamente para someter a los animales a nuestros designios, sino que ha impedido también el reconocimiento de la diversidad y pluralidad que reina entre los humanos, en la medida en que se refiere a un ideal homogéneo y unilateralmente entronizado que no consigue afirmarse sino a fuerza de establecer separaciones y oposiciones jerárquicas en las que unos cuantos, autodefinidos como verdaderamente huma- nos, ocupan el puesto superior y dominante, si bien tampoco llegan a encarnar por completo dicho ideal.
Cada entrada del glosario ofrece, como es de esperarse en un trabajo de esta naturaleza, mucho más que una definición del término. En realidad, con cada una se adelanta un paso en la denuncia que los autores dirigen contra el esquema tácito de pensamiento del que hace parte un cierto modo antropocen- trista y especista de nombrar el mundo. Más aún, deja identifi- cada una tarea por hacer, un camino por recorrer en el arduo y complejo combate, tanto teórico como práctico, que implica desmontar –y no tan solo reformar– este orden de dominación que, como decíamos, no se despliega solamente sobre las otras especies, sino también al interior del círculo de los humanos, al que históricamente se ha permitido el acceso exclusivo a aque- llos que cuentan con las ventajas que les brindan las estructuras patriarcales, coloniales y capitalistas en vigor. Son ellos los que pueden categorizarse y afirmarse a sí mismos como humanos sin más, mientras se reduce a muchos otros a la condición de humanos defectuosos, a medias, humanos que por seguir de- masiado sujetos a la determinación corporal, natural, sensible, material, en fin, a la vida animal, reciben el trato de menores de edad, salvajes, incivilizados y conquistables. Especismo, sexismo y racismo son, así parece, síntomas de una misma enfermedad.
Este trabajo nos permite advertir cuán lejos debe llegar la resisten- cia animal. Bien vista, no se trata solo de una causa en nombre de los animales y de la abolición del yugo humano, ya que enfrenta enemigos que son comunes también a las causas ecofeministas, postcoloniales y anticapitalistas con las que necesariamente termina por cruzarse. Sus discursos y sus luchas se intersectan en muchos puntos y configuran un juego de fuerzas del que este glosario permite adivinar su compleja cartografía. Las relaciones que anudan estas causas, a primera vista separadas, explican por qué, por ejemplo, figura aquí una palabra como “museo”. Junto con matadero, zoológico, circo, laboratorio y bioterio, lugares donde clara- mente se dispone arbitrariamente de las vidas animales, el museo, institución emblemática de la cultura occidental, es señalado por formar parte de los dispositivos de poder en los que, como ocurre con los anteriores, el objetivo implícito sería cercar, por la vía indirecta de negación del otro animalizado, el espacio en el que ha de brillar lo propiamente humano. Es, pues, un espacio en el que cristaliza ese deseo tan humanista de distinguir, clasificar y, en últimas, separar y excluir para, casi diríamos, destilar en su pureza, el espíritu humano más refinado.
Con este glosario se trata, pues, de dar con palabras que nos permitan imaginar otro mundo posible, en el que tengan lugar relaciones inter-especies basadas en la convivencia y la coha- bitación, no en la cruda dominación o la apropiación. En fin, palabras en las que late con fuerza una utopía posthumanista. Hemos de agradecer sinceramente a Iván Darío Ávila y Anahí Gabriela González por brindarnos de una forma tan conden- sada pero profunda, el fruto de su estudio y reflexión crítica, su creatividad e innegable compromiso personal, tan necesarios en estos tiempos de desnudez y desorientación en los que nos encontramos. Con este manifiesto toman la vocería de una im- portantísima causa y despejan las vías de un programa a seguir para todo aquel que, golpeado en sus entrañas por la mirada animal, se resiste a guardar silencio.
Diana M. Muñoz González1 Bogotá, D. C., octubre de 2020
https://www.institutoleca.org/wp-content/uploads/2023/10/Glosario-de-resistencia-animalista.pdf