Cordobeses contra el Zoo

Cordobeses contra el Zoo CORDOBESES CONTRA EL ZOO ESTÁ POR EL CIERRE RESPOSABLE (LIBERACIÓN "RACIONAL"). Tenemos la oportunidad de evitar sus errores.
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Pedimos transferencia de los animales a santuarios (aquellos que posean condiciones
de salud para serlo) y la transformación en un verdadero centro de rescate y rehabilitación del Zoológico de Córdoba, Argentina. El “cierre” del Zoológico de Córdoba no debería ser un “cese” brusco e inmediato. Lo concebimos como un “proceso” que tendría que ser el resultado de una ley provincial con dos objetivos

: la prohibición de la exhibición de animales con fines de entretenimiento en todo el territorio provincial y, al mismo tiempo, el de comprometer a los gobiernos provincial y municipales a la creación de reservas, refugios y santuarios para albergar a los animales confinados en el Zoo local. El precedente de las dificultades después del cierre de varios zoológicos en diferentes ciudades del país y, en especial, la deplorable situación de cinco grandes felinos en el ex-Zoo de Santiago del Estero nos obliga a aprender de su experiencia. Por buenas que sean nuestras intenciones, no podemos ignorar sin irresponsabilidad las consecuencias de un cierre abrupto, ni asumir el riesgo de que se produzcan daños colaterales. No se puede hacer campaña por el cierre del zoológico sin pensar en “el día después”. A más tardar en la noche del día de un cierre abrupto habría que alimentar, higienizar y prodigar atención veterinaria a 2500 individuos de unas 700 especies. No podemos creer que haya quien defienda una situación como esta, que bien pudiera, de cierto, producir una hecatombe (‘hékaton be’: griego, por “sacrificio de cien bueyes”). Tenemos que explicitar lo que queremos decir cuando hablamos de “cerrar el zoo” y de “liberación animal”. Nosotros defendemos la idea de una liberación racional, esto es, responsable y planificada, pero al mismo tiempo sin dilaciones ni cajoneos, de todos los animales recluidos en él. Un proyecto es una idea con fecha de vencimiento. La ley debería, en primer lugar, establecer un plazo a partir del cual los zoológicos sean extintos en la Provincia de Córdoba, y establecidos los refugios, santuarios y reservas necesarios para alojar los animales que hayan estado recluidos en los antiguos zoológicos. Ninguna discusión sobre el tema del cierre tendría visos de seriedad si no existiera la manifestación explícita de una fecha límite para su extinción. Este proceso de “cierre” o conversión tendría que comenzar de inmediato, después de la promulgación de esta ley por la Legislatura provincial, y tener un carácter gradual: podría llegar a durar, en nuestros cálculos, de cinco a diez años, tal vez más, hasta que el último desdichado ser que por cualquier razón no hubiera podido ser liberado de tan siniestro entorno haya llegado al final de sus días. El ex-zoológico, una vez convertido en parque ambiental, debería proveer a estos animales, desde el inicio de su transformación, de condiciones dignas de vida, las más cercanas al cielo, al agua, al verde y al suelo que la evolución de su especie y la naturaleza les asignaran una vez y de los que nunca debieran haber sido separados. Una vez convertido como decimos en un parque ambiental con fines educativos, debería mantener sus funciones de hospital veterinario y de asilo temporario de especies decomisadas del tráfico y domesticación ilegales. Se espera, por otra parte, que sea mantenido el personal del establecimiento. Este ha cumplido y deberá continuar cumpliendo una función fundamental: cada animal ha hecho una amistad con sus encargados, y estos conocen perfectamente a cada uno: no se puede pensar seriamente en eliminar estos lazos sin hacer peligrar el bienestar y la seguridad de los animales del establecimiento. Con seguridad habrá una demanda de personal especializado en medios audiovisuales y de comunicación que serán necesarios después de la conversión del zoológico para la utilización de nuevos medios. La liberación de los animales del zoológico es imperativa. Se deberá prohibir de inmediato la exhibición de animales para fines de entretenimiento, su reproducción, tráfico, transferencia o intercambio entre instituciones similares. En síntesis, el cierre del Zoológico no sería, así, un cese brusco. Debería ser concebido como un proceso gradual, pero también tener una fecha límite, y estar acompañado simultáneamente por la creación de reservas, refugios y santuarios. Debería haber una liberación paulatina, después de una evaluación de las condiciones de cada individuo y de cada especie, en un plazo previsible, de aquellos animales que puedan ser devueltos a la vida silvestre o a santuarios ya existentes. Hemos analizado el caso de los simios (las familias de monos carayá, papión sagrados, monos araña y monos tití, que absuelven, atrás de enormes barrotes, su miserable existencia en deprimentes calabozos), que podrían ser transferidos de manera inmediata a santuarios ya existentes en el país. También pensamos en las aves, anfibios y reptiles, entre otros, que pudieran ser devueltos a la vida silvestre. No podemos querer cerrar el zoológico sin pensar en las consecuencias. Por ejemplo, creer en soluciones mágicas, como la existencia de santuarios y de reservas en el exterior que solo existen en la imaginación de la gente, o si existen, apostar a que vayan a recibir nuestros animales, y en este último caso desconocer la existencia de una cantidad enorme de barreras burocráticas que pueden dificultar la exportación de estos animales a otros países, en condiciones de espera que harían peligrar su bienestar y su seguridad. Si esos santuarios aparecen, bienvenidos sean. Pero la responsabilidad es nuestra, y debemos asumirla: en primer lugar, los estados nacional, provincial y municipal, que fueron los creadores del problema. Las organizaciones formales, y las iniciativas informales como la nuestra están dispuestas a ayudar.

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