20/11/2021
Lo que quisiera ahora expresar no serviría si tomo un discurso en tercera persona hablando de El Templo de los Peludos, cuando es un humano, yo, quién trabajó, aprendió, asimiló, compartió y le dio forma y vida a este proyecto.
No en vano son más de 20 años de trabajo continuo con los perros y gatos de la ciudad. No me nombro proteccionista por rescatar un gato, llevarlo a mi casa y en poco tiempo regalárselo al primero que pasó. Me nombro proteccionista porque sin una fundación, sin pedir nunca una donación, pasaron más de mil quinientos animales por mi hogar, rescatados, recuperados y dados en adopción por medio de un proceso responsable.
No me considero proteccionista porque haya trabajado por un tiempo y remunerado en un lugar que hace labor social, me considero proteccionista porque mi trabajo siempre fue voluntario por más de 15 años en fundaciones y hogares de paso limpiando perreras y gateras, curando animales y ayudándolos en sus procesos de recuperación física y emocional.
SOY proteccionista porque no tengo un diploma en veterinaria, ni doctorados, ni maestrías, pero trabajé de las uñas con los médicos veterinarios precursores de lo que hoy son las jornadas de cirugías de esterilización de la ciudad.
En móviles de 1 mt x 1 mt, atendiendo 40 animales o más en una jornada, con una sola asistente que pagaba el distrito y mi persona que recibía las historias de cada animal y educaba sin descanso y por muuuuchos, muchos años. A cambio de qué? La satisfacción de ver el cambio en muchas vidas y la oportunidad de aprender de quienes ya pasaron por lo que tú estás viviendo en ese momento.
Si como proteccionista formada con las herramientas, el conocimiento, el trabajo fruto de años, decides un día invertir física, mental y monetariamente, en lo que desde sus inicios se visualizo como un grandísimo proyecto, lo que estás haciendo es dándole vida a una herramienta que trabaja desde lo más profundo de la problemática de una sobrepoblación animal.
Hasta aquí son suficientes las razones para afirmar que esto no se construyó de la nada no fue un proyecto de prueba.
Pero como no es una fundación, ni un centro de beneficencia, es un lugar que cobra por sus servicios, económico, pero cobra. Eso obliga a ese espacio a constituirse y legalizarce como empresa. Por lo tanto, tiene un RUT, una Cámara de Comercio y debe responder ante una renta.
Como empresa debe producir cierto monto de dinero para que se sostenga.
Si alguien decide invertir y empezar a vender arroz con leche a $100 y resulta que ese arroz llega a ser tan popular por su exquisitez, pero a su creador, después de muchos filtros que implican la producción y elaboración de ese arroz, sólo le llegan $14, no va a poder sostenerse por mucho tiempo.
Amigos, los miles de animales que pasaron por El Templo de los Peludos, tuvieron esa oportunidad porque mi patrimonio lo sostuvo, mucho más después de pandemia, cuando los insumos veterinarios triplicaron y hasta cuadruplicaron sus precios. Mientras yo no pude más que aumentar un pequeño porcentaje.
Este centro contrató especialistas veterinarios, le dio la oportunidad a personal en formación de hacer trabajo de campo y aprender de protección, educación y de sus propias disciplinas como en ningún otro lugar. Se dieron oportunidades que ninguna empresa le daría a quienes allí laboran, conociendo sus historiales de vida y se remuneró el trabajo muchísimo más que en centros veterinarios estrato 6.
Por eso se prestaba un servicio de excelencia, el equipo lo constituí yo, lo dirigí yo y lo preparé yo.
El Templo de Los Peludos sirvió de hogar de paso de cientos de gatos que eran atendidos domingo a domingo por más de 4 años por su rescatista, o sea yo. Sin asistente, sin nadie que me ayudara con aseo, recuperaciones y tareas infinitas de adopción. Mientras a la par, El Templo de los Peludos fue atendido por su propietaria, o sea yo, los 5 primeros años detrás de un mostrador recibiendo muchos miles de gatos y educando muchos miles de propietarios.
Es mi discurso el que se impartía, mi experiencia y mi aprendizaje el que cada uno se llevó a casa.
Si un día la enfermedad ataca tu cuerpo, te obliga a cambiar de ambiente, de clima y de actividad, y para poder seguir adelante y con la oportunidad de recuperarte, te vas y no esperas menos que con todo ese trabajo que ya hiciste se siguiera adelante con figuras remuneradas de especialización, administración y asistencia.
Desafortunadamente eso no se logró más que por unos dos años largos. La excelencia en el servicio nunca se vio deficiente, en cambio el sostenimiento físico del entorno se estancó y cayó en picada hasta terminar con todo un patrimonio.
Qué se supone que debe hacer una empresa quebrada para sostener sueldos, arriendos, insumos, servicios, abogados, contadores, etc etc.
Mágicamente después de un año la Secretaría de Salud me visita y aunque aparecemos como el mejor centro veterinario de la localidad (palabras de la funcionaria), con un protocolo de manejo veterinario, creado por mí y considerado por ella como el mejor que ha leído, fueron muchísimas las exigencias de trabajo de mantenimiento acumulado para seguir funcionando. Un mes de plazo para lograr una lista de dos páginas que me implicaba millones de pesos hacer realidad.
O la comida del mes de mis animales y la mía, o la compra de insumos para la siguiente jornada.
Esta es una historia digna de una "Crónica de una Muerte Anunciada".
El Templo murió, El Templo no tiene con qué pagar empleados, El Templo no tiene con qué comprar insumos, El Templo sin saberlo, tiene facturas atrasadas de meses que ahora debo no sé de dónde cancelar.
Una persona muy sabia en sus pensamientos me dijo "El que tiene tienda que la atienda", como yo no puedo atenderla, esa tienda se cierra. Yo respondo así mismo que prefiero empezar de cero y no vivir bajo la filosofía de "lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta".
Es un arma de doble filo, caer en la tentación de afirmar sobre una situación cuando sólo se conoce una versión. Mucho cuidado, tú no conoces las historias de vida de todas las personas que de alguna forma se cruzan en tu camino.
No es digno moralmente que rebajen la reputación y el nombre de alguien a afirmaciones sin medio fundamento.
Somos muchos a los que nos toca resignarnos. Somos muchos los que perdimos y tenemos que empezar de nuevo. Pero detrás de esta pantalla solo hay una persona a la que le quieren imponer responsabilidades que no le corresponden. Me perdonan la vida entera, pero no puedo con eso.
Solo espero que esta situación no llegue hasta el punto en que alguna persona se vea más afectada de lo que ya estamos todos.
Que cada uno siga su camino, es lo menos que puede suceder ahora.
El Templo cumplió su misión. Hasta aquí llegamos porque hasta aquí se pudo.