09/02/2025
El piloto no esperaba un pasajero inesperado en su vuelo esa mañana. Mientras preparaba su avión para una rutina de inspección aérea, no se dio cuenta de que algo, o más bien alguien, se había colado a bordo. No fue hasta que estuvo en el aire, a cientos de metros del suelo, que sintió un movimiento detrás de él. Girando ligeramente la cabeza, vio a un pequeño gato atigrado sentado tranquilamente, con los ojos fijos en el horizonte, lleno de curiosidad.
Al principio, se sorprendió, casi preocupado: ¿cómo había logrado este pequeño polizón subirse al avión sin que él lo notara? Pero su preocupación pronto se transformó en una mezcla de asombro y ternura. El gato parecía completamente a gusto, como si siempre hubiera estado destinado a volar por los cielos. Con cada giro y ligera turbulencia, el gato permanecía inmóvil, observando los paisajes cambiantes con una calma casi meditativa.
Cuando el piloto finalmente aterrizó, no tuvo el corazón para echar a su inesperado compañero de vuelo. En su lugar, decidió adoptarlo. Ese vuelo, aunque no planeado, marcó el comienzo de una amistad improbable pero profunda entre un hombre y un gato que se atrevió a desafiar la gravedad.