
25/12/2024
Eugenio Clase Se Baña Hoy: Crónica de un Milagro Navideño.
La insólita odisea de Eugenio Clase: Entre tazas de café y hojas de guineo seca.
En la pintoresca comunidad de La Loma de la Bestia, Puerto Plata, vive un personaje digno de los mejores cuentos de Gabriel García Márquez: Eugenio Clase. Su vida transcurre entre cafetales, gallinas, su yegua prístina y una filosofía de vida tan peculiar como las nubes que coronan su loma. Pero este 24 de diciembre, algo insólito y totalmente inesperado está a punto de ocurrir: Eugenio va a bañarse. Sí, leíste bien, querido lector, se va a BA-ÑAR.
El asunto no sería noticia si no fuera porque, según los archivos no oficiales de la comunidad (es decir, el chisme bien puesto), Eugenio llevaba exactamente un año entero sin "tirarse un cántaro de agua" encima. ¿El motivo? "¡Pa’ qué, si el monte me limpia!", decía siempre con su característica risa ronca y un diente sarroso que brillaba más que el sol del Caribe.
En efecto, Eugenio había desarrollado una relación muy especial con la naturaleza. Su "baño" consistía en dejar que la lluvia lo salpicara mientras recogía chinola, castreava sus colmena de abejas o podaba matas de plátano. Y cuando la naturaleza llamaba de otras maneras, él tenía su táctica infalible: una tuza (mazorca de maíz) y unas hojas de guineo secas que, según él, eran "lo más ecológico que existe para c***r en el monte".
Pero este año, la Navidad trajo consigo una sorpresa que haría tambalear los cimientos de la rutina de Eugenio: su vieja prometida, llegaba de España después de una larga ausencia. “Mi amorcito” –como solía llamarla por WhatsApp– le había anunciado su visita justo el día de Nochebuena. Y Eugenio, entre nervios y alegría, decidió hacer lo impensable: bañarse.
El evento histórico comenzó al amanecer. Eugenio, con su tradicional pantalón de lona y chancletas remendadas, se dirigió al único lugar donde podía acometer tamaña empresa: la pileta comunitaria. Los vecinos, incrédulos, se aglomeraron a una distancia prudente para ser testigos de la hazaña. Don Ramón, el colmadero, incluso apostó una libra de arroz a que Eugenio se arrepentiría y saldría corriendo antes de mojarse el trasero.
Con un cántaro lleno de agua fría que parecía extraída directamente del ártico, Eugenio procedió a enjabonarse con un pedazo de azul bolita que había heredado de su abuela. Entre risas y exclamaciones de los espectadores (“¡Mira, él tenía cuello!”, gritó alguien), Eugenio culminó su baño y declaró con solemnidad: “Ahora sí estoy listo pa’ mi española”.
Cuando Encarnación llegó esa tarde, se encontró con un Eugenio irreconocible. Su piel relucía como el café bien colado y su cabello, aunque un tanto rebelde, olía a menta fresca. Los vecinos, entre aplausos y carcajadas, brindaron con ron y pasteles en hojas por el amor y el milagro navideño.
Dicen que su vieja Española quedó tan encantada que no le importó la extraña filosofía de higiene de su amado. Y aunque nadie sabe si Eugenio mantuvo el hábito del baño, lo que sí es seguro es que esa Navidad fue una de las más inolvidables en La Loma de la Bestia.
Porque al final, no importa si te bañas todos los días o solo cuando llega tu prometida de ultramar. Lo que cuenta es el amor, la risa y, claro, las hojas de guineo seca que siempre están ahí para salvar el día.
Hoy, 24 de diciembre, fué un acontecimiento histórico sacudió las tranquilas tierras de la loma de la bestia: Eugenio Clase, conocido entre sus vecinos como el “Rey del Monte”, finalmente se dio un baño. Pero no se trató de un baño cualquiera, ni mucho menos. Este hito de higiénica magnitud ocurrió porque su prometida, llegó desde España después de un año de ausencia. Y para colmo de coincidencias, también cumplía un año sin pisar un baño con intenciones serias.
Según reportan los vecinos, Eugenio había optado por llevar un estilo de vida "naturalista extremo". Su rutina incluía el uso exclusivo del monte para “evacuar” (como lo llama él mismo), y su kit de limpieza estaba compuesto por hojas de guineo secas y tusas de maíz. "Yo soy un hombre de campo, y la naturaleza me entiende mejor que esos jabones perfumados", solía argumentar cuando alguien le preguntaba por su peculiar filosofía.
Pero hoy, Fué la llegada de su prometida sacó a relucir un lado diferente de Eugenio. A eso de las 8 de la mañana, se le vio cargando un balde de agua hacia el patio de la pileta, y no precisamente para regar las matas. Vestido con un pantalón corto que había visto mejores días, se dispuso a enjabonarse con una barra de azul de prusia (porque, según él, "eso mata cualquier germen"). Los vecinos se arremolinaron como si estuvieran presenciando un eclipse solar.
"¡Es un milagro navideño!", exclamó doña Fefa, quien llevaba meses rezando porque Eugenio descubriera la magia del agua y el jabón. Por su parte, el protagonista del día defendió su decisión: "Esto es por respeto a mi vieja. Ella viene de un país frío, y hay que recibirla decentemente."
La ceremonia de baño duró unos 45 minutos, tiempo durante el cual Eugenio no escatimó en cubos de agua y refriegas vigorosas. Incluso, algunos aseguran haber percibido un leve aroma a lavanda cuando pasó por la esquina rumbo a la terminal de autobuses para recoger a su prometida.
Cuando finalmente doña llegó, la emotiva reunión se vio acompañada de un abrazo que, según testigos, no hizo que nadie retrocediera por olor. "Mi fiero está cambiado", dijo la doña entre lágrimas. Y así, en este pueblo perdido del mundo, Eugenio Clase nos demostró que el amor conyugal puede obrar milagros, incluso los de agua y jabón.