16/03/2024
SENTIMIENTOS SOBRE LA EUTANASIA
Cada vez que comento sobre mi profesión, recibo comentarios como: “que lindo, es como pasar jugando todo el día…” “que hermoso estar con animales todos los días…” “ese era mi sueño…” “que hermosa profesión…” etc. y si, en muchos de esos comentarios se me dibuja una sonrisa, algunas veces invisible que me hace amar más mi profesión.
Pero lo que esa gente no sabe, es que también como veterinarios, tenemos días muy difíciles, incluso días que nos hacen dudar de nuestra profesión.
Al menos para mi, esos días en los que dudo, es el día que tengo que decir adiós a uno de mis pacientes.
Como veterinaria, me es inevitable no crear un vínculo con cada uno de mis pacientes, esos pacientes que me reciban con un meneo de cola como que se les fuera a salir la cola de su cuerpo, saltando cada vez más alto tratando de alcanzar mi cara para llenarme de lamidas, ronroneos mientras estás revisándoles, haciéndome sentir que soy parte de su familia y para mi, es un sentimiento mutuo.
Pero, después de unos años, unos más, otros menos, tienen una enfermedad degenerativa, sus medicamentos ya no están funcionando, tienen cáncer terminal, o simplemente llegó su hora, porque ya es un animalito que cumplió e incluso superó su promedio de vida. Es en ese preciso momento que siento que he fallado, cuando se me acaban las opciones para poder darle más días de vida, darles una calidad de vida.
Y llega esa llamada o WhatsApp, con un mensaje de “ya es hora”. Voy a la casa de mis clientes, entro al lugar donde me está esperando la mascota, muchas veces rodeada de toda su familia, algunos unidos hasta por una vídeollamada, donde veo rostros empapados de lágrimas, ojos llenos de recuerdos de sus mascotas, pero ojos que me indican que no están listos para dejarles partir a sus compañeros de aventuras e incluso sus compañeros de vida; en seguida veo los ojos de mi paciente, me brinda una mirada dulce y a la vez una mirada cansada de seguir luchando, una mirada que indica un pedido de ayuda. Y yo, soy la única en ese momento que puedo ayudar.
Automaticamente entro en un diálogo interno, convenciéndome que es parte de mi trabajo, que así es la vida, que soy la única que le puedo dar una muerte digna después de haber vivido como el rey o reina que fue, y si, es verdad todo ese diálogo, pero ¿estoy lista para esta parte de ser veterinaria? No, nunca lo estoy, en mi mente se pone “play”una mini película con todos los recuerdos de ese paciente y su familia, sintiendo como se va haciendo un n**o en la garganta y se van llenando de lágrimas mis ojos.
Pero tengo que ser fuerte, por mi paciente y por su familia que está pasando por este momento tan doloroso.
¿A qué rato se suplantó la mano llena de golosinas por una jeringa cargada con el medicamento para la eutanasia? Que rápido pasó el tiempo, hace pocos días todavía saliste a recibirme y ahora me esperaste acostado, con tu respiración débil y tu cuerpito chorreado sobre tu cama.
Después llega el momento de ponerte el estetoscopio en el corazón, un corazón que hace poco latía al ritmo del vaivén de tu cola, y ahora se confunde con los latidos acelerados de mi corazón por todo el esfuerzo que hago en no desmoronarme y convertirme en “un mar de lágrimas”.
Y ayer fue uno de esos días en mi profesión, me tocó dormirle a una paciente, que después de luchar por más de dos años, hoy me miró con esa mirada dulce y profunda de querer descansar en paz. Me tocó ser fuerte nuevamente, ayudarle a este ser excepcional a poder descansar en paz. ¿Estaba lista para despedirme nuevamente de un paciente? No, no estaba lista.
Descansa en paz Lula, tu veterinaria siempre va a estar muy orgullosa de ti y te recordará por siempre ❤️