08/09/2023
Pintxo y su compañera leal de muchos años, Indar, tenían una potra, la guapa Itaia. Como normal, cuando Itaia entró en su primer celo, Pintxo la echó de la banda. Se emparejó con el joven soltero Zabal y produjeron una potra, Birka. Con solo un año, Birka se empeñó en un soltero de paso, pero se quedó con Zabal e Itaia, algo poco común, pero era muy joven. Zabal pareció contento con su familia hasta marzo, cuando Itaia y Birka daban luz a sus potrillos durante la misma noche.
Las yeguas siempre se apartan de su banda para el parto, pero Birka tardó dos días al reencontrarse con Zabal e Itaia. Supongo que Zabal no se preocupó en buscarla porque es su hija y no debía ser con el como sea. Aunque no protestó cuando reaparecía, ya que tampoco le hizo mucho caso.
Un día, hace casi dos meses, Zabal, las dos yeguas y sus dos potrillos iban al charco, que está rodeado de mata densa y alta, al mismo tiempo que Pintxo e Indar. Había bastante confusión en la mata y al final salieron Indar, Itaia y su potrita seguidas por Pintxo. Zabal se olvidó de Birka y los persiguió ansioso (no sé si fue más por la preocupación de la seguridad de su hija o por la pérdida de la yegua). Pintxo se giró y sin examinar a Zabal, le embistió con rabia. Zabal huyó. Hay que ver que Pintxo es nuestro semental más mayor, con 14 años, mientras Zabal, con 7 años, está empezando su carrera como semental y fue una decisión sabia. Pero siguió por detrás de ellos. Cada vez que Pintxo podía verlo, le atacaba.
Esta situación incómoda se mantuvo durante dos o tres semanas. Cada cinco minutos, Pintxo atacaba a Zabal, pero nunca consiguió tocarle ni convencerle de desistir en perseguirlos. Zabal aprendió a quedarse a una distancia diplomática escondido en la mata mientras mantuvo la banda en vista. Pintxo perdió peso, Zabal no. Poco a poco, más por la conducta de Zabal que de Pintxo, los ataques disminuyeron hasta que Zabal podía estar en plena vista de Pintxo, pero con su distancia (unos 30 metros). Era más bien la situación que describe Linklater, un conflicto continuo e incómodo.
A los caballos no les gusta el conflicto y menos el conflicto continuo, buscan soluciones. Las cosas cambian, las emociones se calman. Vimos que el antagonismo de Pintxo llegó a una tolerancia de Zabal, pero Pintxo no había llegado a verle como aliado en la banda.
La primera indicación ocurría hace una semana. Estaba observando la banda de Pintxo cuando llegó la banda de Txito. Ahora Txito es un gran semental, en su mejor etapa de vida, y no tiene miedo de nadie, incluido Pintxo. Hay una potrita muy atrevida e independente en su banda, que al ver la de Itaia, iba a investigarla. Las dos empezaron de jugar como locas, galopando a tope entre las dos bandas hasta agotarse. Ambos se quedaron examinándose al lado de Itaia y Pintxo. Txito no estaba para perder a su hija, iba a recuperarla como el buen padre que es, preparado al invadir la banda de Pintxo. Pero quien intervino no fue Pintxo sino Zabal, que salió de su mata a enfrentarle. Había un encuentro ruidoso, con manos en el aire. La potrita decidió volver a la seguridad de su madre y en un momento todo se calmó. Txito volvió a su banda y Zabal a su mata. Pintxo, que no se había movido de las yeguas, iba tranquilo a Zabal, frotó su cuello contra el de Zabal y volvió a las yeguas.
Me interesó mucho este cambio en sus relaciones, pues pareció que Pintxo había dicho a Zabal “buen trabajo, amigo, gracias”. Había visto que los ataques habían disminuido y que Pintxo había, por fin, aceptado la posición de Zabal como satélite visible y constante de su banda. Pero no había visto ninguna señal de colaboración hasta esta.
En días pasados tuvimos más evidencias. Allí estaban Pintxo, las dos yeguas y la potrita, con Zabal a 30 metros de ellos. Vino un relincho alto. Pintxo no le hizo caso, pero Zabal iba a investigar. Salió de la mata con una potra, Cuacos, de un año y vagando de un lado a otro en la dispersión natal. La potrita de Itaia vino a ellos y los tres quedaron aparte comunicándose con mucho gusto. Cuando la potrita de Itaia se aburrió de esta conferencia, volvió a su madre y Cuacos se giró atrás. Zabal la siguió cabeza abajo recogiéndola mientras intentaba escapar. Zabal se calentó asustándola más y los dos galoparon arriba y abajo. Nos costó unos minutos para darnos cuenta de que no estaba recogiéndola para sí mismo sino para incorporarla a la banda de Pintxo. Creo que ella tampoco tenía claro dónde irse, pues le costó a Zabal un buen trabajo. Al final consiguió entregarla a Pintxo, que en su torno bajó su cabeza al suelo para recogerla con las demás. Zabal lo miró contento. Hoy Cuacos no está con ellos, tampoco está con Zabal, que ha resumido su rol del Ministro de Extranjería de la banda. Hemos visto un par de veces cuando Pintxo le encuentra en la mata (están en la parte alta, que es todo brezo) y se saludan amigablemente.
He visto cómo esta relación negativa ha evolucionado a una positiva. La persistencia de Zabal es impresionante y me parece que no está ocasionada por un amor infinito de Itaia, sino por la preocupación hacia la seguridad de su hija tan pequeña.
Claro, no tengo ni idea si esta es la manera normal en la que se forman estas bandas: que una yegua decide irse a otra banda con un potrito pequeño y el padre los sigue. Lo que sí que sé es que, por norma, un semental no está tan persistente si pierde solo una yegua a otro semental. Parece que se enfadan un momento y luego aceptan que ella puede escoger a quién quiera, sin rencor. Una hija es diferente, por lo menos cuando es pequeña. Es el deber del padre cuidarla. Pero lo que me ha impresionado es cómo los dos sementales llegaron primero a una tregua cómoda para los dos y luego a una colaboración amistosa. O sea, al final es Claudia Feh la que gana mi voto.
Lo que sigue pareciendo un poco raro es que Itaia, que ya tiene siete años, ha decidido volver a vivir con su madre. Espero que la próxima primavera vuelva a Zabal, ya que Pintxo no la va a cubrir. Por cierto, la persistencia de Zabal merita alguna recompensa.
Lo que impresiona a la gente, que tiene la suerte de ver estos episodios, es la sabiduría, la y la inteligencia emocional que demuestran los sementales a pesar de su tendencia de calentarse en los primeros momentos y cuando su paz se disturba. Se dan cuenta también por qué el semental doméstico, tan a menudo deprimido de cualquier educación social y de cualquier posibilidad de completar el rol que le dicta su naturaleza genética, no puede llegar a esta inteligencia emocional. Le queda solo la depresión (que sirve bien a la gente, no da guerra) o la frustración que le lleva a las explosiones emocionales que no saben gestionar.