28/11/2021
Escribir “Por si las voces vuelven” (ibit.ly/TFYy) creo que ha sido el ejercicio más agotador al que me he enfrentado nunca por muchos motivos.
No sólo por el hecho de tener que viajar al pasado para remover todo lo que pasó en aquellas fechas sino para tratar de poner orden y sobre todo conseguir, o por lo menos intentar, que mi historia se entendiera, pudiera servirle a alguien de algo y fuese mucho más que un recopilatorio de anécdotas.
Tuve que desenterrar recuerdos, abrir puertas que me había prometido no volver a abrir jamás y escribir con total sinceridad aunque hacerlo pudiera suponer meterme en jardines con los que quizá no todo el mundo esté de acuerdo.
Pero me prometí a mi mismo escribir el libro que yo hubiese deseado encontrar cuando era incapaz de ver la luz y teniendo en cuenta que cada minuto que dedique alguien a leerlo es un tiempo que me está regalando y no quería que hubiese ni un solo párrafo que simplemente estuviese escrito por rellenar el folio un poco más.
El proceso fue largo, cansado y en ocasiones muy muy duro.
Y aunque todo el tiempo fui consciente de lo importante que era para mi que cada una de las letras que hubiese en ese libro tuviese una intención real más allá de “entretener” creo que no fue hasta que mi editora me llamó con una pregunta que yo todavía no me había hecho:
“¿A quién se lo dedicarás?”
En ese momento me di cuenta de lo importante que estaba siendo para mí el proceso en el que estaba metido.
Algún conocido me dijo:
“Es la dedicatoria. Tampoco te mates”
Sin embargo yo necesitaba que cualquiera que leyese el libro, entendiera que incluso a la dedicatoria le había dedicado muchas muchas horas.
Hoy he abierto el libro para mirar con calma la dedicatoria y no imagináis lo feliz que me ha hecho no haber caso a aquel conocido.
Ojalá, cuando leáis el libro, podáis notar el cariño que le he puesto a cada palabra.
Pasad buen finde.
Nos vemos el martes.
Un día antes de que se publiqué el libro.
Por cierto…
Esta es la dedicatoria.