05/12/2023
Tristemente resulta que hay un enorme índice de suicidio en la profesión veterinaria, siendo el riesgo más de cuatro veces superior a la media de la población.
Ahí es nada.
Hasta hay una asociación mundial Not One More Vet (NOMV) cuya misión es dar visibilidad al problema y mejorar la salud mental veterinaria, a través de formación, recursos y soporte al colectivo.
Toda esta "movida" puede extrañar al público en general, pero no al Veterinario en particular. Porque nosotros sabemos lo que vivimos, en el pasado, el presente y el futuro. Sabemos lo que se nos exige, lo que se espera de nosotros y a qué precio. En grupos específicos, de Facebook o de Whassap no se habla de otra cosa: "Me rindo, dejo la clínica, voy a poner por delante mi vida". "Prefiero trabajar en un supermercado". "Dejo la profesión". "Dejo las urgencias". "Se traspasa". Y las respuestas no son: "Estás loca" "¿Cómo se te ocurre?" "Tirar por la borda tu carrera!" Que va, los compañeros responden: "Haces bien" "Ole por ti" "Hace un año tomé esa decisión y fue la mejor de mi vida". Vamos, como si se hablase de dejar las dr**as, el alcohol, o cualquier cosa que nos está haciendo mucho daño.
Es muy triste, porque estas dejando la carrera con la que soñaste, para la cual estudiaste, te formaste y empleaste tu vida, por tu estabilidad mental, porque no puedes con tanta presión.
Existen factores comunes al resto de profesiones sanitarias, cuyo índice de suicidio ya es el doble de lo normal, como pueden ser la relación diaria con la enfermedad y la muerte, la presentación de casos difíciles, que te llevan a casa pensando en ellos, en como puedes ayudar o qué podrías haber hecho mejor. Empatizar con el paciente y sufrir mucho por él. En nuestro caso sufres por el paciente y también por el cliente, que llora, te abraza, te suplica.
Los horarios e imposibilidad de conciliación, que también es común a otras profesiones. Quedarte un poco más porque timbran cuando ya te ibas, abrir un poco antes, salir en medio de la noche a atender una urgencia, la tarde del Sábado cuando ibas a entrar en el cine o el Domingo en plena comida familiar.
Y dirán, es tu trabajo, no ofrezcas urgencias. Y las ofreces de mil amores para el cliente fiel cuyo perro está intoxicado o sufrió un atropello. Pero atiendes también al que no lo es, que despotrica de tu clínica, pero el fin de semana como el suyo decidió cerrar viene con el perro vomitando y protesta como el que más por los 100 € de consulta de urgencia y tratamiento.
Porque quizá estos sean los peores aspectos, los que afectan en exclusiva al veterinario y no al resto de profesiones sanitarias. Entre los que están la eutanasia, que es exclusiva nuestra y personalmente fue de las que más me costó al principio y sobre todo los problemas económicos.
Por un lado el querer y no poder. Que hace falta radiografía, ecografía, una cirugía o una simple analítica y que el dueño no pueda o quiera pagarlo. Y el caso quede inconcluso o con un "parche" por este motivo. Es extremadamente frecuente y muy desmoralizador.
Y por otro la constante pelea con el cliente ¡que no con el paciente! por el dinero. Cuando empecé a trabajar en clínica, con cero de experiencia y me quedaba sola por las noches a atender urgencias, me asustaba más el momento del pago que la dificultad del caso que se pudiera presentar.
Porque con el animal y su problema podía arreglarme, mejor o peor, con más o menos éxito, pero dependía de mi misma. Ahora el momento de hacer la cuenta, que resulten varios cientos de euros y tener que decírselo al propietario me daba verdadero pánico, porque muy pocos decían: "Es lo justo, es domingo". Pocos agitaban la cabeza y protestaban un poco pero pagaban sin más. Pero eran muchos los que armaban la de dios, pedían explicaciones y te ponian entre la espada y la pared, pues tú eras una empleada y ni siquiera era tu tarifa. Cantidad de veces se iban sin pagar, con el follón consecuente. Y el mal cuerpo que te dejan después de tirar por la borda tu dedicación y el trabajo realizado.
Y luego está el poner el interés del animal por encima del tuyo propio, recoger la camada de gatos que te dejaron en la puerta de la clinica y darles biberones cada 2 horas, mientras tu propio hijo se tiene que quedar unas horas más en la guardería porque la sala de espera está llena o tener que explicar al " bienhechor" malhumorado porqué no puedes hacerte cargo altruistamente del perro herifo que encontró en la calle porque estás trabajando horas extras no remuneradas para atender al de la semana pasada.
Todo esto debería explicarse en la facultad y seguiría siendo lo mismo pero por lo menos no te pilla de sorpresa.También deberían explicarte técnicas de manejo del cliente, para saber enfocar y gestionar el momento del cobro, entre otros muchos.
Porque haces prácticas de radiografías, cirugías o puntos de sutura,incluso te enseñan como manejar al paciente, pero nadie te enseña a " manejar" al cliente. Como defenderte, como explicárselo, como gestionar tus sentimientos. Porque entonces, cuando con 24 años, un título recién estrenado y un trabajo en clínica te encuentres con un problema de impago, pierdas a tu primer paciente, o te enfrentes a la crítica del cliente e incluso a su agresividad, no te pille desprevenida y sepas gestionarlo. Y así poder vivir feliz DE tu profesión y no A PESAR de ella.