29/01/2024
Acudimos a la llamada de un macho montés herido a 200m con un 338; el animal bajó, dejando sangre a lo largo de 500m en dirección a un carril. Aunque no lo vieron salir, al llegar confirmaron el rastro, observando también a él y a otros 2 machos que le acompañaban por una vaguada contigua, recorriendo otros 500m de dura subida. Al llegar al lugar, ya no dieron con el rastro, por lo que nos llamaron.
Al poner a July en la sangre, lo siguió rápidamente. El guía me decía que era el de bajada, lo cual me extrañó, pero a medio camino, July giró a la izquierda en dirección a la vaguada, lo que me hizo comprender que el animal volvió sobre sus pasos. Al llegar a donde los vieron perderse, hallamos una gota de sangre, que fue la última. La perra siguió por una ladera, faldeando hasta llegar a un pinar con una capa de romero a la altura del pecho, haciendo imposible ver nada. Sin embargo, oí su cencerrito a la derecha a varias decenas de metros, cuando de repente levantamos otro macho delante que la perra descartó por sano y volvió a su dirección. Cuando escuchamos otro alboroto entre la densa vegetación y suponiendo que podía ser el animal herido, quisimos rodearlo para hacerlo salir. Cuando salió a mucha distancia, pudimos dispararlo y cayendo... ¿o no?
Nos dirigimos al lugar, con la mala suerte de que resbalé y se me salió un hombro. Me lo coloqué y seguimos la marcha. Al llegar, el macho no estaba. Continuamos el rastro y a los 50m escuché la ladra de mis compañeros, a la que acudí lo más rápido que pude para rematar al animal y evitar que sufriera. 3km después, con una herida de paleta y un segundo disparo, conseguimos concluir nuestra labor.