27/10/2024
Tengo que reconocer que aunque sé perfectamente que a ti te gustaría que ahora mismo estuviera con una sonrisa en mi cara, no puedo evitar que las lágrimas se escapen de mis ojos. El día que te fuiste fue, sin duda, uno de los peores de mi vida. Ahí estábamos, en el veterinario, tú respirabas tranquilo y me mirabas. Con esa dulce mirada que ni siquiera perdiste en tus últimos momentos de vida. Me mirabas agradeciéndome la vida que te había dado. Tu mirada lo decía todo. Antes de llegar a casa lo habías pasado mal, gente sin corazón te había maltratado durante años y aún no me puedo explicar (creo que jamás podré entenderlo) como alguien fue capaz de hacer daño a un alma tan pura como tú. Pero entonces te recogí de aquel chenil y poco a poco fuiste superando miedos, volviste a confiar en el ser humano. Confiaste en mí.