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01/01/2024
23/12/2023

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20/12/2023

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La hepatitis crónica (HC) puede afectar a perros de cualquier raza, y su inicio puede ser insidioso. La HC progresa hacia una fase terminal de cirrosis, caracterizada por el desarrollo significativo de fibrosis y por la presencia de áreas de regeneración nodular.

💠Etiología

En la mayoría de los perros con HC la etiología no se puede determinar, por lo que se emite el diagnóstico de HC idiopática, pero existen algunas causas posibles que merecen ser mencionadas.
Aunque en diversos estudios no se ha podido identificar la presencia de virus hepatotropos en perros con HC, sí se han observado evidencias histopatológicas/o serológicas de bacterias del género Leptospira en perros de laboratorio y, recientemente, se han identificado con métodos moleculares organismos leptospirales en perros con hepatitis granulomatosa. Se desconoce si la HC está causada por el propio organismo o por la reacción inmunitaria frente al mismo. Mientras que la leishmaniosis se ha asociado con la HC granulomatosa, otras infecciones producidas por bacterias (Bartonella), rickettsias (Ehrlichia, Anaplasma) o protozoos (Neospora, Toxoplasma, Sarcocystis) también pueden causar una HC. No obstante, lo más frecuente es que estas infecciones sean agudas o subagudas y se correspondan con un proceso sistémico.

Hay diversos fármacos y suplementos que podrían causar una HC en el perro, la mayoría de estos fármacos originan una hepatitis aguda, aunque algunos pueden dar lugar a HC; como es el caso de los anticonvulsivos (fenobarbital, primidona y fenitoína), el oxibendazol, la lomustina (CCNU), la amiodarona, el mitotano y los AINE. La toxicidad por cobre (Cu) también es una posible etiología. Normalmente, muchos perros ingieren un exceso de (Cu) en el alimento. El Cu que llega al hígado se tiene que adherir a las proteínas de unión al Cu, o bien, se excreta a través de la bilis; ya que el Cu libre genera un estrés oxidativo que conduce a la muerte hepatocelular. La concentración normal de Cu en el tejido hepático en el perro es de 120-400 µg/g de peso seco (PS).
El daño hepático (evidenciado por el aumento de la actividad de la alanina aminotransferasa (ALT) sérica y por las alteraciones morfológicas) comienza cuando el nivel de Cu supera los 1.000 µg/g PS, y la lesión queda instaurada cuando las concentraciones son iguales o superiores a los 1.500 µg/g PS. Sin embargo, la gravedad de la lesión y la sintomatología varían entre individuos. Algunos perros con un nivel tóxico de Cu hepático no presentan evidencias de lesión hepática, mientras que otros, solo con un leve aumento de su concentración, tienen lesiones graves. Aunque cualquier raza puede presentar acúmulos de Cu, parece existir una predisposición racial. En algunas razas, como el Bedlington Terrier, el Cu se acumula en el hígado debido a aberraciones genéticas en proteínas relacionadas con su metabolismo.

Sin embargo, cada vez hay más evidencias que sugieren que el exceso de Cu en los alimentos también contribuye a la mayor incidencia de HC asociada al Cu (HC-Cu), descrita en las últimas dos décadas. Hace unos 20 años, muchas empresas de alimentos para mascotas sustituyeron el óxido de Cu (de muy baja biodisponibilidad) por Cu quelado, cuya biodisponibilidad es mayor. Este cambio, sumado al hecho de que el National Research Council no ha establecido un límite máximo de Cu alimentario, ha llevado a que algunos alimentos comerciales tengan un exceso de Cu de elevada biodisponibilidad. En Europa, la FEDIAF1 sí ha establecido la concentración máxima de Cu en alimentos para perros, aunque hay estudios que sugieren que los perros, particularmente de razas predispuestas, pueden presentar acúmulos de Cu hepático con alimentos con un nivel de Cu inferior a dicho límite. Para diagnosticar la HC-Cu es necesaria la toma de biopsias para su estudio histopatológico y evidenciar la presencia de una HC, junto con el acúmulo de Cu visible mediante la tinción de rodanina, principalmente en hepatocitos centrolobulillares, además de la presencia de una concentración de Cu elevada en el tejido hepático (> 400 µg/g PS, generalmente >1.000 µg/g PS).

No obstante, existen ciertas dificultades en el diagnóstico de HC-Cu. Entre ellas cabe destacar el hecho de que la concentración de Cu no es uniforme entre los distintos lóbulos, además, en las zonas de fibrosis significativa hay una menor cantidad de Cu, y en los nódulos de regeneración no hay depósitos de cobre, a lo que se suma la difícil determinación de la distribución lobulillar en fases tardías inflamatorias/fibróticas.

💠Reseña y signos clínicos

La HC generalmente es una enfermedad de perros de mediana edad, pero se ha descrito en perros jóvenes, de al menos 5 meses de edad, y en perros mayores, de hasta 17 años. Existe una predisposición en hembras de raza Labrador, Dóberman, Dálmata y Springer Spaniel inglés, y en machos de raza Cocker Spaniel.
Los signos clínicos más frecuentes son inespecíficos e incluyen la letargia/depresión y anorexia. La poliuria y la polidipsia (PU/PD) son dos de los primeros signos en aparecer. Los signos más específicos de enfermedad hepática, como ictericia, la encefalopatía hepática y ascitis, son menos frecuentes y suelen indicar una fase avanzada de la enfermedad. Debido a la elevada capacidad de reserva del hígado, la HC muchas veces es subclínica y se sospecha su presencia cuando en los análisis de sangre rutinarios se detecta un aumento de la actividad de las enzimas hepáticas. En ese momento, se debe investigar el diagnóstico de HC, ya que si la enfermedad avanza el tratamiento suele ser menos satisfactorio.

💠Patología clínica

La determinación de la ALT es la mejor prueba para detectar HC, aunque su sensibilidad es solo del 70-80%. Por tanto, se pueden encontrar lesiones histológicas significativas, aunque no haya un aumento de la ALT. El aumento de la actividad de la ALT suele ser de mayor magnitud que el aumento de la actividad de la fosfatasa alcalina (FA), además, la FA se eleva posteriormente, en fases tardías de la enfermedad. Cuando la cirrosis se encuentra avanzada, es posible que se agote la liberación de enzimas, puesto que los hepatocitos son sustituidos por tejido fibroso.

💠 Pruebas de Imagen

Las radiografías del hígado de perros con HC suelen ser normales, por lo que siempre que se sospeche una HC, la ecografía debería formar parte de la investigación rutinaria. Es importante señalar que varios estudios han indicado que no hay unos criterios ecográficos que permitan predecir la presencia de HC; de hecho, a pesar de que la enfermedad pueda estar avanzada, el hígado puede presentar una apariencia ecográfica normal.
En la HC avanzada, el tamaño hepático puede estar reducido, con bordes irregulares y signos de hipertensión, como ascitis, edema (especialmente visible en la vesícula biliar y en el páncreas), la disminución de la velocidad del flujo portal (velocidad media < 10 cm/s, frente a la media normal de 10,5-25,7 cm/s), flujo que se aleja del hígado (hepatofugal) y la visualización de MSPA, que suelen presentarse como un plexo complejo de pequeños vasos tortuosos localizados caudalmente al riñón izquierdo.

💠Obtención de la muestra de biopsia

El diagnóstico de HC requiere la obtención de una muestra de tejido hepático. Los aspirados con aguja fina no son apropiados para realizar un diagnóstico, y muchas veces pueden llevar a una clasificación errónea del proceso patológico. La biopsia percutánea ecoguiada con aguja de gran calibre (14 o 16G) permite obtener muestras adecuadas para el diagnóstico, siempre que se realicen varias punciones, sin embargo, es cuestionable la precisión diagnóstica de las biopsias con aguja de 18G, ya que se obtienen muestras relativamente pequeñas, que se pueden fragmentar en caso de fibrosis y es posible no acceder a lesiones localizadas en otros lóbulos hepáticos menos accesibles, como el medial o el lateral izquierdo. Esto supone un problema, puesto que muchas veces existe una gran heterogeneidad, en términos de gravedad histológica y acumulación de Cu, entre los diferentes lóbulos. En términos generales, para diagnosticar con precisión la HC es necesario que el patólogo evalúe 10-12 regiones portales, lo que puede resultar difícil de obtener a menos que se realicen múltiples biopsias percutáneas. No obstante, hay que tener en cuenta que la obtención de múltiples biopsias puede aumentar el riesgo de hemorragia.

La laparoscopia es la técnica de elección para la obtención de biopsias hepáticas. Esta técnica permite realizar una valoración macroscópica de todo el hígado, del sistema biliar extrahepático y de las estructuras que lo rodean, y se pueden tomar varias muestras de gran tamaño y obtener una media de 16-18 triadas portales por cada muestra de biopsia. Para diagnosticar HC se deben obtener cinco muestras de al menos dos lóbulos diferentes; tres para la evaluación histopatológica, una para el cultivo aerobio/anaerobio y otra para la cuantificación de metales pesados.

Los riesgos de la biopsia incluyen las complicaciones anestésicas (especialmente en pacientes con enfermedad hepática de fase avanzada), hemorragia, embolia aérea (en caso de laparoscopia), infección, neumotórax y shock vagal. La hemorragia es la principal complicación. Resulta difícil valorar el riesgo de hemorragia cuando los perros con enfermedad hepática presentan deficiencias de pro- y anti-coagulantes, así como de reguladores de la fibrinolisis. Cerca del 40% de los perros afectados presentan un aumento en el tiempo de protrombina (TP) y en el tiempo de tromboplastina parcial activado (TTPa). Muchos pacientes también tienen una disminución de la actividad del fibrinógeno, de la antitrombina y de la proteína C y, a veces, pueden presentar anemia y trombocitopenia leves.

La biopsia hepática percutánea ecoguiada, conlleva un mayor riesgo de hemorragia que otras técnicas, en las que se puede controlar la hemostasia localmente (p. ej., la laparoscopia), aunque el riesgo de complicaciones (definido como la necesidad de una transfusión sanguínea o de fluidoterapia de reanimación) parece ser bajo (del 1-5%) con ambas técnicas.

Se desconoce si en pacientes de alto riesgo la implementación de medidas terapéuticas (como la administración de productos sanguíneos o de vitamina K) disminuye el riesgo de hemorragia asociado a la obtención de muestras hepáticas. La excepción a esto la constituye el perro con baja actividad del factor de von Willebrand, al que se debería administrar crioprecipitado y desmopresina. Por consiguiente, en perros de elevado riesgo, se recomienda ser estrictamente cautelosos durante el procedimiento y controlar estrechamente al paciente en el hospital durante las 12 horas siguientes a la toma de la biopsia, así como disponer de productos sanguíneos para utilizarlos en caso necesario.

💠Tratamiento

El tratamiento está orientado hacia la etiología. Los agentes infecciosos sospechosos se deben tratar con la terapia antimicrobiana adecuada y se deben eliminar del entorno del perro las sustancias tóxicas y los medicamentos. Cualquier aumento de Cu hepático en un perro con HC se debe tratar. El tratamiento de la HC-Cu, incluye la restricción de Cu alimentario y el uso de quelantes del Cu para evitar su absorción intestinal (penicilamina y zinc). Está indicada la administración simultánea de hepatoprotectores y de antioxidantes (S-adenosilmetionina, vitamina E +/- ácido ursodesoxicólico). Algunos perros con HC-Cu presentan un intenso infiltrado inflamatorio y pueden ser beneficiosos los tratamientos de corta duración con corticoesteroides.

Los perros de raza Bedlington Terrier y Dálmata y los perros jóvenes con niveles de Cu hepático bastante elevados (> 3.000 µg/g MS) probablemente requieran tratamiento dietético de por vida junto con la administración de quelantes del Cu. En otros perros, no se ha definido bien el tiempo necesario para normalizar el equilibrio de Cu con penicilamina y una dieta baja en cobre. Algunos estudios en el Labrador Retriever sugieren que la duración del uso de quelantes está relacionada con la concentración inicial de Cu hepático, de forma que se necesitan 6, 9 y más de 12 meses cuando dicha concentración es de 1.000, 1.500 y 2.000 µg/g PS, respectivamente. Se desconoce si esto también es así en otras razas. Según la opinión de los expertos, en algunos perros, independientemente de su concentración de Cu hepático, los niveles de Cu disminuyen más fácilmente.

Idealmente, para decidir la interrupción del uso de quelantes del Cu se debería repetir la biopsia para determinar cuantitativa y cualitativamente el nivel de Cu hepático. Si esto no es posible, en su lugar, se puede utilizar como marcador la concentración sérica de ALT teniendo en cuenta que los niveles pueden ser normales a pesar de existir una inflamación a nivel histológico; por lo que los quelantes se deberían continuar unos 2-3 meses después de haberse normalizado la concentración de ALT.

En algunos perros, aunque el equilibrio del Cu se normalice, la ALT sérica y los hallazgos histológicos pueden seguir indicando la persistencia de la enfermedad inflamatoria. Estos perros, o bien no tienen una HC-Cu, o la lesión hepática ha dado lugar a la exposición de epítopos nuevos, con la consecuente autoperpetuación de la enfermedad inmune.

Por regla general, a los perros afectados se les administra una dieta baja en Cu, aunque muchas veces esta medida no es suficiente como para mantener un nivel normal de Cu hepático. Sin embargo, es complicado predecir qué perros son los que necesitarán un tratamiento adicional. Generalmente, los perros con una concentración inicial de Cu elevada (> 2.000 µg/g), con antecedentes familiares de HC-Cu o con una concentración sérica de ALT que no se normaliza tras utilizar quelantes durante 6-8 meses, suelen necesitar un tratamiento con penicilamina o zinc, además de una dieta baja en Cu.

Algunos estudios sugieren que los perros con HC-Cu realmente tienen una enfermedad inmunomediada y pueden responder al tratamiento adecuado, pero no se han realizado ensayos clínicos prospectivos de inmunosupresión en la HC con sospecha de origen inmunitario. Se ha promovido el tratamiento con corticoesteroides, azatioprina, micofenolato y ciclospo***a en perros con sospecha de hepatitis inmunomediada (Tabla 5), aunque no se ha evaluado ninguno de estos fármacos en ensayos clínicos prospectivos. Es frecuente que los perros en los que se sospecha una enfermedad inmunomediada reciban un tratamiento simultáneo con hepatoprotectores.

Una vez más, el momento óptimo para determinar el final del tratamiento debería basarse en la normalización de la histología hepática, pero esto no suele ser posible, por lo que, como alternativa, se puede utilizar la actividad de la ALT como marcador. Se desconoce el tiempo necesario para la remisión de la HC inmunomediada en el perro. En el ser humano, las enzimas pueden tardar en controlarse 2-3 años, aunque se ha observado una mejor respuesta a largo plazo cuando las enzimas se consiguen controlar en 3 meses. Como la mejoría histológica es posterior a la mejoría clínica y laboratorial (unos 3-8 meses después en personas), los ajustes del tratamiento se deben continuar después de la remisión laboratorial durante varios meses antes de finalizar el tratamiento. Lo apropiado a la hora de considerar reducir la dosis del tratamiento es esperar a que los parámetros de laboratorio se mantengan dentro de los intervalos de referencia durante 12-18 meses. Se desconoce el porcentaje de recaídas en el perro, pero en el ser humano, es de hasta el 50%. Muchas veces, la enfermedad se vuelve a controlar rápidamente al reinstaurar el tratamiento inicial.

💠Pronóstico y complicaciones

Una vez que la HC se ha diagnosticado en un perro, la enfermedad generalmente es progresiva. Los factores clínico-patológicos asociados a un peor pronóstico fueron la hiperbilirrubinemia, el aumento del TP y del TTPa, y la hipoalbuminemia. La presencia de ascitis y el grado de fibrosis en la biopsia también son signos de un pronóstico negativo; la única excepción puede encontrarse en el Cocker Spaniel con HC, puesto que puede tener ascitis y una esperanza de vida prolongada.

Las complicaciones de la HC en el perro incluyen hipertensión portal, ascitis, encefalopatía hepática, úlceras gastrointestinales y coagulopatías (tanto la hemorragia como la trombosis). La hemorragia es más frecuente en la fase terminal de la enfermedad, y la trombosis suele ser más frecuente cuando están involucrados otros factores protrombóticos, como la inflamación sistémica, la cirugía o el tratamiento con corticoesteroides.
La HC puede afectar a cualquier raza canina y el inicio puede ser insidioso. Se pueden encontrar lesiones histológicas significativas sin que exista un aumento de las enzimas hepáticas séricas. Se necesitan múltiples muestras de biopsia para emitir un diagnóstico definitivo, aunque la biopsia puede conllevar algunos riesgos para el paciente. Siempre que sea posible, el tratamiento debe dirigirse hacia la etiología, aunque en muchos casos no se identifica un agente causal y el tratamiento debe continuarse meses después de la resolución de los signos clínicos.

Autora: Cynthia RL Webster. Royal Canin.

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11/12/2023

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30/11/2023

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14/11/2023
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03/11/2023

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02/11/2023
22/10/2023

Causas de la m***a en caninos.

La m***a es un comportamiento normal mostrado por la mayoría de los perros. Lo realizan hacia otros perros, animales, personas y objetos, tales como mantas, camas para perros y juguetes. Lamentablemente se suele asociar sólo con problemas de dominancia y motivaciones sexuales de manera muy frecuente, pero es necesario entender que existen múltiples causas que poco o nada tienen que ver con éstas.
En cachorros muchos hemos visto que hembras y machos suelen m***ar a sus compañeros de camada, compañeros de juego, gente y hasta sus juguetes. En ellos se ha estudiado que la función de este comportamiento podría servir en ocasiones como práctica para futuros encuentros sexuales y por tanto forma parte del repertorio de juego sexual. Posteriormente, al alcanzar la madurez y si se da el contexto, empiezan a m***ar a otros perros ya con fines reproductivos.
Por otro lado, incluso después de que están castrados o esterilizados, muchos perros machos y hembras m***an de igual manera e incluso llegarían a instancias como la masturbación, porque su aprendizaje les ha mostrado que el despliegue de este comportamiento les hace sentir bien o les hace tranquilizarse frente a determinado estímulo.
Por tanto es bueno enumerar las diferentes causas que describo a continuación y es muy importante de tener en cuenta antes de "etiquetar" esta conducta:

Comportamiento sexual
Es parte del comportamiento sexual normal en animales enteros y algunos castrados. Este tipo de m***a suele ir acompañado de un lenguaje corporal destinado al cortejo (cola hacia arriba, orejas rotadas hacia atrás, lamidos, llamadas de atención con la pata, reverencia de juego), dirigida a perros, otros animales e incluso personas si no han socializado lo suficiente con sus congéneres. Suele incluir empuje pélvico y hasta ey*******ón si se trata de machos. En casos determinados se da en machos castrados preferentemente de manera tardía, y que ya han tenido experiencia sexual previa, aunque no excluye a animales castrados tempranamente.

Juego. Alegría. Búsqueda de atención
Algunos perros m***an a otros para solicitar juego a sus pares o personas. Algunos perros con déficit sociales parecieran no saber cómo jugar bien y manejar su sobreexcitación en estas actividades demostrando su euforia con este comportamiento, que puede llegar a ser repetitivo y molesto para los otros perros. También algunos la despliegan con el fin de buscar atención y puede llegar a ser reforzada inadvertidamente por el blanco de esta conducta, en el intento de sacárselo de encima.

Trastornos compulsivos
La m***a puede convertirse en un hábito compulsivo cuando es en respuesta al estrés y este se mantiene de forma crónica y/o intensa. La diferencia con las otras categorías es que en este caso se interfiere con la vida normal de la mascota: su alimentación, juego, vinculación social y con el entorno y/o puede provocarse lesiones físicas.

Comportamiento social
Cuando un perro conoce a un congénere u otros animales puede m***ar, como una forma de mostrar control social. Es importante en este caso entender bien la situación en la que sucede para no caer en errores de interpretación, ya que sucede pocas veces y los contextos son muy acotados. Aquí entra en juego la experiencia y objetividad del observador.

Respuesta al estrés o excitación

Algunos perros responden a situaciones estresantes o emocionantes m***ando o masturbándose. Por ejemplo, después de conocer a un nuevo perro o persona un perro excitado y emocionado puede m***ar a otro perro, a su tutor, a la otra persona, o a un objeto cercano. Así mismo si se sienten confundidos, sobrepasados o agotados por una situación que puede ser de juego, entrenamiento intenso, por ejemplo.

Problemas médicos
Infecciones del tracto urinario, incontinencia urinaria, priapismo (erecciones persistentes a menudo dolorosas), alergias en la piel y hasta problemas neurológicos pueden influir en el comportamiento de m***a de un perro. Pueden ser graves si no se tratan correctamente, si son crónicos y por tanto requieren atención veterinaria. Normalmente se acompañan de lamido excesivo del área ge***al.

Si la m***a interfiere en la vida del perro, no lo deja comer o realizar sus actividades normales, hay que descartar cualquier problema orgánico o enfermedad física y luego de haber descartado estos problemas, recurrir con el profesional encargado d esta área, el Etólogo Clínico para realizar un abordaje multimodal.
Por otro lado, es necesario entender que puede ser una conducta normal o por el otro lado, desplegarse en respuesta al estrés; por tanto, no es conveniente entregarle connotaciones negativas, que tienen que ver con la dominancia o la imposición, ya que desviará cualquier intento por entregar ayuda de manera correcta.

MV Máster en Etología Clínica Soledad Torres Alvarado.
CONCIENCIA Etología Clínica

Servicio a domicilio 9621332128. .
09/09/2023

Servicio a domicilio 9621332128.
.

16/07/2023

Diagnóstico del Hiperadrenocortisismo (Síndrome de Cushing)
Parte ll

Análisis de Laboratorio

Los valores de glóbulos rojos, hemoglobina y hematocrito son normales en la mayoría de los perros con hiperadrenocorticismo, si bien estos valores suelen estar en la mitad alta del rango normal. Aproximadamente el 10% de los perros con Cushing tienen una policitemia de leve a moderada. También podemos encontrar un aumento del número de plaquetas. En ambos casos parece estar relacionado a un efecto directo de los glucocorticoides en la médula ósea. El cortisol es una de las hormonas que se liberan durante el estrés, por lo que es frecuente observar un leucograma de estrés en estos animales con hipercortisolemia crónica. El leucograma de estrés se caracteriza por una leucocitosis sin desviación a la izquierda, linfopenia, eosinopenia y monocitosis. Estos hallazgos son poco específicos y pueden aparecer en perros enfermos con cualquier enfermedad. En la bioquímica sanguínea, el marcador bioquímico más sensible de hiperadrenocorticismo en perros es la elevación de la enzima fosfatasa alcalina (FA). Esta alteración está presente en el 90% de los perros en el momento del diagnóstico y es debido en parte a la inducción de la isoenzima inducida por los glucocorticoides. La isoenzima de la FA inducida por los corticoides es más estable al calor que el resto de las isoenzimas de la FA, de ahí que se puede utilizar la estabilidad frente al calor para identificar que parte de la FA procede de la isoenzima inducida por glucocorticoides. Aunque se pensaba que la determinación de esta isoenzima añadía mayor especificidad y valor diagnóstico a la FA, se ha demostrado que esta isoenzima inducida por corticoides no es específica de hiperadrenocorticismo y puede estar elevada en enfermedades hepáticas, diabetes mellitus o en perros tratados con anticonvulsivantes.

Un buen número de perros con síndrome de cushing tienen niveles de FA muy elevados, por encima de 1000 U/L, si bien no existe correlación entre el nivel de fosfatasa alcalina y el grado de hiperadrenocorticismo, la respuesta al tratamiento o el pronóstico.
Hemos de tener en cuenta que un valor normal de FA no descarta el diagnóstico de hiperadrenocorticismo porque en un 10% de estos perros mantienen concentraciones normales.
El síndrome de Cushing provoca una hepatopatía esteroidea que se caracteriza por un exceso de acúmulos de glucógeno y una dilatación de los hepatocitos. Estas alteraciones pueden resultar en incrementos en los niveles de la enzima alanina aminotransferasa (ALT). Entre el 50 y el 80% de los perros con hiperadrenocorticismo presentan niveles elevados de ALT, si bien en la mayoría de las ocasiones se trata de incrementos leves o moderados.

Los niveles de alanina aspartatotransferasa (AST) también pueden estar elevados en un porcentaje más reducido de animales (10%). Los glucocorticoides estimulan la lipólisis y, por tanto, favorecen la aparición de hiperlipemia. Un 60- 70% de los perros con hiperadrenocorticismo tienen hipercolesterolemia y/o hipertrigliceridemia. La hiperlipemia es un hallazgo puede apoyar la sospecha de hiperadrenocorticismo, pero también hay que tener en cuenta que la presencia de lipemia en el suero puede alterar la determinación de otros parámetros bioquímicos. Aunque la concentración de urea es normal en la mayoría de los perros con hiperadrenocorticismo, hasta un 30% de ellos pueden tener concentraciones bajas de urea. Al igual que ocurre en otras enfermedades que causan poliuria y polidipsia severa, la diuresis excesiva conlleva un aumento de las pérdidas de urea o nitrógeno ureico sanguíneo.
La glucosa está en torno al valor alto normal de glucosa (100-150 mg/dl) en la mayoría de los perros con hiperadrenocorticismo. Esto es debido a que los glucocorticoides favorecen la gluconeogénesis y provocan una resistencia a la acción de la insulina. Los perros con síndrome de cushings requieren, por tanto, unos niveles de insulina permanentemente elevados para mantener la normoglucemia. Esta situación puede conllevar un agotamiento de las células de los islotes pancreáticos lo que conduce a una diabetes mellitus con hiperglucemia y glucosuria que aparece en un 5-10% de los perros con cushings.

Análisis de O***a.

La mayoría de los perros con síndrome de Cushing presenta una densidad urinaria por debajo de 1.020, e incluso algunos presentan una o***a hipostenúrica (densidad urinaria 90%).

Se considera supresión normal cuando la concentración de cortisol es inferior a 1,4 microg/dl a las 4 y a las 8 horas de la administración de dexametasona. El 100% de los perros con tumores adrenales y el 90-95 % de los perros con hiperadrenocorticismo pituitario muestran una supresión inadecuada del cortisol sérico o plasmático.

Aun así, no debemos olvidar que un 5-10% de los perros con la forma pituitaria de la enfermedad manifestarán una supresión completamente normal en esta prueba por lo que un resultado normal no descarta el diagnóstico de hiperadrenocorticismo. Aproximadadmente el 65% de los perros con Cushing hipofisario manifiestan supresión parcial, que incluye casos en los que hay una supresión por debajo del 50% del valor basal pero no inferior a 1.4 microg/dl y casos en los que hay supresión sólo a las 4 o sólo a las 8 horas. Un 30-35% de los perros con Cushing pituitario, presentan un “patrón de escape” que consiste en una supresión a las 4 horas (cortisol 1.4 microg/dl o cortisol >50% del cortisol basal) de la administración de dexametasona.

Este patrón de supresión es compatible con hiperadrenocorticismo pituitario y excluye el Cushing de origen adrenal; por lo que, en este caso, no se necesitan pruebas adicionales para localizar la causa del hiperadrenocorticismo. En los casos en los que no hay supresión, el resultado es compatible con hiperadrenocorticismo pero no podemos diferenciar entre hipofisario y adrenal. Ante este resultado es tan probable el cushing hipofisario como el adrenal y se necesitarán otras pruebas para diferenciar el tipo de hiperadrenocorticismo.

La especificidad del test de supresión con dexametasona a dosis bajas, sin embargo, es baja (40- 50%) cuando se utiliza en una población de perros enfermos. Debido a esta baja especificidad, el diagnóstico de hiperadrenocorticismo no debería basarse únicamente en los resultados del test de supresión de dexametasona a dosis bajas, sobre todo en perros con enfermedades no adrenales. Por tanto, también es conveniente retrasar esta prueba hasta que el perro se haya recuperado de las enfermedades concurrentes, si esto no es posible, el test de estimulación con ACTH es el test recomendado en esta situación.

Ratio urinario de cortisol: creatinina.

El ratio urinario de cortisol es un indicador de los niveles de cortisol en sangre de varias horas con lo que elimina el factor de las fluctuaciones de los niveles de cortisol sanguíneo. La concentración de cortisol puede variar en función de la concentración urinaria pero este factor también queda compensado con el cálculo del ratio en función de la creatinina. Las ventajas de esta prueba sobre el test de supresión con dexametasona y el test de estimulación con ACTH son: menor costo y una mayor comodidad. Sólo se requiere una muestra de o***a, sin precauciones especiales de recolección.

Es un test muy sensible para la detección del hiperadrenocorticismo, es decir, está elevado en la gran mayoría de los perros con hiperadrenocorticismo. Su principal inconveniente es que puede estar elevado en hasta un 80% de los perros con otras enfermedades moderadas o severas. Se recomienda que el propietario del animal traiga la muestra de o***a ya que se ha demostrado que el estrés de acudir a un centro veterinario puede ser suficiente para que los resultados de esta prueba sean elevados. Debido a esta baja especificidad, se recomienda no utilizar únicamente esta prueba para confirmar el diagnóstico.
Su mayor utilidad consiste en descartar la enfermedad, es decir, si el ratio urinario de cortisol: creatinina es normal es muy poco probable el diagnóstico de hiperadrenocorticismo. Si por el contrario, obtenemos un valor positivo siempre debe confirmar el diagnóstico mediante un test de supresión con dexametasona a dosis bajas o un test de estimulación con ACTH.

Concentraciones basales de cortisol.

Las concentraciones basales de cortisol no deben utilizarse para el diagnóstico del hiperadrenocorticismo canino ya que su secreción es de naturaleza episódica. Por este motivo, sus concentraciones basales fluctúan a lo largo del día, dando lugar a un alto grado de superposición en perros normales, perros con enfermedades no adrenales y perros con hiperadrenocorticismo. La baja sensibilidad y especificidad de los niveles basales de cortisol (60-70%) hace que un buen número de perros con hiperadrenocorticismo presenta valores basales de cortisol normales y un buen número de perros enfermos con otras enfermedades presente valores basales de cortisol elevados.

En perros con hiperadrenocorticismo leve los resultados de las pruebas diagnósticas de hiperadrenocorticismo pueden ser normales. En estos casos con sintomatología leve se recomienda repetir las pruebas en un periodo de 3 meses, siempre que el animal se encuentre en una situación estable y después de descartar otras enfermedades más graves. El principal problema surge cuando el animal presenta signos moderados o avanzados de la hiperadrenocorticismo pero las pruebas diagnósticas de la enfermedad son normales, es lo que conocemos como Hiperadrenocorticismo Atípico u Oculto.

¿Cómo puede tener hiperadrenocorticismo un perro con resultados normales a los test diagnósticos de cushing (Test de estimulación con ACTH y test de supresión con dexametasona)?.

Una posibilidad es que los síntomas de hiperadrenocorticismo estén causados por concentraciones excesivas de otras hormonas que se sintetizan en la corteza adrenal (estradiol, testosterona, progesterona y aldosterona) o sus productos intermedios de la síntesis de esteroides adrenales (17 OH Progesterona, 11 deoxicorticosterona, sulfato de dehidroepiandrosterona, etc). La medición de estas hormonas puede variar entre las diferentes razas y son difíciles de interpretar.
En general, no es recomendable el uso sistemático de la 17 OH progesterona para el diagnóstico del hiperadrenocorticismo, aunque puede resultar útil en algunos casos de hiperadrenocorticismo atípico.

Test para diferenciar entre Hiperadrenocorticismo hipofisario y adrenal.

Una vez hemos confirmado el diagnóstico del hiperadrenocorticismo, es necesario diferenciar entre el origen hipofisario y adrenal de la enfermedad. Esta diferenciación es importante porque el tratamiento y el pronóstico de un adenocarcinoma adrenal son diferentes al de un hiperadrenocorticismo hipofisario.
Las pruebas que generalmente se recomiendan para diferenciar entre ambos tipos de hiperadrenocorticismo son el test de supresión con dexametasona a dosis altas, el nivel de ACTH endógeno y el diagnóstico por imagen. También debemos considerar los resultados del test de supresión con dexametasona a dosis bajas porque, hasta en un tercio de las ocasiones, puede indicarnos no sólo el diagnóstico, sino también la diferenciación entre hiperadrenocorticismo hipofisario y adrenal y, en este caso, no será necesario realizar otra prueba adicional.
El diagnóstico por imagen es el método que más ha evolucionado en los últimos años debido a la mejor calidad de imagen de los ecógrafos y a los equipos de resonancia magnética veterinaria.

Diagnósticos por imagen.

Ecografía.

Es una prueba que se utiliza frecuentemente y que permite visualizar las glándulas adrenales y otros órganos abdominales. Las glándulas adrenales presentan un forma bilobulada (en forma de cacahuete) y son hipoecogénicas con respecto a la grasa que le rodea (imagen 5a). En ocasiones, se puede apreciar una zona interna con mayor ecogenicidad que la corteza que se corresponde con la médula adrenal. El grosor es el parámetro más útil para detectar el aumento de tamaño de las glándulas adrenales. En general, se considera que el grosor normal de las glándulas adrenales en el perro oscila entre 3.5 y 7.5 mm, aunque debemos tener que estos valores son sólo orientativos, que diferentes razas pueden tener diferentes rangos de referencia y que también hay diferencias entre la glándula izquierda y la derecha. Un estudio que evaluó perros sanos (labrador retriever, n=17 y yorkshire terrier n=24) consideró que el límite máximo de grosor normal de la glándulas adrenales es de 7.9 mm (izquierda) y 9.5 mm (derecha) para la raza Labrador retrievers y 5.4 mm (izquierda) y 6.7 mm (derecha) para la raza Yorkshire terriers.
Por otro lado, las enfermedades no adrenales pueden provocar un estrés crónico en el animal que a su vez podría dar lugar a engrosamiento de las glándulas adrenales. Por estos motivos no debemos utilizar la ecografía para diagnosticar la enfermedad sino para diferenciar entre hipofisario y adrenal una vez el diagnóstico ha sido establecido.

Los perros con hiperadrenocorticismo hipofisario generalmente presentan un engrosamiento simétrico de las dos glándulas adrenales con grosor suele oscilar entre 7 y 15 mm. En este caso, las glándulas adrenales mantienen su morfología característica con una corteza adrenal homogénea e hipoecogénica. Un pequeño porcentaje de perros con hiperadrenocorticismo hipofisario pueden presentar hiperplasia nodular de una o ambas glándulas adrenales con un grosor que puede superar los 20 mm, este aspecto nodular asimétrico de las glándulas adrenales puede llevar a confusión ya que se podría interpretar como un tumor adrenal.
En el caso de hiperadrenocorticismo adrenal, la glándula afectada tiende a adquirir una morfología redondeada, perdiendo por tanto su contorno bilobulado, y la corteza puede presentar una ecogenicidad mixta. No se puede distinguir ecográficamente entre adenoma y adenocarcinoma pero la probabilidad de que el tumor sea maligno aumenta según aumenta el tamaño del tumor. La mayoría de los tumores benignos miden menos de 20 mm, mientras que todos los tumores de más de 40 mm son malignos. Podemos observar calcificación formando sombra acústica tanto en adenomas como en adenocarcinomas adrenocorticales.

La glándula contralateral puede tener estar atrofiada o presentar un aspecto normal. Ante la presencia de una masa adrenal, la medición del grosor de la glándula contralateral aporta un información muy valiosa. Si la glándula contralateral tiene un grosor inferior a 5 mm es más probable que se trata de un hiperadrenocorticismo de origen adrenal mientras que si la glándula contralateral tiene un grosor superior a 5 mm es más probable un hiperadrenocorticismo hipofisario con asimetría adrenal.
Por tanto, la ecografía no nos permite diferenciar entre un tumor adrenal funcional y un tumor no funcional, ni tampoco permite distinguir entre una neoplasia de la corteza y una neoplasia de la médula adrenal, pero sí aporta información útil en el diagnóstico del síndrome de Cushing en perros.

La ecografía abdominal en perros con hiperadrenocorticismo también es útil para evaluar cambios en el hígado como hepatomegalia y aumento de ecogenicidad del parénquima hepático. También nos puede ayudar a detectar cálculos urinarios. El hiperadrenocorticismo predispone a los cálculos de oxalato por un aumento de la excreción urinaria de calcio. En el caso de hiperadrenocorticismo adrenal debemos evaluar la presencia de invasión local y de metástasis en otros órganos como el hígado.

Radiología.

Las radiografías abdominales están indicadas en aquellos perros que no muestran supresión a dosis altas de dexametasona. Aproximadamente, la mitad de estos perros tienen hiperadrenocorticismo adrenal y en la mitad de ellos se puede identificar el tumor radiográficamente. Un tumor adrenal puede aparecer como una densidad de tejido blando bien delimitado o como una masa mineralizada en el área de la glándula adrenal. La calcificación adrenal es indicativa de hiperadrenocorticismo adrenal porque es muy poco frecuente en perros normales o en perros con hiperadrenocorticismo pituitario.

Tomografía Axial Computarizada.

La tomografía axial computerizada (TAC) es de gran valor para evaluar la extensión de los tumores hipofisarios en perros con hiperadrenocorticismo. Se puede visualizar un tumor hipofisario en el 50-60% de los perros con cushing pituitario, el restante 40-50% presenta tumores hipofisarios pequeños (40 pg/ml o >8.8 pmol/L) en perros con hiperadrenocorticismo pituitario mientras que son bajas o indetectables (

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