30/12/2024
¿Tienes perro? Importante leer esto…
Todo lo que creemos saber sobre la dominancia está basado en un error.
Un concepto que, incluso en su versión académica más seria, no refleja las complejidades de las relaciones sociales entre perros.
Muchos etólogos están borrando esta palabra de su vocabulario, no por capricho, sino tras años de estudio y profundas reflexiones éticas y científicas.
La teoría de la dominancia nació de un estudio con lobos cautivos, animales forzados a vivir en condiciones artificiales.
🛑Sus dinámicas sociales estaban completamente distorsionadas.🛑
Décadas después, el propio autor, David Mech, explicó que sus conclusiones eran erróneas y que la teoría no aplica ni siquiera a lobos libres, mucho menos a perros.
Sin embargo, esta idea no solo sobrevivió, sino que se convirtió en un dogma que justifica maltratos y perpetúa malentendidos.
Insistir en esta palabra es como intentar arreglar un reloj con un ma****lo: inútil y contraproducente.
En etología se han actualizado términos para reflejar mejor la realidad del perro.
¿Por qué nos aferramos a dominancia en lugar de abandonar el término por completo?
-Un niño toma un caramelo sin permiso. ¿Es un intento de “controlarte”? No. Tiene hambre.
-Una amiga elige siempre la misma silla. ¿Quiere “mandar”? No. Tiene un hábito.
-Un colega lidera una reunión. ¿Es un “alfa”? No. Tal vez es bueno organizando ideas.
Y con los perros:
-Tira de la correa. ¿Intenta “mandar”? No. Está emocionado, preocupado o incómodo con nuestra gestión.
-Sube al sofá. ¿Te desafía? No. Busca comodidad o un lugar elevado que le brinde seguridad.
-No suelta un juguete. ¿Está retándote? No. Está jugando, protegiendo algo que valora o, como probablemente lo harías tú, defendiendo lo que siente suyo.
La dominancia no solo es una idea equivocada; es peligrosa.
Ha llevado a normalizar collares de ahogo, gritos y correcciones físicas, dañando profundamente nuestra relación con los perros.
Y todo porque insistimos en verlos como rivales en una lucha de poder que jamás existió.
Los perros no buscan dominarnos. No hay “alfa” ni “sumisos”.
Nunca entenderemos su verdadera naturaleza si seguimos insistiendo en interpretarla desde teorías obsoletas.