29/10/2022
HISTORIA DE LOS GATOS
La historia del g*to se basa sobre todo en la percepción que el hombre tiene del pequeño felino. Se cree que la domesticación del g*to comenzó entre el 7500 a. C. y el 7000 a. C. La visión que el hombre tiene del g*to ha diferido totalmente de una época a otra, desde el Antiguo Egipto cuando era venerado como un Dios, hasta la Edad media cuando los quemaban en las hogueras, pensando que era un animal diabólico.
Índice
1 Etimología
2 Origen del g*to
3 Historia
3.1 Domesticación del g*to
3.2 Antiguo Egipto
3.3 Grecia y antigua Roma
3.4 Asia
3.4.1 China
3.4.2 Japón
3.4.3 India
3.5 Europa medieval
3.5.1 Usos del g*to
3.6 Época moderna
3.6.1 Aparición de las razas
4 Referencias
5 Enlaces externos
Etimología
Aunque al g*to se le llamaba myeou en el Alto Egipto, haciendo referencia a la onomatopeya de su maullido, a las hembras las llamaban techau, nombre que se ha encontrado grabado en muchas tumbas de mujeres. De este término deriva el nombre chaus, que ahora denomina a un g*to salvaje de Egipto y de Asia, Felis chaus.
Después se le atribuye el nombre de qato en siríaco. Parece que ésta sea la verdadera raíz del término italiano g*tto. Sin embargo hay otros orígenes posibles, sobre todo el adjetivo latino cautus, que significa astuto o agudo, o también el verbo francés guetter en el sentido de espiar, ya que el g*to es un animal activo que tiene la vista y el oído siempre alerta. Algunos etimologistas creen que se trata de una fantasía, ya que el uso de la expresión g*to se empieza a usar en Egipto varios siglos antes de la aparición del g*to en Atenas, Roma o en la Galia. A pesar de todo no es fácil diferenciar, en los textos antiguos, al g*to de otros cazadores de ratas como la marta, la garduña, o la comadreja. Los griegos llamaban a los g*tos ailouros, que significa «animal que mueve la cola». De este término procede la palabra para denominar a los amantes de estos animales: los ailurofílicos.
A partir de la Edad Media, g*tti o cattine fella designaban las pieles de g*to, usadas para monederos. En esa época también se usaban otros términos para designar al g*to doméstico. Todos empiezan por la palabra latina mus, que significa ratón. Encontramos sobre todo musio, murio, murilegus y muriceps. Estas denominaciones muestran hasta qué punto estaba intrínsecamente ligado el g*to a la caza de ratones.
La palabra g*to acabó reemplazando al felis latino genérico. Este término no procede del latino catus, prudente, ni de catulus, cachorro de perro, ni de captura, sino que vendría de África, donde se dice kadista en nubio antiguo, qato en siríaco, kattos o katta en griego o del árabe quett.
Partiendo de esta base podemos identificar el término g*to en muchas lenguas aunque con ligeras modificaciones, a diferencia de perro, cuyas sonoridades difieren totalmente. Así que tenemos chat en francés, cat en inglés, katze en alemán, g*to en español, gallego y portugués, g*t en catalán, katu en euskera, katt en sueco, g*tto en italiano, kat en holandés y en danés, por ejemplo.
No es hasta el siglo xvi cuando aparecen términos derivados de g*to, como g*tito o g*tera.
Origen del g*to
Los g*tos actuales comparten un antepasado común que probablemente esté relacionado con los Aitanis. Estos pequeños carnívoros de los bosques aparecieron hace alrededor de 60 millones de años y tenían la velocidad y la talla de las jinetas actuales, con un cuerpo alargado y una larga cola. Quedan pocos fósiles en el hemisferio norte.
El origen de los felinos está mal documentado en el registro fósil ya que los antepasados de los félinos vivían normalmente en zonas tropicales, que no ofrecen buenas condiciones para la fosilización. Las especies desaparecidas consideradas más cercanas al antepasado de los felinos serían el proailurus (pequeño carnívoro europeo y arborícola aparecido hace 40 millones de años) y el pseudaelurus que vivió hace de 8 a 20 millones de años en Europa y en Asia, y de los que se separaron los felinos actuales hace 10,8 millones de años.
Durante el oligoceno, los félidos se repartieron en dos subfamilias. La primera era de la clase Nimravidae, y la segunda de la Felidae. Es en esta última clase donde se encuentra el antepasado común de los félidos actuales, el proailurus. Durante el mioceno, los descendientes de este último, los pseudaelurus, se diversificaron y entraron en África y América.
Unos diez millones de años a. C. formaron la raíz de los félidos modernos, favorecidos por las estepas y las sabanas, ricas en presas herbívoras. Es en esta época cuando aparecieron los félidos de caninos largos, que vivirían hasta el año 10.000 a. C. El linaje de pequeños y grandes felinos aparece hace cinco millones de años; originarios de Asia, se dispersan por todo el mundo en el plio-pleistoceno, excepto en Australia y Madagascar.
El g*to doméstico pertenece al género Felis desde que Carl von Linneo describió por primera vez en 1758 como Felis catus en la trigésima edición de su Systema naturae, pero su posición en la clasificación de los seres vivos cambió mucho.
En 2006 se realizaron trabajos sobre los cromosomas sexuales y el ADN mitocondrial de todas las especies de felinos, conjugados con investigaciones paleontológicas, que revelaron que el linaje del g*to doméstico (Felis catus) ha divergido verdaderamente hace 3,4 millones de años, en el plioceno, en los desiertos y bosques densos de la cuenca mediterránea. En 2007 se llevó a cabo otro estudio molecular sobre 979 individuos de g*to de las arenas y de g*tos salvajes de diferentes subespecies en el que el g*to doméstico ha permitido mostrar los vínculos entre el g*to salvaje africano (Felis silvestris lybica) y el g*to doméstico: estos se habrían separado hace alrededor de 130.000 años.
Árbol filogenético de Felis silvestris
Felis silvestris
Felis silvestris silvestris - Gato montés europeo
Felis silvestris cafra - Felis silvestris cafra
Felis silvestris ornata - Gato ornado
Felis silvestris bieti - Gato de Biet
Felis silvestris lybica - Gato del desierto
Felis silvestris catus - Gato doméstico
Historia
Domesticación del g*to
Los primeros descubrimientos paleontológicos sitúan los primeros focos de domesticación del g*to en Egipto hacia el 2000 a. C., pero el descubrimiento en 2004 de los restos de un g*to al lado de los restos de un humano en una tumba en Chipre aplaza el inicio de esta relación de 7.500 a 7.000 años a. C. El g*to descubierto presenta una morfología muy cercana a la del g*to salvaje africano, sin las modificaciones del esqueleto debidas a la domesticación: se trataba de un g*to acostumbrado, más que domesticado. La cohabitación de los g*tos y los hombres empezó probablemente con la aparición de la agricultura: el almacenaje del cereal atrajo a los ratones y a las ratas, que a su vez atrajeron a los g*tos, sus depredadores naturales.
El estudio realizado por Carlos Driscoll sobre 979 g*tos permitió determinar el origen probable del g*to doméstico: es en el Creciente fértil donde los felinos y los hombres habrían establecido contacto. Hubo cinco domesticaciones distintas del g*to del desierto, hace entre 8.000 y 10.000 años.
El g*to doméstico no es la única especie entre los Felinae usada como animal de compañía, el g*to del desierto y el puma yagouaroundi están o estuvieron domesticados para cazar ratones y ratas.
La domesticación del g*to se debe a que lo supeditaron muy bien, y así sigue en las generaciones siguientes.
Antiguo Egipto
Estatua de Bastet.
Los g*tos eran venerados y momificados.
Los antiguos egipcios usaban para llamar al g*to la onomatopeya «miu», cuya transcripción es miw en masculino y miwt para el femenino (el español usa también este tipo de onomatopeya, que se encuentra en el verbo maullar).
W19 i w E13
o
W19 i w F28
miw miw1
Se cree que la domesticación del g*to tuvo lugar en Egipto durante el tercer milenio a. C. Se convirtió en un animal de compañía apreciado por su dulzura, su gracia y su indolencia, pero el g*to es sobre todo un animal protector. Al cazar pequeños roedores, protege los silos donde los egipcios guardaban su cosecha (sobre todo el trigo), recurso vital para este pueblo de agricultores. Al cazar ratas, el g*to elimina un vector de enfermedades graves (como la peste). Además, al cazar serpientes (sobre todo víboras cornudas), hacía más seguros los alrededores de los hogares próximos a donde establece su territorio.
En las cortes de Egipto el g*to era idolatrado. Esta tendencia a venerar a los animales se encontraba ya en el antiguo Egipto. Antes, los sacerdotes consagraban sus atenciones al león, pero este era grande y feroz, y el g*to no tuvo problemas para imponerse. Aunque en esa época no estaba perfectamente domesticado, se mostraba al menos más dócil. Además, los sacerdotes señalaron que con el paso de las generaciones, el pequeño felino aceptaba cada vez mejor al hombre y se dejaba incluso acariciar.
La primera consagración del g*to tuvo lugar cuando la diosa Bastet,2 símbolo de la fecundidad y de la belleza, se representó con una cabeza de g*to. La diosa simbolizaba la luz, el calor y la energía solar, pero también, debido a sus rasgos felinos, representaba el misterio, la noche y la luna. Además, se pensaba que ayudaba a la fecundidad de hombres y animales, que curaba enfermedades y que velaba las almas de los mu***os. Así se puede entender que las leyes del faraón impusieran una protección rigurosa para los g*tos. Quien matara a uno de los pequeños felinos se arriesgaba a la pena de muerte. Se cuenta que un dignatario romano que mató accidentalmente a un g*to en la Alejandría del siglo i a. C. fue linchado por la población a pesar de la petición de calma del faraón, deseoso sobre todo de que Roma no interviniese en su territorio.
Los faraones también consideraban sagradas a las serpientes, a las vacas y a los peces, pero el g*to seguirá siendo sin embargo el más sagrado de todos. El culto y la preocupación por el bienestar del g*to se transmitirá de generación en generación. Los funerales de los g*tos se colmaban de todos los honores y la familia a la que pertenecía guardaba luto y se afeitaba las cejas en señal de duelo. Cuanto más rica era la familia, más importantes eran los funerales y más suntuoso era el sarcófago. Acompañaban al g*to ratones embalsamados, para que siguiera jugando en el más allá. En 1890 se descubrieron en Tell Basta, la antigua Bubastis, en otro tiempo capital de Egipto, más de 300.000 momias de g*tos. Estaban aún guardadas en sus pequeños cofres de madera esculpida o rodeadas de esterillas de juncos coloreados y entrelazados. Los cuerpos estaban envueltos en bandas de colores ricos y variados, y tenían la cara cubierta con una máscara funeraria sobre la que se podía distinguir el hocico, los ojos, las orejas y los bigotes.
El respeto de los egipcios hacia los g*tos se demostró en el año 525 a. C., cuando los persas asediaban Pelusio en vano. Cambises II tuvo entonces la idea de atar g*tos en los escudos de sus 600 soldados. Los egipcios no se atrevieron a contraatacar por miedo a herir a los g*tos, por lo que la ciudad cayó en manos del invasor persa.
El culto a Bastet empezó a decaer a partir del 350 a. C., y desapareció totalmente en el 390 d.C. bajo la orden de un decreto imperial que prohibía definitivamente los cultos paganos. Subsisten, sin embargo, muchas pinturas murales que relatan las diferentes etapas de la vida del g*to en la sociedad egipcia, en especial la expuesta en el British Museum de Londres, que representa un g*to acompañando a su dueño en la caza y teniendo inmovilizados a dos pájaros mientras tiene un tercero en la boca.
Grecia y antigua Roma
Según la leyenda, los egipcios rechazaban las peticiones apremiantes de los griegos para comerciar con los g*tos, a los que veneraban como a dioses. Los griegos decidieron entonces robar los g*tos. Cogieron al menos seis parejas y las llevaron a Grecia. Algunos meses después nacieron las primeras camadas, y algunos años después, los criadores pudieron vender g*tos a los romanos, a los galos y a los celtas. La especie se extendió poco a poco por todos los países mediterráneos. En Grecia, antes de la llegada del g*to, la garduña, la mangosta y el hurón se ocupaban de desratizar y proteger las cosechas, por lo que la acogida del g*to fue más bien moderada. Aunque no los adoraban como los egipcios, los griegos adoptaron al animal, reconociendo su don como cazador, pero reconociendo también que era más agradable para la convivencia, ya que era más bonito, refinado, dócil y limpio que las mangostas y los hurones. El g*to se usaba a veces como animal de compañía, aunque los griegos preferían al perro. El g*to era en principio un juguete, un regalo caro traído de Egipto para ofrecerlo a las cortesanas.
Sin embargo, se encuentra la huella del g*to en algunas representaciones griegas que muestran cierta animosidad hacia los pequeños felinos, como es el caso del zócalo de una estatua que data del 480 a. C., que representa a unos griegos azuzando a un perro contra un g*to, que tiene las orejas bajas y el lomo erizado. A pesar de la acogida más bien tibia que el g*to tuvo por parte de los griegos, este consiguió que lo aceptaran y que poco a poco lo apreciaran. En las fábulas de Esopo no aparece el g*to, sino la comadreja.
Un mosaico de Pompeya.
El g*to en Roma no era un animal cercano al hombre. La palabra feles (substantivo femenino) hace referencia a los felinos de pequeño tamaño, en especial el g*to montés. El equivalente al g*to doméstico actual (animal casero que caza ratones) era la mustela o comadreja. En las fábulas de Esopo no aparece, por tanto, el g*to, sino la comadreja; si bien reelaboraciones muy tardías cambiaron la comadreja por el g*to y así, de manera apócrifa, apareció la fábula de los ratones y el cascabel del g*to. Solo unos pocos autores clásicos latinos mencionan el g*to feles: Plauto (un par de veces), Columela y Plinio el Viejo, aparte del fabulista Fedro.
Fedro, en su fábula II 4, habla de una feles en un contexto alejado de la ciudad (en un bosque y junto a un águila y una jabalina). El apéndice de Perotti incluye otra fábula con g*tos. Según Eulogio Baeza Angulo (Fábulas esópicas de Fedro, Alma Mater, Madrid, 2011, p. 26B), «la comadreja y la serpiente común eran los animales que los romanos utilizaban normalmente para tener sus casas libres de ratones». De este modo, «el g*to doméstico, de origen egipcio, fue importado con posterioridad».
Asia
China
Asia emprende muy buenas relaciones comerciales con Europa desde la época helenística. El g*to se intercambia con finas sedas y de esta forma llega a China. Los primeros rastros del g*to que se encuentran en China datan de la dinastía Han, que va desde el siglo ii a. C. al siglo ii d. C.
El animal fue acogido calurosamente, por su belleza y su don cazando ratones. Se convierte en símbolo de paz, de fortuna y de serenidad de la familia. En esta época, el g*to es un animal doméstico reservado a las mujeres, se cree que atrae la buena suerte y el poder de alejar a los demonios con la ayuda de sus ojos brillantes. La divinidad agreste Li-Show tenía la apariencia de un g*to.
Japón
Los g*tos llegaron a Japón en el siglo vi al mismo tiempo que la doctrina budista, pero su introducción real data del 19 septiembre de 999, fecha del aniversario del emperador Ichijō, al que le regalaron un g*to por sus trece años. La imagen del g*to evolucionó mucho en Japón, donde será considerado a veces portador de buena suerte por su pelaje de co**ha de tortuga, y otras veces maléfico por su cola ahorquillada. El éxito del g*to es tan importante en el país que una ley del siglo xviii prohibió el encarcelamiento y el comercio del animal. Algunas historias cuentan que los japoneses mimaban tanto a sus g*tos que estos dejaron de cazar ratones, que llegaron a proliferar hasta tal punto que los japoneses tuvieron que pintar g*tos en las paredes de sus casas para alejar a los roedores.
El g*to está bien representado en el arte japonés, primero bajo los trazos de una co**ha de tortuga blanca, y después cada vez más como g*tos blancos sin cola: el bobtail japonés. Hubo grandes pintores ilustres en la representación de g*tos, como Utagawa Hiroshige o Utagawa Kuniyoshi. Utamaro relaciona siempre a los g*tos con las mujeres hermosas, relación que se encuentra en poemas japoneses, donde el g*to está estrechamente asociado a las gracias de la mujer. Símbolo de la se*******ad y del deseo, el g*to representa igualmente el encanto decadente.
Sin embargo, hay también una versión sombría e inquietante del g*to, resultante de la tradición popular. Por ejemplo el Aïnous, el g*to resucitado, el g*to nacido de las cenizas de un monstruo, y el de Okabe, de dos colas. Pierre Loti evoca igualmente en sus Japoneries d'automne un corro de g*tos que se reunían en una jardín aislado en las noches de invierno, bajo la luz de la luna.
La leyenda del g*to-vampiro de Nabeshima, muy contada durante la era Edo, pone en escena un g*to demonio o un g*to vampiro atacando a la familia Nabeshima.
India
En la India, el g*to es honrado como en Egipto, y la diosa de la fecundidad, Satí, a veces adquiere la apariencia de un g*to, igual que Bastet. Hay pequeñas estatuas hechas de cerámica que la muestran así. Se instalaban en ellas pequeñas lámparas de aceite para asustar a los ratones por la noche, de la misma forma que los ojos del g*to se iluminan en la oscuridad. Esta facultad se usó también para alejar a los malos espíritus. Los budistas aprecian la capacidad de meditación del g*to, sin embargo, este no forma parte de los cánones del budismo. Según una leyenda popular, ésta exclusión resultaría de un incidente sucedido a un g*to que se quedó dormido durante los funerales de Buda.
Europa medieval
Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación acreditada.
Este aviso fue puesto el 10 de noviembre de 2013.
El g*to tuvo buena reputación en Europa hasta la Baja Edad Media, sobre todo en el campo, donde los campesinos lo apreciaban por su talento como cazador, en especial en las cuadras y en los almacenes. A pesar del juicio de la iglesia católica,3 que lo consideraba una criatura demoníaca, los conventos y los monasterios los usaban para acabar con los roedores. Los irlandeses creían incluso que los alimentos que entraban en contacto con un g*to, al igual que con otros animales, ya no se podían comer y se volvían impuros. Las penitenciarías imponían castigos que iban desde el ayuno hasta varios días a dieta severa a base de pan y agua para los que comieran cualquier alimento o líquido que hubiera estado en contacto con un animal. De la misma manera, la iglesia desaprobó un exceso de familiaridad con los animales y en especial con el g*to, que es el único animal que tenía acceso a toda la casa.
san Patricio y después el papa Gregorio Magno declararon su cariño hacia el g*to. En esta época se pueden ver g*tos en las representaciones de santa Ág*ta y santa Gertrudis. El g*to se beneficiaba aun de cierto respeto en el siglo xi cuando llegaron a Europa las primeras hordas de ratas negras para devorar los cereales y la fruta.
En principio, la imagen de los g*tos es positiva en el islam por el afecto que sentía Mahoma por ellos,4 ya que su g*ta Muezza lo salvó de la mordedura de una serpiente. Otra historia cuenta que un día Muezza se quedó dormida al lado del profeta en su cama. Cuando este se tenía que levantar, como no quería despertar a la g*ta, cortó un trozo de su túnica, sobre la que reposaba el animal. Hay muchas otras historias sobre el g*to en el Corán y, tradicionalmente, los musulmanes querían conservar a los g*tos. Además, maltratar a un g*to se consideraba un grave pecado en el islam.
La persecución de restos aún presentes de los cultos paganos y el resurgimiento del culto de Freyja, la diosa germano-escandinava de la fecundidad, en el norte después de la peste negra a mediados del siglo xiv, provocó la pérdida de los g*tos, que desde entonces se asociaron a cultos infernales, debido a su antigua adoración por parte de los paganos y sobre todo por el reflejo de la luz en sus ojos, que se creía que eran las llamas del in****no. En la simbología medieval, el g*to se asociaba a la mala suerte y al mal sobre todo si era negro, también se asociaba al disimulo y a la feminidad. Su comportamiento sexual muy expresivo, su gran necesidad de dormir, considerada pereza, y sus vagabundeos contribuyeron a forjar una imagen neg*tiva. Era el animal del diablo y de las brujas. Se le atribuían poderes sobrenaturales, como la facultad de tener siete vidas. En el caso de los g*tos negros, color que se asociaba al diablo, una única mancha blanca en el pecho o en el cuello les concedía clemencia, ya que se consideraba que era una manifestación divina.
La inquisición, el papa Inocencio VIII y su edicto de 1484 hicieron que se sacrificaran g*tos en las fiestas populares, lo que marcó un gran período de persecución para el felino.5 Este edicto tuvo un impacto importante en las clases populares y luego se extendió a la nobleza.
Se consideraba que el diablo se disfrazaba de g*to en sus visitas a la tierra, y fue condenado al igual que sus dueños, los brujos y las brujas. Según ciertas fuentes, fueron muchos los que fueron quemaron vivos en las plazas públicas. Otras afirman, sin embargo, que las grandes investigaciones realizadas en los archivos invalidan esta hipótesis. Las condenas de g*tos a la hoguera serán insignificantes al igual que las de gallos y se encontrarán más de sapos o de lobos.
En Inglaterra, bajo el reinado de María Tudor, se queman g*tos como señal de la herejía protestante, mientras que bajo el de Isabel I, se queman como señal de la herejía católica.
La Inquisición reunía en la misma hoguera a los herejes, a las brujas, a los asesinos y a los g*tos en la noche de san Juan. En las grandes plazas de los municipios, los lugareños erigían hogueras en las que echaban a los g*tos que habían capturado. Fue así como el g*to estuvo ausente en la gran peste negra del siglo xiv. Las creencias duraron varios siglos, alimentadas por los hombres de la iglesia, los soberanos y los príncipes.
Sin embargo, el Renacimiento significó un cierto cambio en la suerte de los g*tos, especialmente debido a su acción preventiva contra los roedores, devoradores de las cosechas. Habrá que esperar hasta 1648 para que el rey Luis XIV, gran amante de los g*tos, prohibiera quemar a los g*tos en la hoguera de la noche de San Juan, ya que calificaba esta tradición de bárbara y primitiva. Sin embargo, no fue hasta la Revolución Francesa cuando las hogueras se consideraron unánimemente supersticiones y actos de crueldad.
Usos del g*to
Durante la Edad Media, además de para cazar ratones, el g*to se usa para varios fines, sobre todo médicos y alimenticios. La medicina medieval utilizó diferentes partes de los g*tos para preparar ungüentos y medicamentos. Los excrementos de los g*tos entran frecuentemente en la preparación de recetas para disminuir la caída del cabello o para curar la fiebre o la epilepsia. La grasa y la médula del g*to se encuentran en los preparados para curar la artritis y otras dolencias articulares como la gota, y la carne se usaba para curar los dolores de espalda o para tratar las hemorroides. Algunos tratados de medicina precisan incluso el color del g*to que hay que usar dependiendo de si el origen de la enfermedad es caliente o frío. Se aconseja usar un g*to negro si el origen de la enfermedad es caliente, mientras que si es frío se aconseja un g*to blanco.
En los períodos de hambre o de sitio se comía la carne de g*to. Era un recurso que tenía la ventaja de ser barato y fácil de encontrar. Comer g*to, sin embargo, se consideraba una brutalidad cuando se hacía por gusto y no por necesidad, al menos en Francia. Parece que en España se comían g*tos de forma más regular, fuera de los períodos de hambre. Hay recetas de roti de cerdo editadas por Ruperto de Nola, autor del primer libro de cocina en español y cocinero del rey de Nápoles.
Gato cazando.
El g*to doméstico ha sido también usado por su piel durante la Edad Media. Las pieles que provenían de g*tos se destinaban sobre todo al pueblo y no a la nobleza ya que eran baratas e iguales en calidad a las de conejo, cordero y zorro. Se hacían con ellas mantas, alfombras o cojines para sillas. Los peleteros, comerciantes de pieles, cazaban g*tos en la calle o recogían sus cadáveres antes de despellejarlos y revender sus pieles. Era normal que se aconsejase a los dueños quemar el pelo de sus g*tos para que vagabundearan menos y no fueran capturados por un peletero.
Época moderna
Los estragos de la peste negra ayudaron a la rehabilitación del g*to y empieza a considerarse animal familiar en los textos a partir del siglo xvii. Gracias a los descubrimientos científicos de mitad del siglo xix, y a los inicios de la explicación de la naturaleza y de la transmisión de las enfermedades por los microbios y no por las brujas, se demuestra que el g*to es un ejemplo de higiene ya que se lava hasta veinte veces al día.
El g*to ofrece sus servicios en tiendas, oficinas, almacenes, granjas y navíos. Hay compañías de seguros que incluso exigen que haya g*tos presentes en los buques de carga. El mundo artístico ayudará también a la rehabilitación del pequeño felino gracias especialmente al movimiento romántico del siglo xix. El g*to se usará a partir de entonces en todas las artes, ya sea la música, la pintura o el cine. Las creencias y supersticiones que encontramos hoy en día alrededor de los g*tos y de sus características maléficas son los últimos rastros del miedo y de la desconfianza resultantes de los siglos pasados.
Aparición de las razas
El primer inventario de razas de g*to fue efectuado por el naturalista sueco Linneo, en él distingue cuatro grandes razas de felinos: Catus domesticus, Catus angorensis, Catus hispanicus y Catus coeruleus. Esta clasificación permanecerá hasta la mitad del siglo xix, cuando la felinotecnia moderna, en Inglaterra, modificó este orden. El tratado de zootecnia especial de Cornevin de 1897 añade a la lista una raza de g*to chino de orejas caídas, que se parecía al Scottish Fold, pero que ya ha desaparecido, una raza de Japón que se parecía al actual bobtail japonés, y una raza sin cola, llamada hoy en día Gato Manx.
Gato Manx
La raza española desapareció a principios del siglo xx, y se incorporó al g*to doméstico. Pero se añadieron las razas persa y abisinio. El número de razas no dejó de aumentar hasta ahora, ya que ha pasado de tener ocho razas en 1900 a tener de 25 a 30 en 1989, y cerca de cien a principios del siglo xxi.
Las exposiciones y los concursos desempeñaron un papel importante en el desarrollo de las razas. La primera exposición felina se celebró en Wi******er, Inglaterra, en 1598, por la Saint-Gilles, sin embargo, la primera exposición felina moderna organizó en el Crystal Palace de Londres, en 1871, Harrison Weir. Se reunieron más de 170 g*tos, repartidos en las categorías British Shorthair y Persa. Esta exposición marca el inicio de la definición de los estándares de las razas. En Francia, la primera exposición fue organizada por el Cat Club en 1925.
En EE. UU. fue la exposición del Madison Square Garden de Nueva York en 1898 la que las hizo populares, e hizo que se extendieran a Australia, a Canadá, a Nueva Zelanda, a Sudáfrica, a Japón y a Europa. Las exposiciones se interrumpieron durante la Segunda Guerra Mundial pero se recuperaron progresivamente para finalmente multiplicarse y democratizarse.
Estas exposiciones fueron organizadas por federaciones, de las que una de las más antiguas es la británica GCCF fundada en 1910 por la fusión de National Cat Club y de Cat Club. En EE. UU. está la Cat Fancier Association, fundada en 1899. En el continente europeo, la Federación Internacional Felina es la más importante, fundada en 1949 por iniciativa del Cat club de París, que reagrupa la mayor parte de los países de la Europa continental.
Referencias
Wörterbuch der Ägytischen Sprache – Tome 2, 42.1-3.
Manuel Crenes Sabalete. «El g*to». Archivado desde el original el 10 de marzo de 2009. Consultado el 24 de febrero de 2011.
Isabel Gil. «El g*to en la Edad Media». Consultado el 22 de febrero de 2011.
Henriketo. «Leyendas árabes sobre g*tos». Consultado el 23 de febrero de 2011.
Carlos Barrón. «¿El g*to negro es un ser demoníaco?». Consultado el 21 de febrero de 2011.
Enlaces externos
Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Historia del g*to.
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Gato.
Wikispecies tiene un artículo sobre Historia del g*to.
Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre Felis silvestris catus.
Ver el portal sobre felinos Portal:felinos. Contenido relacionado con felinos.