21/10/2024
ENSAYO HOMENAJE
CIRUGIA MAYOR Y AUTOPSIA SOBRE EL LIBRO “BREVEDAD” DEL POETA PERUANO JUAN ELMER CAICEDO ÑIQUÉN
Por: Samuel Cavero Galimidi, Presidente de la Asociación Mundial de Escritores y Artistas del Orbe, AEADO ©
Siempre he pensado que quienes hacen el prólogo de un libro, esto es los llamados prologuistas, lo que hacen es edulcorar con bellas palabras y expresiones lo que es un libro en realidad nos dice. Su percepción es la de un poeta y amigo, nunca la de un crítico literario, que debe hacer un trabajo mayor (de radiografía) para descifrar lo que nos ha querido en verdad decir el poeta y cómo se integran los elementos poéticos. Ellos, los prologuistas, no interpretan, no hace en realidad una autopsia del libro que prologan, menos rastrean otras fuentes históricas y precedentes. ¡No! De ninguna manera. Lo que hacen es soltar una pirotécnica de flores, sobre lo que en esencia es la poesía. Por eso, también, la poesía es inalcanzable, inentendible, ininteligible.
En ese sentido, hablando mal, en realidad los prologuistas son en verdad “prologadores”, digámoslo bien: “prolongadores de la hermética poesía”, aquella que, si le preguntamos a un maestro, a un educador o a un alumno, qué es poesía, para salir del paso nos diría la poesía es el amor, el mar, el cielo; la poesía son las flores de mi jardín, poesía es mi madre, la poesía eres tú, amada, y las golondrinas, como algún verso de Bécquer que nos dice: “Volverán las oscuras golondrinas en sus nidos a colgar”.
Leer poesía, desde el ojo del crítico, no es fácil, más cuando la poesía es inaprensible, indefinible, de altísima sensibilidad, pues se trata de las emociones y los sentimientos que es lo que expresa la poesía. No es fácil, más cuando hay una firme amistad intercultural entre educadores y poetas. Todos los poetas somos como vasos comunicantes y diálogos telescópicos. Y no será fácil cuando hay tanto ingenio en poesía, hasta para definirla, como estas frases que me gustan más: “«La poesía es el eco de la música del alma.», nos dice Voltaire. «La poesía es el arte de pintar con palabras.», nos dice Gustave Flaubert.
Mucho menos será fácil interpretar la poesía cada vez más hermética, menos incomprensible. Y ser un cirujano de la poesía, hacer una cirugía mayor y la autopsia de un libro de poesía, son palabras mayores. Así que aquí lo demostraré. Primero veamos qué es lo que nos dicen algunas celebridades de la poesía, y nos daremos cuenta que casi es el mismo lenguaje que usan los prestigiosos poetas para prologar un libro, un lenguaje muy bello, muy florido, alegórico y figurado, donde al final el lector medio dice: “¡Dios mío, ayúdame!, ¡qué me ha querido decir este poeta! ¡Poco o nada entiendo! Entonces mejor leo el libro para entenderlo”.
Aquí, las definiciones de poesía se tornan tan inalcanzables para el lector común, no pueden comprender el mensaje real de un poemario hecho con mucho amor, sacrificios, tantas horas de desvelos y tiempo, por el poeta. Este es un típico caso.
Ahora sí veamos qué es lo que nos dicen tres prestigiosos poetas, grandes figuras de la poesía, autoridades del saber en lo que es poesía sobre el libro BREVEDAD, del poeta Juan Elmer Caicedo Ñiquén. Ellos provienen de Ecuador, de España y Panamá. Es el caso del ecuatoriano Edwin Antonio Gaona Salinas, un caballero por donde se le mire, una de las voces más prestigiosas de la poesía latinoamericana:
“Entre las líneas azules de este libro se mimetiza la dicción creativa del poeta, para enganchar al inspirado, doblegar al tiempo y amanecer con la contundencia de las delicias de la aurora”.
¿Quién lo entendió? Sólo Gaona y todos los poetas del mundo, claro.
Por su parte, la poeta española Claudia Ballester Grifo, quien visitó el Perú y en especial Monsefú, para asistir a una cita internacional de la poesía, otra consagrada voz desde la poesía también le rinde homenaje al libro BREVEDAD y lo resalta en honor a Elmer Caicedo de manera exquisita, parafraseando: “Tus versos revolotean con la sutileza de la mariposa y el trino del ruiseñor, eres alma en tu poesía, tus versos son una caricia con la brevedad del suspiro y la profundidad en de tu filosofía de vida”. ¡Cuánta razón tiene la poeta Ballester Grifo! Y se puede advertir, además, cuando uno lee con detenimiento este libro de poesía, que estas bellas expresiones, para un espléndido libro como es BREVEDAD, no han sido puestas en vano, no sólo vienen del corazón y de los sentimientos de dos grandes poetas, sino además nos dicen ya lo que es este libro, aunque muchas veces no podamos captar a plenitud estos mensajes, en especial quienes somos adolescentes, escolares. Yo “soy” uno de ellos, que a mis sesenta años sigo aprendiendo cosas de la poesía como quien aprende ajedrez.
Ahora bien, si a eso agregamos otra voz autorizada de la poesía, en pocas palabras otro gran poeta y celebridad, como los ya nombrados, me refiero a Sergio Antonio Chala, de Panamá, diremos la valoración está completa. Chalá nos dice: “Se trata de 100 epigramas, y otros 20 poemas más extensos, que abordan un estilo variado y armónico, una gama de temas, que nos llevan de la mano de lo romántico a lo filosófico, al igual que al terreno de lo espiritual, natural y educativo. Esta obra posee un gran contenido didáctico”, concluye.
En efecto, se cumple lo que el poeta Chalá nos dice, que son epigramas, en tanto brevedad. Más los epigramas son una breve frase breve e ingeniosa, frecuentemente satírica. Cualquier diccionario nos dice que es una composición poética breve en que con precisión y agudeza se expresa un solo pensamiento principal, por lo común festivo o satírico. Entonces, si no hallamos ninguna expresión satírica en el libro BREVEDAD no son en realidad epigramas. Menos si dentro de esa brevedad no hay nada festivo ni satírico y además dentro de esa brevedad no solo se expresa un pensamiento principal, sino varios pensamientos el poeta.
Entonces, hecha las primeras precisiones vayamos a otras voces de la poesía para tratar de entender qué, es, por fin, poesía. Según el poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura (1990): «La poesía es la perpetua tensión del poeta hacia un absoluto del lenguaje, en la esperanza de cautivar la realidad, lo efímero, eso mismo que se desvanece en el momento en que uno lo piensa, da un paso, con palabras que no se esperan y milagrosamente se ordenan, gracias a la cadencia que el mismo artista vacila en considerar como el fruto de su paciente trabajo».
El gran poeta español Federico García Lorca lo conceptúa: «Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio. Es algo que anda en la calle».
Julio Cortázar, argentino, uno de los más grandes novelistas latinoamericanos, también poeta, nos dice: “¿Quién ha podido definir la poesía hasta hoy? Nadie. Hay dos mil definiciones que vienen desde los griegos que ya se preocupaban por el problema, y Aristóteles tiene nada menos que toda una Poética para eso, pero no hay una definición de la poesía que a mí me convenza”.
Jorge Luis Borges, otro ilustre escritor enciclopédico de maravilloso ingenio, quien pudo ser premio nobel y no lo fue, nos dice: Si tengo que definir la poesía y no las tengo todas conmigo, si no me siento demasiado seguro, digo algo como: «poesía es la expresión de la belleza por medio de palabras artísticamente entretejidas». El poeta y filósofo francés Paul Valery, aquel de la poesía pura, define así: “La poesía es la ambición de discurrir, que aspira a verse cargada de más sentidos y ungida de más música, que el lenguaje ordinario”.
En el fondo, “un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida”, (nos dice Federico Mayor Zaragoza). “En la poesía hay más verdad que en la historia”. (nos dice Aristóteles). “Sigo pensando que es otra cosa la poesía: una forma de amor que sólo existe en silencio, en un pacto secreto entre dos personas, de dos desconocidos casi siempre”, (nos dice José Emilio Pacheco).
En efecto, todas estas reflexiones nos llevan a lo que es poesía, aquella que muchas veces es indefinible, que está aquí y en todas partes, pero es inaprensible, muchas veces solo el poeta la puede expresar en bellas palabras, aunque no podamos definir exactamente qué es la poesía.
He allí el trabajo de este poeta, cual “médico cirujano” (cual patólogo” experto en cirugías y autopsias), debe analizar los poemas en su conjunto buscando darle no una interpretación superficial “dulce, amorosa, lírica, edulcorada de mieles”, como lo hacen los poetas “sabios”, muchas veces para salir del paso. La mía es la de un poeta y escritor apasionado, alguien que quiso ser médico como mi padre médico cirujano, un patólogo, que también hace crítica literaria. Es así que desde la ensayística busco tejer redes, lazos, vasos comunicantes, con entramados de honda significación.
Entonces, la pregunta cae de madura por su propio peso: ¿Qué es el libro BREVEDAD de Juan Elmer Caicedo Niquen? Es, en efecto, poesía, pero qué caracteriza a esta poesía, en verdad inspiración divina. En la Grecia antigua la poesía era un canto divino, la musa mueve al poeta a cantar, como lo registra Homero en su primera línea de la Ilíada: “Canta, oh diosa, de Aquiles el Pelida ese resentimiento…” (Ilíada, Homero. Ed. Cátedra, Madrid, 2011, pág. 35), No es el poeta quien hace el poema, es la musa la que lo inspira. La musa mueve al poeta por dentro.
Recordemos a Chalá que define BREVEDAD como “epigramas”. Leamos los epigramas del nicaragüense Ernesto Cardenal, que fue sacerdote, poeta, teólogo, político de gran fama fallecido el 2020. El sacerdocio y la teología de Juan Elmer Caicedo es igualmente ferviente, intensa, agradecida con Dios y por tanto comprometida, una procesión que va por dentro por todo lo vivido por el poeta, como la de Ernesto Cardenal que va por fuera, pero en Caicedo es más íntima, personal, en verdadera comunión con Dios, incluso más religiosa (y en nada contestataria, como la Cardenal o César Vallejo) y muy a lo divino, tanto como la poesía de Garcilaso de la Vega, Sebastián de Córdoba, Fray Luis de León y por tanto menos política e ideológica desde las palabras, como lo fue la poesía de Sor Juan Inés de la Cruz, Santa Teresa. La poesía vinculada a Dios del poeta Caicedo lo he dicho antes, me reafirmo hoy, es una permanente invocación y diálogo con el Altísimo desde una voz agradecida.
La poesía de Juan Elmer Caicedo Ñiquen es, también, como lo definiera el prestigioso poeta mexicano José Emilio Pacheco: “Una forma de amor que sólo existe en silencio, en un pacto secreto entre dos personas, de dos desconocidos casi siempre”, (nos dice José Emilio Pacheco). Sus versos y sus frases de saludo (por las redes y también los versos de este libro BREVEDAD) nos hablan mucho de su extraordinaria y vivificante personalidad consagrada a Dios. El poeta siempre le pide a Dios que bendiga nuestro hogar, que calme nuestras p***s, que alivie los dolores del que sufre y anda muy enfermo. Es una mano y voz carismática espiritual que siempre le pide a Dios pase su mano sanadora. Esto no lo hacen usualmente los poetas, que en verdad muchos son ateos, o son fríos, apáticos, insensibles al dolor, donde además florece las individualidades, las zancadillas, los egos y las envidias.
¿Quién, sino Juan Elmer Caicedo, le pide a nuestro más grande Rey y Aliado, con fe y devoción, al Divino Señor?, estamos en octubre, mes de procesiones y del Señor de los Milagros, que podamos enfrentar victoriosos toda dificultad, toda enfermedad y peligro. ¿Quién, sino Juan Elmer Caicedo, que el Supremo Hacedor no nos desampare y que abra nuestros corazones para recibirlo? Que, además, siempre atienda nuestras súplicas con ojos de bondad y misericordia. Yo solo le pediría, como poeta (que me deje entrar al Parnaso, me preste las llaves de amor del nuevo Parnaso español que nació en Ontinyent, donde hay mucho más que nueve musas castellanas), igualmente que nos permita (¡Dios por medio!) escribir buena poesía, poesía para el alma y el corazón estremecido, poesía para crecer en la espiritualidad hasta las estrellas desde los fracasos y los miedos, poesía para ascender al cielo desde la paz y no caer nunca en la violencia.
Ahora sí, repasemos algo de la historia. Recordemos que en la España de los Siglos de Oro se produce, además, como en ningún otro momento, una vasta literatura religiosa. Más de la tercera parte de los impresos realizados en la Península Ibérica son libros de devoción y de espiritualidad, en su gran mayoría escritos en lengua vernácula. Y en las colonias en América, en especial en México y Perú, sucede lo mismo.
No se piense que esta poesía “a lo divino” floreció solo en España y parte de Latinoamérica, ¡no! También se expandió a otros países como Italia, con Petrarca, por ejemplo, con título de carácter "spirituale" y de "sacra scrittura". Y no se piense que sólo floreció en poesía, ¡no! También tuvo su esplendor en música, pintura, y en especial en la novela pastoril “a lo divino” y en los libros de caballerías divinizados. Allí están los 12 cantos de La Christiada ... Que trata de la vida i muerte de Cristo nuestro Salvador (Sevilla, Diego Pérez, 1611).
Volviendo a la actualidad propongo que la poesía de nuestro querido educador y poeta Juan Elmer Caicedo, es, en verdad, una poesía muy limpia, extraordinaria, de un hombre profundamente consagrado a Dios, de bellas imágenes poéticas, extraordinaria desde un pescador de palabras y mensajes, poesía muy sensorial, y en especial condensada como los Haikus, porque, en la brevedad de cada verso nos dice mucho.
La segunda parte de su libro BREVEDAD ya no es poesía breve, es poesía libre que me recuerda en algo a Bécquer y a Neruda. Hay quienes defienden la poesía en tanto brevedad. Yo no puedo decir lo mismo, pues como provengo de las canteras de la novela gran parte mi poesía son cantos corales extraordinariamente largos, de gran extensión.
Hay, pues, dentro de la aparente sencillez un trabajo versal mayor, donde una expresión metafórica se encadena desde los versos y lleva a otras imágenes desde la metáfora; los poemas breves no tienen título para no distraer al lector, sólo numeración romana; la poesía de Juan Elmer Caicedo apuntala y teje un manto de simbologías desde grandes motivos: como el amor, dios, la hermandad. Se embellece y busca educar a través de sentencias, en el monólogo, y de manera muy especial en la conversación permanente que tiene con Dios (desde que amanece y madruga, une desde sus formidables versos el cielo y la tierra), pero también su poesía se construye con el uso de proverbios bíblicos, sentencias morales educativas y citas espirituales.
"La gota de agua horada la piedra" que está en el poema breve XLVIII del poeta Caicedo es un proverbio popular que ha sido utilizado a lo largo del tiempo para transmitir la idea de que la perseverancia y la constancia pueden lograr grandes resultados, incluso frente a obstáculos aparentemente insuperables. Job habla sobre la brevedad de la vida. “El agua desgasta las piedras, sus torrentes se llevan el polvo de la tierra; así destruyes tú la esperanza del hombre”, nos dice (Job, 14:19). Igualmente, el poema XL que a la letra dice: “si no quieres veneno, no repartas veneno…” probablemente se inspira la sabiduría popular y oriental, en Confucio, pero también en los libros sapienciales como la Biblia, en especial en Marcos 16:18, cuando nos habla del veneno.
Pero vayamos más allá, la hermosa palabra “Trigo”, usada muchas veces en el libro BREVEDAD, por el distinguido poeta Elmer Caicedo, no me dejarán mentir que en poesía significa mucho, tanto como el “Trigo” en la Biblia, igualmente mencionada tantísimas veces. El trigo es vida, germinar, florecer, resucitar. Jesús describió una parábola sobre la resurrección y el reino de Dios. Jesús dijo: “El que siembra la buena semilla de trigo soy yo, el Hijo del hombre. El terreno es el mundo, y las buenas semillas de trigo son todos los que obedecen las leyes del reino de Dios. Las semillas de cizaña son los que obedecen al diablo, que fue quien las sembró en el mundo”.
La imagen del grano del trigo que muere en la tierra para crecer y dar lugar a una cosecha puede verse también como metáfora de la propia muerte, entierro de Jesús y su resurrección.
En ese sentido la poesía del poeta Elmer Caicedo está mucho más cerca de Dios y de los escritos bíblicos y, si hablamos de poetas contemporáneos, está próxima a la poesía de Jaime Sabines (quien fue un poeta y político mexicano, uno de los más grandes del siglo XX) y el poeta peruano tan carismático Hugo Almanza (por ejemplo, el poema LI de Elmer Caicedo comienza así, como comienza usualmente sus versos Almanza: “nunca pienses…”, y sigue con ese gran vozarrón de locutor radial.
Léase también el poema XLIX que comienza así: “Si tú supieras…”, como inicia Almanza) que a las de Cardenal, pues es un diálogo permanente desde el amor con el ser amado y con Dios, son en realidad plegarias, pensamientos positivos y muy lúcidas reflexiones de vida tejidas sabiamente, como la de Napoleón Hill. Pero, también, su poesía es aquella que nos deja perplejos, absortos, maravillados con la creación donde están presentes las estrellas y nubes en muchos de estos poemas, así por ese romance que él establece con su musa poética imaginaria, probablemente su esposa, personaje femenino a quien le dedica con tanta elegancia y detalles los más finos versos desde sus profundos sentimientos. ¡Si hasta parece un bello piropo! Por ejemplo, este breve poema, en romano el XXIV de BREVEDAD, a la letra nos dice:
En el cristal de tus ojos /hay una paloma que encanta/ y en el zurear de la nube/ brillan tus besos de nácar.
Aquí, el vocablo nácar nos remite a otros poemas:
Escamas de sirenas de nácar
envuelven las serpientes
espejantes del mar. (Alfonsina Storni)
-¿Por qué llora ese piano
bajo el nácar de tu mano?
-Llora en él mi dolor, hermano. (Amado Nervo)
Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura… (Miguel Hernández)
Veamos los más llamativos vocablos que el poeta Juan Elmer Caicedo ha usado en este poema, todos en versos octosílabos, con rima asonante. Esos son:
Cristal: Símbolo de pureza, traslúcido, que refleja el alma
Paloma: símbolo de amor, pero también de luz, de amor, de redención, de liturgia y ofrenda sagrada, de ritualismo, de dios y lo bíblico.
Zurear: son los sonidos, cual gorjeos, que emiten las palomas al hacer arrullos, esto es al arrullarse, al galantear y enamorar, generalmente cuando están cortejándose y en celo. Pero, aquí, quien zurea no son las palomas, sino el viento. De allí la bella metáfora continuada o alegoría del poeta Caicedo.
Besos de nácar: El nácar es un color hermoso, reluciente, casi blanco, es la madreperla. Símbolo también de máxima belleza y pureza. El nácar es una sustancia dura y blanca que recubre el interior de algunas conchas de moluscos y que, con la luz, adquiere reflejos irisados. Aquí lo que brilla no es propiamente el nácar, sino los besos hecho de nácar, lo cual adquiere el valor metafórico esperado.
En el poeta monsefuano Elmer Caicedo Ñiquén, qué duda cabe, ante versos muy bien pensados y elaborados: “La poesía es la perpetua tensión del poeta hacia un absoluto del lenguaje, en la esperanza de cautivar la realidad, lo efímero”, como (atrapar) las estrellas, eso mismo que se desvanece en el momento en que uno lo piensa, lo ve, las desea atrapar, cuando menos con palabras y diremos, milagrosamente se ordenan, gracias a la cadencia que el mismo artista le imprime, para que brillen los propios versos con mensajes subliminales.