12/02/2024
Hoy me permitiré contarles uno de los episodios más difíciles que me han tocado vivir desde que empecé a rescatar animalitos abandonados, y lo haré a manera de catarsis para liberar ese último pedacito de cristal que quedó extraviado en mi interior luego de que mi corazón se rompiera en mil pedazos unos años atrás.
Mi nombre es Elix Pierre y soy lo que se podría llamar un "artista de mascotas", mi trabajo consiste en ayudar a las personas a retratar a sus amados animales, he pintado mascotas de todo el mundo siempre con mucho cariño y empatía, comprendiendo la gran huella de amor y felicidad que estos seres dejan en cada lugar a donde llegan. Pero esa no es mi única labor, también soy un rescatista a tiempo completo, lo cual significa que he venido rescatando y ayudando animales que se han cruzado en mi camino desde hace muchos años, actualmente tengo treinta gatos y nueve perritos a los mantenemos con la ayuda de toda mi familia y nuestro trabajo, gracias a Dios nos va bien y podemos continuar salvando vidas. Ver el cambio y la mejora en los animales que rescatamos es, como leí en el título de un pequeño libro, "Chocolate caliente para el alma...". Esa es "la parte alegre" de ayudar a un animal; pero el lado B del casete, la parte agria del postre es, sin embargo, una historia diferente. Y sí, me refiero a cuando forman parte de tu familia y luego de unos años tienen que partir.
En mis años trabajando con animales he visto y me han contado diferentes formas en las que las familias se despiden de sus tiernas mascotas, pero la despedida que yo tuve con mi dulce "Pelusita" me marcó profundo en el alma, el dolor que me dejó fue tan difícil de llevar que estuve meses sin poder pintar un solo retrato, y hasta pensé que jamás volvería a dibujar una mascota más en mi vida.
Pelusita era una perrita ya de edad cuando la encontré deambulando en la calle, estaba sucia y malherida, se corría de todo el mundo, le tenía miedo a la gente, tanto que tuve que pagarle a dos personas para que me ayudaran a acorralarla y así poder traerla a casa. Una vez instalada aquí empezó su cambio, con medicinas, comida y un rico baño Pelusa cambió su vida y vivió sus últimos años como una perrita alegre que saltaba al vernos y corría rebotando por el parque, la imagen que tengo de ella con su carita feliz vivirá eterna en mi corazón. Pero esa felicidad tenía un precio que en el momento de su muerte me costó pagar. Después de años con nosotros Pelusita enfermó, empezó con un problema hepático y renal que poco a poco le iba quitando la vitalidad, yo sentía la pena normal de saber que se acercaba su hora ya que era muy viejita y trataba de asimilarlo, como siempre lo hice y lo sigo haciendo cuando nos toca despedir a alguno de nuestros pequeños rescatados, los análisis nos indicaban que solo estaría con nosotros unos pocos días más, una noche antes de morir ella parecía recuperada, pero yo sabía que se trataba de un fenómeno que los doctores llaman "lucidez terminal", un pequeño lapso de tiempo que nos regala la naturaleza para despedirnos de nuestros seres queridos, y así lo hicimos, ese día Pelusita fue la más mimada y consentida.
Si algo tengo presente hasta el día de hoy es que mi peor tortura es ver a un animal sufrir, por lo que entre mis principios está el hacer todo lo que esté a mi alcance para que ninguna de nuestras mascotas sufra al morir, y teniendo en cuenta esto acordé con mi padre, que es veterinario, que no la internaríamos ya que en su condición no queríamos que sus últimos momentos los pase en una fría camilla lejos de su familia y que apenas ella empiece a sentirse mal nuevamente la llevaríamos para hacerla descansar, pero Pelusita estuvo bien casi todo el día hasta la noche, y nosotros nos confiamos, pensamos que tal vez al día siguiente amanecería igual o mejor, pero de un momento a otro empezaron nuevamente los vómitos, y no nos dio tiempo, a los minutos ya no podía caminar y su respiración se aceleraba, mi madre y mi hermano entraron en desesperación, llamamos a mi padre que estaba trabajando pero estaba demasiado lejos, no iba a llegar a tiempo, así que decidí cobijarla con una manta y llevarla a otra veterinaria para hacerla descansar, justo al frente de nuestra casa había una pero no nos atendían, estaba cerrada. Todo pasó en cuestión de minutos, su hociquito se había puesto amarillo, Pelusita estaba muriendo y yo no quería que sufra ni un minuto más, de repente cuando estaba cruzando la calle para tomar un taxi para llevarla a la veterinaria de mi padre, lo cual nos tomaría aproximadamente treinta minutos, ella me miró con los ojos más tiernos del mundo por unos segundos, como despidiéndose de mí, luego entrecerró los ojos y empezó a aullar de dolor, con un par de aullidos me bastó, no me imaginaba con ella en el taxi escuchando ese horrible sonido por treinta minutos, no quería eso para ella, su cuerpecito ya no se movía y parecía estar inconsciente pero se quejaba de dolor, entonces tomé la decisión más difícil y dolorosa que he tomado en todos estos años de mi vida como amante de los animales; la llevé a la sala y me senté en el sofá junto con ella en mi regazo, y le pedí a mi madre y hermano, que estaban llorando desesperados por no saber que hacer, que guardaran silencio, me sequé las lágrimas y esbocé una sonrisa, cambié mi energía de desesperación a ternura por ella, no sé de dónde saqué la fuerza, solo quería que ella me sienta feliz y tranquilo, quería transmitirle paz en su último segundo de vida, la miré y le dije con calma: "Tranquila mi pequeña, solo serán unos segundos y estarás en paz, te quiero mucho", y apreté su cuellito con mi mano, solo fueron cinco segundos, su corazoncito estaba tan delicado que en pocos segundos dejó de funcionar, no se quejó ni se movió, sus ojitos se fueron relajando y cerrando, y mientras yo aflojaba mi mano y la ponía detrás de su cabecita para que se apoyara le continuaba hablando tranquilo y con amor al oído, y así lo hice hasta el final.
El hecho de sacrificar a la que consideramos una hija con mis propias manos para evitar que se alargue su sufrimiento ha sido la decisión más difícil que me ha tocado tomar, el momento más chocante y traumático, y al mismo tiempo el pico más alto al que se puede llegar cuando hablamos de empatía, amor y valor. Muchos de mis clientes y seguidores me escribían para darme fuerzas cuando ella falleció, pero se sorprendían de que me haya afectado tanto porque yo ya había pasado por el fallecimiento de mis mascotas, imagínense siendo rescatista se vive esto muy seguido, pero esta vez fue diferente y ahora saben la razón de mi dolor. Dolor que felizmente es opacado hoy por los recuerdos más lindos de mi Pelusita corriendo en el césped bañada con la luz del atardecer y mirándome como me miró hasta el final, con esa carita feliz llena de ternura, agradeciéndome por haberla rescatado, haciendo de mí parte de su corazón, y formando ella parte del mío.
La muerte es parte de la vida y debemos recibirla con los brazos abiertos, estamos hechos de luz y la luz es eterna, solo Dios y el universo sabe cuál será nuestro próximo viaje, pero déjenme decirles algo, cuando dos seres se conectan y aman, esas energías permanecen unidas en la eternidad. Por eso estoy seguro que para mí Pelusita, Bebito, Osito, Kakis y todos los animales que amé seguirán a mi lado junto con todos sus recuerdos, dentro de mí, viviendo en un cofre en forma de corazón, protegidos por mi alma, y alimentados por mi memoria.