21/01/2023
Los animales también son criaturas de Dios y como tal, es Él quien decide cuándo llegan a este mundo y cuándo se van.
En mi desempeño como médico veterinario he visto casi todo tipo de casos y he asumido el riesgo de tratar a mascotas en estado grave, y digo que he asumido el riesgo, primero, porque no selecciono casos que sobre el papel son fáciles o teniendo en mente que la mascota necesariamente se va a recuperar; sino que también he atendido a aquellos que tenían poca probabilidad de sobrevivir; pero como en otra ocasión he sostenido, mientras haya aunque sea una oportunidad para vivir, hay que agotar esa única oportunidad. Y segundo, digo asumir el riesgo, porque muchas veces en esas situaciones el dueño dice que uno haga todo lo posible no importando si su mascota no se llega a recuperar; sin embargo, cuando esto ocurre (el no recuperarse), el dueño queda descontento y hasta con resentimiento diría. Pero, como he dicho también anteriormente, yo no actúo en función al dueño, sino a mis conocimientos adquiridos de quienes me enseñaron lo necesario sobre esta noble y apasionante profesión. En situaciones complicadas existe la posibilidad de que un animal -como una persona- no sobreviva; pero la satisfacción que se tiene cuando un animal prácticamente ha vuelto a la vida, es muy grande y no tiene comparación.
Pero, depende de varios factores la recuperación de un animal enfermo, aparte de lo que yo pueda hacer, es importante también el compromiso del dueño y del cuidado que éste le dé a su paciente, al menos durante su etapa de enfermedad. Asimismo, depende también de la fortaleza (y no me refiero solamente a la física) del paciente y de su buen sistema inmunológico. Y por último (y no quiero decir que sea lo menos importante), que Dios decida si su criatura va a permanecer aún en este mundo.
Hace muchos años, un señor me dijo: “Doctor, usted dice que sólo 1 de 100 perros se cura… Mi perro va a ser ese 1” Y su cachorro se curó.
SCOTT
La tarde del 2 de enero recibí a Scott, un can de 9 años, con sangrado profuso proveniente de su aparato reproductor. Algo que he hago siempre es no actuar de manera mecánica, porque no todos los casos son iguales y hay que tener criterio para desenvolverse -en general- en cualquier ámbito de la vida. En el detalle y la acuciosidad puede y creo que está la diferencia.
Bueno, en mente ya tenía algo, pero (como ya dije, cada caso es distinto) igual revisé a Scott y corroboré mi sospecha. El asunto es que noté otros detalles, además de los datos que me refirió la dueña. Yo había sedado a Scott para poder examinarlo. Para la tarde siguiente en que volví a verlo, Scott estaba empeorando y sospechaba de algo más; pero la dueña sostenía que el estado de Scott se debía al efecto del sedante …, lo cual yo estaba convencido que no era así. Le dije lo que quería hacer; pero ella no estuvo de acuerdo y tampoco puedo obligar a que acepten mi propuesta de tratamiento a seguir; sin embargo, una particular intuición desarrollada a lo largo de mi vida hizo que le dijera a la “mamá humana” de Scott que me llamase al día siguiente por la mañana y no esperar hasta verlo en la tarde porque presagiaba que podía llegar peor a ese momento.
En efecto, al llamarme al día siguiente, la señorita apenada y preocupada me refirió cómo se encontraba Scott. Me mantuve en mi posición y la dueña de Scott aceptó las condiciones del plan a seguir. Se le hizo exámenes de laboratorio y sus resultados fueron muy desfavorables, el examen clínico también indicaba que sus posibilidades de sobrevivir eran pocas; pero la joven optó por intentar con el tratamiento, no sin antes decirme: “Yo le hago el tratamiento; pero usted me asegura que se va a curar…” A esto me referí casi al comienzo. Al riesgo que se corre en estos casos…
Cada día era vital. Cuando Scott parecía estar respondiendo al tratamiento y la fiebre comenzaba a bajar, empezó a subirle nuevamente la temperatura, ¿y ahora qué?, pensé. La intuición, el criterio, todo aquello que se va aprendiendo llevó a que descubra el otro cuadro infeccioso que había adquirido Scott.
Sin esperar tanto tiempo y apenas Scott había regularizado nuevamente su temperatura, se le sometió a exámenes de control. Ya no había infección. Sus valores aún no estaban dentro de los normales; pero lo más preocupante era que tenía un grado crítico de anemia y había que intentar con la transfusión sanguínea y así, esperar.
El rol que empezaba a desempeñar la dueña de Scott era fundamental, hizo todo lo posible por que su compañero se recuperara. Al día siguiente, “Coquita” y su dueña se convirtieron en ángeles del mestizo. La “mamá humana” de “Coquita” permitió que se le extrajera sangre a su Samoyedo para DONÁRSELA a Scott, que no daba su pata a torcer y luchaba por su vida.
Actualmente, Scott ha superado los cuadros más graves, me ha dado gusto verlo hoy, aunque ahora “me enseña los dientes” (bueno, eso pasa a veces). Seguirá un tratamiento semanal para curarse de aquello que le detecté primero; pero eso para nada pone en riesgo su vida.
No sé cuánto tiempo viva el buen Scott, naturalmente, no puedo saberlo; pero lo que resalto es que, así como la compañera de Scott, todos quienes tienen un animalito deberían valorarlo del mismo modo. Agradezco su confianza, la que si bien, al comienzo no me la tuvo, luego hizo todo cuanto le indiqué y es justo y necesario recalcarlo.
Los resultados, como también lo he dicho antes, no deberían determinar si uno es buen o mal profesional; sino el esfuerzo y dedicación que uno haga en pos de conseguir aquello que se espera. Lo demás, queda en la conciencia de cada uno y en la voluntad de Dios.